Foto: N.H.D. José Soto |
Estamos acompañando
a Jesús en este caminar bajo sus Llagas, con las que hemos sido sanados.
Nos toca
hoy contemplar la Llaga de sus pies. La tercera Llaga es de donde ha brotado
para sanarnos esa virtud del amor, de la caridad.
Es esa
virtud teologal por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y a los otros
por amor a Dios.
¿Cuál es
el mandamiento más grande? “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
¿Y yo?
¿Amo a Dios sobre todas las cosas? Sobre todas las cosas de mi vida, mi
familia, mis posesiones, mis apetencias.
¿En qué
lugar está Dios en mi corazón?
¿Cómo
podemos amar a Dios, a quien no vemos, si no amamos a los hermanos, a los que
vemos? Hay que amar incluso a los que consideramos enemigos.
¿Cómo te
amas tú a ti mismo? ¿Como hijo de Dios?
Si no te
amas y te aceptas a ti mismo es difícil amar al prójimo. Cuidado con las
frustraciones personales.
Muchas
parejas eligen para su boda la lectura de la famosa Carta a los Corintios sobre
la caridad… resulta muy bonita… pero qué difícil es amar, comprender, aceptar
al prójimo. Y el prójimo es tu marido, tus hijos, tus amigos, hasta tus
enemigos…
Os
invito a leer en profundidad la Carta Encíclica de Benedicto XVI Deus Charitas est (cf. https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est.html)
.en ella el Papa desgrana los diferentes tipos de amor y sus implicaciones. Al
amor ágape, al que da la vida por los
demás, es al que estamos llamados nosotros, como hizo el mismo Dios. Eso se
traduce en santidad: vivir el amor en plenitud.
Los
frutos de ese amor son la comprensión, la paz y la misericordia.
A veces
nos quejamos de que Dios no nos escucha. Santa Escolástica, la santa que
celebramos hoy, hermana de San Benito, sí que fue escuchada; pudo más porque
amó más.