La palabra
autoridad ha salido en este quinario varias veces. La autoridad de
verdad es la del Señor.
Cuando
cada 8 de septiembre la Virgen de Regla sale, se me caen todos mis planes.
Vuestro fraile llora cuando sale la Virgen y destroza todos sus planes
pastorales.
Nuestra
Madre en esta Hermandad se llama Esperanza. Y yo me estoy cerciorando de que
sea Esperanza cierta, como la llama Nuestro Padre San Francisco en su
oración ante el Cristo de San Damián: “Sumo, glorioso Dios, ilumina las
tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento”.
La fe es
un regalo de Dios que hay que mendigar.
La
caridad perfecta es cuando amamos con el Corazón de Jesús.
La
esperanza queda a la mitad; es la más pequeña de las tres.
La esperanza
es la virtud teologal por la cual no nos quedamos con lo que tenemos, sino que
anhelamos mucho más. La esperanza cierta es la que pone los valores definitivos
en el cielo.
Me estoy
encontrando con cofrades que no creen ni en el cielo, ni en la tierra, ni en
las Hermandades.
El cielo
existe cuando el que tienes delante lo sientes como tu hermano…
Mientras
estamos aquí en la tierra, aquí y ahora, y el día que muramos, más y mejor.
María es
la Esperanza cierta. Los cristianos creemos y esperamos. Si no estamos labrando
el camino hacia el cielo, ¿qué estamos haciendo?
Por
regalo, todo los que se deriva del cielo en la tierra. Espero que mi Hermandad,
llegado a tocar fondo, pueda salir del atolladero. Espero que España mejore
social y políticamente. Que mi matrimonio sea una feliz vocación.
Con
mucha esperanza, vamos a creer que lo bueno, lo más y mejor está por venir.
María Santísima de la Esperanza, que yo crea como Tú.