Fotografías cedidas por nuestros
hermanos José, Esperanza y Carmen Soto, Manuel Piñero y María y Carmen
Ruiz-Henestrosa. Texto redactado a encargo por N.H. Marco A. Velo
Cuando
los ángeles custodios de la tradición (siempre sempiterna) y los duendes (nunca
escurridizos) de la actualidad se funden en un fenómeno de convergencia –tan
inversamente proporcional a la indolencia religiosa que pulula en derredor-,
entonces –al pie de la memoria de un naranjo en flor o bajo la apagada hoguera
de las vanidades del individualismo- fluye lo real maravilloso. Y no nos
referimos al género literario fraguado sin error de cálculo por Alejo Carpentier,
sino a la lágrima contenida por la multitud selecta en función de una mudanza
física –eventual, pero traslado al fin y al cabo- que tampoco supuso in
extremis para los ejemplares hermanos del Cristo de la Expiración el
espontáneo llanto derramado in hac lacrymarum valle. Porque los cofrades de las
Cinco Llagas y los padres franciscanos abrieron unánimemente –desde el minuto
cero-, Deo gratias, Deo volente, las puertas de su casa, de su sede, de sus
entrañas y de su solidaridad jamás vacilante sino muy al contrario: firme como la Fe que ambas corporaciones
mantienen incólume desde siglos ha. Los cofrades del Cristo –los devotos del
Señor del Campillo- se encuentran también en el seno de su propio ser allá por
Plaza Esteve. Lo saben y lo somatizan a fuer de acciones –que suman excelentes
razones-. La amenazadora lluvia impidió el traslado previsto para la fecha
primera: el lunes 4 de mayo. Ya entonces hermanos de las Cinco Llagas como
Francisco Barra, José Pacheco, Inmaculada Pérez o Ramón Emilio Mejías –presentes
en la Ermita
de San Telmo- comunicaron por motivos más que justificados su imposibilidad de
acompañarnos en la nueva jornada anunciada: el sábado subsiguiente. A todos
ellos los llevamos seis días después asidos al rito latiente de la amplísima
representación de esta cofradía de las Cinco Llagas que a voluntad integró el
cortejo de los hermanos del Valle. ¿Tempus fugit? No así durante el ínterin del
tempo de la tarde noche del pasado día 8 del corriente mes de mayo.
Indescriptible la esencia de cada instante. Tutti contenti. Sincrónicas
sonrisas. Fraternidad, historicidad, equidad. La Hermandad de las Cinco
Llagas obsequió además a la del Cristo con un cuadro de bienvenida que recogía
a modo de collage instantáneas firmadas por nuestro querido hermano José Soto
alusivas y concernientes a la última vez que los pasos de la cofradía de San
Telmo tuvieron –como un ideologema del futuro mediato- que resguardarse en la Capilla del Voto cuando la
lluvia intensificó su imprevisto e impredecible derrame. Aplausos atronadores
en el atrio de la iglesia. Fluyente jornada histórica. Sentido de
confraternización elevado a la enésima potencia. El Cristo, el Nazareno
Franciscano, la Señora
del Valle, la Virgen
de la Esperanza …
Fervores que ya habitan en idéntico domicilio. Aquel que el destino –indomable
e inescrutable- ha unido y fundido a mayor gloria de Dios.