Solemnidad de la Santísima Trinidad
Estoy con vosotros
No
hace mucho, hablaba yo con una persona sobre las dificultades que encuentra la
misión cristiana en el mundo de hoy, caracterizado, entre otras cosas, por la
presencia creciente de diversos credos religiosos en los medios de comunicación
e incluso en el misma ciudad o barrio donde vivimos. Me decía que el mensaje
cristiano es complicado, mientras que el de otras religiones es más sencillo;
que nuestro credo es difícil de explicar, precisamente por ser trinitario, pues
resulta complicado hablar de un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Según
mi interlocutor, la gente sintoniza mejor con cosas menos complejas y más
cercanas a la experiencia. Parecía decirme que sería mejor conformarnos con
hablar de un Dios misericordioso, de energía espiritual y de amor al prójimo.
Sin
embargo, el Señor, en el momento solemne de su despedida, envía a los suyos a
todos los pueblos a hacer discípulos precisamente «bautizándolos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». La misión de la Iglesia es medularmente
trinitaria y no puede ser otra cosa.
El
problema no ha sido ni es la
Trinidad , sino precisamente, por el contrario, la debilidad
de nuestra fe trinitaria y de nuestro testimonio del Dios trino. El anuncio de la Trinidad Santa no
dificulta la misión, sino que la hace posible.
Porque
el único Dios verdadero es un Dios con corazón. Y eso no sería realmente así,
ni lo sabríamos con certeza, si no fuera por el Hijo eterno, cuyo costado ha
sido traspasado en la cruz por nuestros pecados. Gracias a la fuerza del
Espíritu, Señor y dador de vida, Dios se nos comunica en el Resucitado, cuyo
corazón humano sigue latiendo por nuestro amor en la Gloria. Pero esas
entrañas, no son las de un hijo cualquiera de mujer, sino las del Hijo de María
y del Padre eterno.
Dios
es verdaderamente misericordioso, porque es el Dios trino: el que se ha hecho
cercano a los mortales y pecadores hasta sufrir Él mismo, en el Hijo, la muerte
del pecador. Dios es amor, porque los tres se aman eternamente, en perfecta
unidad, y porque los tres actúan en la creación y la salvación desde esa fuerza
infinita del amor divino. Así, el amor consiste en que Dios nos ha amado
primero, porque Él es el amor creador, origen de todo amor.
Hablar
del Dios trino es mucho más vivo que hablar de un Dios puramente conceptual,
como es el Dios de los filósofos, que, afortunadamente, supieron también
pensarlo como la Causa
no causada de las causas, por ejemplo. Dios es ciertamente eso. Pero su verdad
es mucho más viva. Es una verdad que ningún ser humano ha podido imaginar ni
pensar; accesible para la mente humana, pero divina. Ha tenido que venir ella a
nosotros. Y ha venido en el Hijo de María, en quien Dios mismo nos lo ha dicho
todo acerca de sí mismo.
Él
está con nosotros siempre. Por eso es posible la misión. No gracias a nuestras
ideas, por más sencillas y experienciales que sean, sino porque Jesucristo
permanece siempre con nosotros, en su Iglesia.
+ Juan Antonio Martínez Camino
Evangelio
En
aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les
había indicado.
Al
verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús
les dijo:
«Se
me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y
haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado.
Y
sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».
Mateo 28, 16-20