III Domingo del Tiempo
Ordinario (ciclo A)
«Venid en pos de mí»
El inicio de la misión del Señor está indisolublemente
asociado a la llamada a la conversión y a la elección de los primeros
apóstoles. Tras escuchar los pasajes de la infancia de Jesús durante el tiempo
de Adviento y Navidad, retomamos las lecturas de san Mateo, que marcarán la Palabra de Dios de los
domingos de este año. Tenemos ante nosotros un pasaje en el que se leen
distintas escenas que, aunque aparentemente desligadas entre sí, nos dan las
coordenadas de la vida de Jesús y las implicaciones que tienen para nuestra
vida.
«Para que se cumpliera lo dicho»
Desde el punto de vista geográfico, el texto comienza
situando al Señor en Galilea; en concreto ahora se dirige a Cafarnaún y a un
grupo de pueblos ubicados en la zona noroeste del lago de Tiberíades, «junto al
mar (de Galilea)», como precisa Mateo. La misión desarrollada por Jesús en este
lugar corresponde a una de las ideas clave del evangelista que lo narra: «para
que se cumpliera lo dicho». La acción de Jesucristo ha de ser leída siempre
como la realización de cuanto desde antiguo se había anunciado al pueblo de
Dios. Por eso se cita aquí al profeta Isaías, íntimamente asociado a las
promesas mesiánicas. Se trata precisamente de una cita de la primera lectura de
este domingo. Aunque en este tercer domingo del tiempo ordinario se percibe con
mayor claridad, la primera lectura suele ser una preparación a cuanto se
escucha en el Evangelio, la palabra del mismo Señor. La zona de Galilea «de los
gentiles» era llamada así debido a que estaba poblada por habitantes de raza,
cultura y costumbres heterogéneas, y en gran mayoría paganos. Se conocía como
una zona no solo alejada físicamente de Jerusalén, el centro religioso judío,
sino también despreciada por ser una región desfavorecida y periférica. Así se
entiende que Isaías dijera de sus habitantes que «habitaban en tinieblas y
sombras de muerte». Frente a la oscuridad y la tristeza nos encontramos con una
promesa estrechamente unida a la
Navidad : la luz que brilla y que es perceptible, conforme se
destaca en los verbos «ver» y «brillar».
La novedad de la salvación
La llamada a la conversión tiene una motivación explícita:
la cercanía del Reino de los cielos. De nuevo se retoma, ahora ya como una
invitación precisa a un cambio de vida, la temática de la cercanía de Dios con
el hombre, especialmente con el más pobre y desfavorecido, ampliamente
celebrada en el período navideño. Descubrimos, por una parte, que no es posible
separar de modo absoluto los distintos tiempos litúrgicos, ya que «luz» y
«admirable intercambio», expresiones tradicionalmente asociadas a las pasadas
fiestas, son retomadas. Por otra parte, lo que está sucediendo tiene unas
consecuencias claras en los testigos inmediatos de esta presencia de Dios entre
los hombres: la conversión y el seguimiento. Sabemos sobradamente el
significado del término Evangelio. A través de esta página advertimos que esa
«buena noticia» no ha de quedar sin respuesta por parte del hombre que se
encuentra con ella. La llamada de los primeros apóstoles revela varias
verdades: la iniciativa de Dios en la elección; la respuesta libre y rápida a
la misma por parte de los discípulos; la transformación que se realiza en
ellos, sin, por otra parte, renunciar a su propio ser –pues siguen siendo
pescadores, ahora de hombres–. Pero, precisamente en estas fechas, en las que
se reza por la unidad de los cristianos, puede vincularse este pasaje con la
atracción de Jesús hacia él. Toda la obra de la salvación tiene como finalidad
la búsqueda de la unidad en torno a Jesucristo. Por lo tanto, el anuncio del
Reino de los cielos ha de ser llevado a cabo sin jamás sembrar división; las
rencillas y desconfianzas, originadas a menudo por el afán de brillo propio,
siempre impedirán lo que nos anuncia el Evangelio: que brille la luz de Dios y
que el hombre sienta a Dios cercano a él. Librar a quien se encuentra en
tinieblas solo se consigue si los cristianos somos capaces de mostrar la
genuina luz, que no es nuestra propia persona.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia de Madrid
Evangelio
En Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se
retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en
el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio
del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino
del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que
habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y
sombras de muerte, una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar
diciendo: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos».
Paseando junto al mar de Galilea vio a dos
hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el
mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores
de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando
adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su
hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y
los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus
sinagogas, proclamando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda
dolencia en el pueblo.
Mateo 4, 12-23