XVII
Domingo del tiempo ordinario (ciclo B)
Repartió
todo lo que quisieron
A partir de este domingo se interrumpe la lectura del
Evangelio de Marcos para escuchar casi íntegro el capítulo sexto del de Juan.
De este modo, comenzando por el milagro de la multiplicación de los panes, los
próximos domingos se abordará el discurso-catequesis de Jesús sobre el Pan de
Vida. Estos incluyen el diálogo sobre el maná del desierto, el significado de
creer en Jesús y comer al Señor, para concluir con las reacciones tanto de sus
oyentes como de los discípulos.
Desde el inicio del pasaje destaca la alusión a la Pascua. Aparte de
señalar que «estaba cerca la
Pascua », hay más indicios que corroboran el vínculo del texto
no solo con la última cena, sino con el misterio de la Muerte y Resurrección del
Señor. Se afirma que Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los
repartió a los que estaban sentados. Con ello se subraya el carácter ritual
paralelo al de la institución de la Eucaristía. Sin embargo, puede pasar desapercibido
un pequeño detalle del comienzo, en el que se indica que Jesús se marchó «a la
otra parte del mar de Galilea». Este paso de Jesús junto con la gente a la otra
orilla ha sido visto como símbolo de la marcha de Israel por el desierto, en el
cual el pueblo elegido recibió el maná del cielo, anticipo de la Eucaristía.
La iniciativa de Jesús
Para realizar este signo, el Señor cuenta con la
colaboración humana. El pan y los peces son traídos por un muchacho. De aquello
que parece muy poco, el Señor va a ser capaz de hacer que produzca gran fruto.
Pero para ello es necesario colaborar con lo que él disponga. En el texto
sobresale la iniciativa de Jesús, quien dirige los movimientos y se preocupa de
la acción de gracias e incluso del reparto, algo que no ocurre en la narración
de este episodio por otros evangelistas, donde son los apóstoles los que
distribuyen el alimento. Asimismo, Jesús ordena recoger los restos para que
nada se pierda. La referencia a los doce canastos que recogieron tras haber
comido y la constatación de que quedaron saciados revelan varias cosas. El
número doce en la Biblia
está vinculado con las doce tribus y, más adelante, con los doce apóstoles.
Aquí representa la abundancia de los dones de Dios. En la primera lectura de
este domingo, tomada del segundo libro de los Reyes, el profeta Eliseo prepara
el milagro. También aparece alguien que aporta pan, personas hambrientas, la
dificultad objetiva y la constatación de que «comieron y aún sobró». Así pues,
Jesús aparece ahora no como un profeta más, sino como el profeta prometido por
Dios, «el profeta que va a venir al mundo».
Jesús como Pan de Vida
Al final del pasaje se relata que «Jesús, sabiendo que
iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña Él
solo». Este desenlace sorprende, en cierto sentido, pues parece que el Señor se
desentiende de la muchedumbre a la cual ha alimentado. Sin embargo, en realidad
pretende huir de una visión meramente humana de sus acciones. Ciertamente,
Jesús busca saciar el hambre de la multitud, pero no permite que su hacer sea
considerado un gesto meramente material y humano. En sus acciones, el Señor
pide el salto de la fe y no solo apoyarse en los proyectos humanos, a menudo
preocupados solo en el bienestar material. En el conjunto del Evangelio se
observa que Jesús, aparte de ayudar en las cosas materiales, siempre ofrece
algo que va más allá. Es el caso de la samaritana, a la que da un agua
verdadera que supera la física; o del ciego de nacimiento. En ambos casos los
pasajes concluían con una confesión de fe en el Señor. El pan que hoy
distribuye Jesús aparece bajo un lenguaje eucarístico, que sirve para preparar
el discurso del pan de vida. San Juan, por lo tanto, no tiene la mirada puesta
tanto en la materialidad del pan, sino en el significado de este gesto como
anticipo del gran don eucarístico.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
Después Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea
(o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que
hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con
sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua , la fiesta de los
judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice
a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». Lo decía para
probarlo, pues bien sabía Él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «200
denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus
discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho
que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en
aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos 5.000. Jesús tomó los
panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y
lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus
discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los
recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de
cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo
que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al
mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para
proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña Él solo.
Juan
6, 1-15