XVI
Domingo del tiempo ordinario (ciclo B)
Se
compadeció de la multitud
Con la imagen de Jesucristo como Buen Pastor que cuida de
su rebaño, que anualmente se nos presenta el cuarto domingo de Pascua, este
domingo retomamos el tema al hilo de la experiencia de evangelización de los
apóstoles. Para comprender adecuadamente este pasaje conviene hacer referencia
a la primera lectura de la Misa ,
del libro de Jeremías. En ella, el profeta establece la contraposición entre
los pastores malvados y el Señor Dios, que se encargará de guiar a su pueblo a
través de las personas que suscitará. El Señor se lamenta de los dirigentes que
llevan al pueblo a la ruina porque se buscan a sí mismos y no defienden al
pueblo contra los peligros que le acechan. Jeremías destaca la oposición que
existe entre dispersar y reunir. Lo primero conduce a la perdición y lo segundo
al crecimiento y a la multiplicación, es decir, a la salvación. Precisamente,
la primera acción que describe el fragmento evangélico es que los apóstoles
vuelven a reunirse con Jesús. Esta vuelta hacia el Señor, tras haber comenzado
ellos la misión, no consiste únicamente en una decisión meramente organizativa,
sino en tratar de contrastar la misión que han realizado con el que los envía
para la misma, puesto que los apóstoles son conscientes de no hacer ni enseñar
nada sin referencia al Maestro.
Estar a solas y descansar
Las únicas palabras que Marcos pone en boca del Señor en
este fragmento hacen referencia a la llamada de Jesús a estar a solas con Él en
un lugar desierto y a descansar. La soledad y el descanso no parecen, por
tanto, accesorios en la tarea evangelizadora, ya que de otro modo no se
subrayaría tanto esta frase en el conjunto del pasaje. Este descanso no se
entiende únicamente como una llamada a la suspensión de cualquier actividad,
olvidándose de la tarea, sino como un tiempo necesario para estar con el Señor
y con aquellos que han recibido la misma misión. Humanamente hablando, todos
tenemos experiencia de que el escuchar y el confrontar con otros nuestra forma
de ver las cosas contribuye no poco a un análisis adecuado de todas las
circunstancias, con el fin de afrontar con mayor ímpetu las diversas tareas que
nos esperan. Al mismo tiempo se está previniendo a los discípulos de un estéril
activismo y de tensiones que pueden poner en peligro no solo la misión que
realizan, sino su propia identidad como enviados del Señor.
La vida de la
Iglesia ha visto en este pasaje las condiciones necesarias
para afrontar con serenidad y equilibrio no únicamente la evangelización, sino
la propia relación con el Señor. No es posible mantener un vínculo con
Jesucristo si se descuida el mandato de estar a solas con Él; de fomentar una
relación con Dios calmada y sosegada. Por eso, desde siempre la Iglesia ha invitado a
todos los cristianos a cuidar tiempos y lugares de oración. La celebración de
la liturgia de las horas constituye el modo ordinario a través del cual
colocamos al Señor en el centro de nuestra vida, para que sea él el centro de
nuestro tiempo. De los mismos apóstoles sabemos que subían al templo a orar a
determinadas horas. Aparte de la celebración litúrgica, los pastores han
recomendado siempre tiempos especiales de oración, sobre todo para quienes se
van a dedicar más directamente al anuncio del Evangelio.
La urgencia de la misión
Como si de una contradicción se tratara, da la impresión
de que el Señor, por una parte, pide descanso y retiro y, por otra, no
encuentra momento para el propio reposo. Esto no significa una incoherencia en
su enseñanza, sino el mostrarnos que lo que mueve el corazón del Pastor no son
los planes personales, sino el servicio concreto que las personas necesitan. Se
expresa muy bien a través de la palabra compasión, tantas veces
atribuida a Dios en la
Biblia. Así pues, el descanso no lleva a desentenderse de las
necesidades de quienes el Jesús tiene delante, sino a poder valorar con mayor
clarividencia lo que el hombre necesita y actuar en consecuencia.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo los apóstoles volvieron a
reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les
dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque
eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se
fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los
reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel
sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se
compadeció de ellos, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso
a enseñarles muchas cosas.
Marcos
6, 30-34