Fuente: ALFA Y OMEGA
III
Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)
El
programa de la misión de Jesús
El Evangelio de este tercer domingo del tiempo
ordinario está compuesto por dos pasajes: el comienzo del Evangelio de Lucas
(Lc 1, 1-4), y el inicio de la predicación de Jesús (Lc 4, 14-21). Estos dos
textos, colocados uno al lado del otro, nos hacen comprender cómo la Palabra de
Dios se convirtió primero en Escritura, en Libro Sagrado, y después, en cada
época –también para nosotros hoy– en Palabra viva para los creyentes.
Así, en el prólogo del Evangelio de
Lucas aparece una dedicatoria a un personaje desconocido, Teófilo, para
mostrarle que lo que él ha oído en una primera etapa es algo serio. Quiere
confirmar las noticias y depurarlas, y para eso –confiesa Lucas– ha investigado
lo que vieron los primeros testigos y han transmitido a través de la
predicación; lo quiere organizar para que tenga una lectura continuada, y así
se lo ofrece.
De este modo, el Evangelio de este
domingo une el comienzo de Lucas con una parte del capítulo cuarto: la
presentación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Después de ser bautizado por
Juan en el Jordán, Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu Santo (Lc 4, 14),
volvió a Nazaret, donde participó de la liturgia del sábado en la sinagoga, en
la que tantas veces alimentó su fe durante las celebraciones comunitarias. Se
puso en pie y, habiendo abierto el rollo que se le entregó, leyó el pasaje de
la Escritura: el capítulo 61 del profeta Isaías, en el que un personaje anónimo
testimonia su propia vocación y misión. Detengámonos en algunas de las
afirmaciones de este profeta:
·
«El Espíritu del
Señor está sobre mí porque él me ha ungido» (Is 61, 1a). Es la unción del
Bautismo. ¿Para qué le ha ungido? Toda venida del Espíritu es una misión, toda
gracia de Dios es misionera. Dios agracia a alguien para el bien de aquellos
que deben recibir esa gracia. Dios ama al Hijo en toda la eternidad, pero ahora
la unción del Hijo es para nosotros: es para la misión. Porque no hay unción
que no sea misionera.
·
«Me ha enviado
para dar la Buena Noticia a los pobres» (Is 61, 1b). Presenta la concreción de
la unción. Es una frase importante porque en ella están contenidas las demás.
Lo ha enviado para llevar a los pobres el gran mensaje del amor de Dios. En el
fondo les va a gritar: «Dichosos vosotros los pobres, porque vuestro es el
Reino de Dios» (Lc 6, 20). El mismo Lucas va a complementar esa bienaventuranza
con una amenaza: «Ay de vosotros, los ricos…» (Lc 6, 24). Anuncia la
preferencia de Dios por aquellos a los que en la vida les toca sufrir hambre,
opresión, desprecio, enfermedad… Son los predilectos de Dios, y son también una
gracia para los demás, para despertar el amor de los demás, que los llevará a
la salvación. Y todo esto se concreta en «anunciar la libertad de los cautivos,
dar la vista a los ciegos, liberar a los oprimidos…» (Is 61, 1c).
·
El final de este pasaje del profeta Isaías
proclamado por Jesús dice así: «Para anunciar el año de gracia del Señor» (Is
61,2a). ¿Qué pudieron entender los presentes en aquella reunión sinagogal
cuando escucharon estas palabras del profeta Isaías pronunciadas por Jesús? La
ley de Moisés ordenaba la celebración de un año jubilar cada 50 años en Israel.
En ese año se devolvían las tierras, se perdonaban las deudas y se daba la
libertad a los esclavos. Es un año de alegría, un año de gracia, de liberación
(cf. Lv 25, 8-22). Es como si Israel sintiera la necesidad de romper el tiempo
(atravesado por la eternidad) para entregarlo otra vez a Dios, acabar con las
rutinas y empezar de nuevo.
Ciertamente, lo más importante en ese momento
ante la sinagoga (que fue lo que provocó después el rechazo; cf. Lc 4, 28-29)
es lo que añade Jesús: «Hoy se cumple esta Escritura», es decir, ese Ungido es
el que está proclamando y hablando. El profeta presentado por Isaías es el
mismo Jesús. La Palabra de Dios testimoniada por el antiguo profeta y escuchada
por los que están en la sinagoga se realiza en Él. Esto quiere decir que esa
página bíblica de Isaías es el programa de la misión de Jesús: ahí está
contenido lo que hará y dirá, la buena noticia, el Evangelio que se cumple por
medio de Él...
Seamos auténticos oyentes de la Palabra
para vivir continuamente de la Palabra. Nos corresponde a nosotros transmitir
con nuestra vida la narración de Dios que el mismo Jesús nos entrega. Seamos
testigos de esta Palabra, mensajeros de su llamada. Pidamos al Señor valentía y,
por encima de todo, el valor de la caridad. Los cristianos somos a veces muy
cobardes, y vivimos encerrados en nosotros mismos por miedo a que se hundan
nuestros pequeños proyectos o fracase nuestra vida. Ese no es el plan de Dios.
Porque esta vida es un camino para aprender a amar. Pasaremos por momentos
difíciles, y tendremos que subir a nuestro pequeño Gólgota y sufrir a veces el
rechazo de quienes nos rodean. Pero seamos firmes. Porque en el fondo de esta
firmeza está el amor de Dios empujándonos a crecer, a aprender y a llegar un
día en el que Alguien abrirá nuestro interior, y de nuestro corazón saldrán
sangre y agua: agua de perdón total y absoluto, y sangre de comunión y de
compartir con el otro sus fatigas y sufrimientos.
JUAN ANTONIO RUIZ RODRIGO
Director de la Casa de Santiago
de Jerusalén
Evangelio
Ilustre Teófilo: puesto que muchos han emprendido la
tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros,
como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares
y servidores de la palabra, también yo después he resuelto escribírtelos por su
orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que
conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. En aquel tiempo, Jesús
volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la
comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se
había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se
puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y,
desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los
pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a
poner en libertad a los oprimidos para proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que le ayudaba, se sentó. Toda la
sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha
cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Lucas 1, 1-4; 4, 14-21