Este
pasaje del Evangelio nos parece un poco extraño, pero es muy interesante porque
San Mateo nos está hablando de la encarnación de Jesús. La genealogía llega
hasta Adán para significar que nuestro nuevo Adán es Cristo.
Nos está
hablando también de la maternidad divina de María. Yo quisiera proponeros una
meditación de María como Madre de la Iglesia y Esposa de Cristo.
En 1854
se proclamó el dogma de la Inmaculada. Hasta ese momento se vio como una destrucción
de la sociedad civil: los hombres habían sido más egoístas, más violentos.
El
Cardenal italiano Gaetano Alimonda fue un gran orador y predicador, y hablaba
con mucho gusto de los privilegios de María Santísima, llagando a decir que
María mostró en sí misma la figura de la Iglesia, como ya apuntó San Agustín.
Tanto María como la Iglesia han sido engendradas de Dios, las dos Vírgenes, las
dos Esposas… de modo que en María podemos contemplar la Madre de la Iglesia y
la Esposa de Cristo. María y la Iglesia están unidad las dos en las humillaciones
y en los triunfos: en la cruz, en Belén, en Caná, en el cenáculo…
Del mismo
modo , la Iglesia sufre las persecuciones de sus adversarios, y hoy no sólo
desde fuera, sino desde dentro…por el pecado de las almas consagradas, incluso
sacerdotes y obispos, muchos han perdido la fe. Ojalá no estemos nosotros entre
ellos.
Y sin
embargo, la Iglesia triunfa en la santidad de sus miembros en la pureza de la
doctrina de su Tradición cuando es fiel a ella.
Todo
esto tiene sus consecuencias para nuestras vidas: en primer lugar el amor a la
Iglesia y a María, nuestra Madre.
¿Cómo es
nuestro amor a la Iglesia? ¿la amáis? ¿la defendéis? ¿en sus sacerdotes y en
sus religiosos? ¿en vuestros responsables como hermanos de la cofradía?
Jesucristo
nos dijo: “Vosotros estáis en el mundo, pero no sois del mundo”. Por eso nuestra
misión no es adaptarnos al mundo.
¿Amáis a
la Iglesia con espíritu de reparación por tanta protestantización?
María
Madre de la Iglesia y Esposa de Cristo nos recuerda este empeño que se nos
encargó el día de nuestro bautismo: ser santos.
María es
el modelo perfecto; la Iglesia es la copia imperfecta. María es la liuz y la
Iglesia es el reflejo. No nos cansemos de imitar a María porque estarermos caminando
en el sendero de la santidad.
Benedicto
XVI nos dijo: “Sólo los santos son los verdaderos reformadores de la Iglesia”.
Y Dios los suscita en momentos de dificultad de la Iglesia: San Juan de la Cruz,
Santa Teresa, San Ignacio, San Francisco Javier, San Francisco, Santo Domingo…
Cardenal
Alimonda: “Qué tierno y excelso es servir a María… inclinarse ante Ella es también
reinar”.