Fuente: ALFA Y OMEGA
XXVI
Domingo del tiempo ordinario (ciclo B)
«El
que no está contra nosotros, está a favor nuestro»
Nos encontramos ante uno de esos episodios de la vida del
Señor no dominado precisamente por la dulzura o la facilidad de sus
expresiones. Más bien al contrario, Jesús se muestra bastante exigente con
quienes quieren seguirlo, y pretende aclarar, en primer lugar, que Dios se
sirve de muchos modos para realizar la salvación. En segundo lugar, censura con
gran severidad a quienes escandalizan o a los que consideran el pecado como un
mal menor con el que, en cierta manera, se puede dialogar.
Apertura a la acción de Dios
La primera parte del pasaje que Marcos nos presenta este
domingo constituye un paralelo con la primera lectura de la Misa , del libro de los Números.
Del mismo modo que Josué pide a Moisés prohibir a algunos profetizar, Juan
pretende que Jesús impida a un exorcista echar demonios, debido a que no forma
parte del grupo de sus discípulos más cercanos. La reacción de Jesús es
tajante: «No se lo impidáis». El Señor sale al paso de una actitud de falsa
prudencia, que en realidad sirve para enmascarar los celos ante el éxito de
otros. Nada que no tengamos la tentación de repetir en nuestros días, tanto en
la vida cotidiana como también dentro de la vida de la Iglesia. Cuando
rechazamos al que no se corresponde con mi perfil, al que no pertenece a mi
grupo concreto, o cuando encasillamos sin más a las personas por tener esta o
aquella sensibilidad, no solo tenemos cortedad de miras o cometemos una
injusticia desde el punto de vista humano. Estamos yendo contra el criterio del
Señor y poniendo coto a la acción del Espíritu Santo, el cual no actúa siempre
conforme a nuestros programas y previsiones. Todo cuanto de bueno y verdadero
existe pertenece a Dios, provenga de donde provenga.
La dureza contra el pecado
En contraste con la aceptación hacia quien tiene criterios
o formas diversas de las nuestras para anunciar el Reino de Dios, Jesucristo
habla sin miramientos contra lo único que se debe ser intolerante: el pecado,
que se manifiesta en una doble vertiente, el propio y el inducido a otros. En
los dos casos destaca la dureza de las palabras del Señor. El que escandaliza
es ocasión de pecado para los demás. Y Jesús insiste en proteger especialmente
a los «pequeñuelos que creen». Bajo esta categoría se puede englobar no solo al
pequeño en edad, sino también al débil y al sencillo, con quienes el Señor
siempre se muestra particularmente cercano. En esta línea, el apóstol Santiago
lanza también una férrea condena hacia los que han acumulado riquezas
aprovechándose del trabajo de los demás, condenando y asesinando al inocente.
No existe la mínima justificación de quien causa daño o induce al pecado a
otro, especialmente al pequeño y al pobre.
No son más permisivas las palabras con las que Jesús se
refiere hacia el pecado personal. Con las imágenes de la mano, el pie y el ojo
se engloba todo aquello que conduce al hombre al mal. La mano actúa y ejecuta;
el pie dirige nuestros movimientos; y el ojo que ve está conectado con los
deseos, tantas veces contrarios a la voluntad de Dios. En definitiva, estamos
ante un episodio transparente por sus expresiones y exigente en su contenido.
Estas palabras tienen la finalidad de mostrarnos que el seguimiento de
Jesucristo no admite medias tintas. Si se quiere ser verdadero discípulo es
preciso tratar de vivir con radicalidad cuanto él pide. Ciertamente, no es una
tarea fácil «cortarse» las manos o el pie, o «sacarse» el ojo. Pero esas
imágenes, incluso desagradables por su claridad, nos acercan algo a valorar el
gran daño que nos puede hacer cuanto nos aparta de Dios.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a
uno que echaba los demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque
no viene con nosotros». Jesús respondió:
«No se impidáis, porque quien hace un milagro
en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros
está a favor nuestro. Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de
Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice
a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el
cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer,
córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos a
la gehenna, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer,
córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies
a la gehenna. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar
tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la gehenna,
donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».
Marcos 9, 38-45.47-48