Decía
San Francisco de Sales -el santo que celebramos hoy- que más se caza con una
gota de miel que con un barril de vinagre.
Venimos
aquí al templo para rezar unidos al Señor. El templo es un lugar donde
celebramos todos juntos. Signo de la unidad. Pero, si tienes algo contra tu
hermano, ¿qué haces aquí?
Antes
tienes que reconciliarte con tu hermano.
San
Francisco se Asís escuchó al Cristo de San Damián: “Repara mi Iglesia”… y él
puso piedras… pero no se refería a eso el Señor.
Tenemos
que estar unidos, que no es pensar, sentir y vivir las mismas cosas. Lo gordo
no es que nos peleemos. Lo malo es que no nos perdonemos. Estamos muchas veces
reunidos, pero pocas unidos. Lo malo es que no ejerzo la caridad, sino la
crítica y la destrucción.
Las
crisis tienen que venir. No es malo que tengamos diferencias, que haya hermanos
que atentan contra la Hermandad.
La
murmuración es mala, pero se repara con la bendición. La bendición es decirle
al hermano en su cara lo bueno que ha hecho.
No nos
debemos rasgar las vestiduras por los pecados de los demás, sino porque mi
corazón ha dejado de amar, que me impide tratar y perdonar a los demás.
Somos
hijos de Dios. Y eso me capacita a mí para hablar y perdonar como lo hizo el
Señor. Con un corazón HH: de hijo y de hermano del Señor –no podemos ser padre
ni primo (en ambos sentidos)-.
Nuestra
primera vocación es la de ser hermano: Si yo me creo más que tú, malo. El
hermano es el que te da la posibilidad de entender lo que Dios te dice; venimos
a las hermandades para escuchar la voz de Dios por boca de mi hermano.
Aquí estamos;
y el sembrador salió a sembrar y lo hizo de una manera ilógica, sin fijarse
dónde caía la semilla; no fue racional, sino que se dio por completo. “La
medida del amor es el amor sin medida”, decía aquella frase.
¡Ama!
Cuando se ama se gasta menos energía que cuando se odia. Nuestro corazón está
hecho para perdonar. Y aunque puede parecer que el que perdona es más débil, es
al contrario: el que perdona es más fuerte.
Si
nosotros nos llamamos Hermandad …
Tenemos que amar de forma ilógica, como el sembrador. Cuando nosotros vivimos
ese camino… no caigamos en la crítica, en la murmuración, en el juicio, porque
eso nos hace enanos.
Aunque
sepamos que el que tenemos en frente nos está odiando, darle amor. Es más
fuerte el que no acoge ese mal y ese odio que viene de los otros. Lo nuestro es
amar en positivo, tener un corazón HH (de hijo y de hermano).
Francisco
se dio cuenta pronto de que arreglar la Iglesia era amar cada día a las piedras
vivas de la Iglesia, que son los hermanos.
Nosotros,
hermanos de las Cinco Llagas, tenemos que amar a los buenos, pero también amar
a los que no piensan como nosotros, a aquellos que nos critican, que nos
aniquilan, que nos hacen mucho daño..., sin dejarnos herir.
Nosotros
no tenemos que morir por nuestros hermanos –eso ya lo hizo el Señor por ellos y
por nosotros-, simplemente tenemos que darles nuestra paciencia, nuestra
entrega… Nosotros tenemos que amar como Él ama.
Vamos a
pedirle fuerza, vamos a pedirle en nuestra pequeñez amar como Francisco. Que
así sea.