Es la llamada a la Misión. Una festividad el Corpus donde se
manifiesta al mundo el amor que Dios nos da, y ese mundo contempla un milagro
en la Eucaristía.
El Santo no solo se ha quedado en la Custodia , sino en un
trocito de pan que se queda para nosotros en la fragilidad y en el camino de
sencillez.
Todo esto nace de la necesidad de aprender la verdadera vida
de sencillez, pero entregándose para todos. Nos encontramos con la sorpresa de
un Dios que se hace pequeño, siendo grande.
Y se exalta a Cristo no sólo alabándolo con magnitud sino se
hace en Espíritu y Verdad. Adorar es postrarse ante Cristo y ante todos los
necesitados. Cristo habita en todos y lo llevamos a nuestras calles como camino
de salvación.
Rendimos un culto
humilde, un culto de amor y misericordia. Somos custodios de Cristo.
Hoy especialmente lo recibimos para que el mundo lo
reconozca, pero nos hacemos varias preguntas: ¿Como lo recibimos? ¿estoy preparado?
Estamos llamados, elegidos a llevar a Cristo a todos,
sabiendo que el mundo lo rechazará. Aun así se recibirá el mensaje porque
necesitamos de Cristo, con esperanza en este nuestro mundo.
Es un regalo porque somos testigos y custodios de su amor.
Que donde estemos nosotros se reconozca a Cristo, Verdad y Vida.