Fuente: ADELANTE LA FE
La devoción a las Sagradas Cinco Llagas de Cristo
se remonta a la reflexión de san Pedro ante las heridas de Cristo crucificado:
“el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de
que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas
habéis sido curados”. (I Pe, 2:24). Más aún, los Padres de la Iglesia entendieron que
fue intención de Cristo que nos acercáramos a Él a través de sus sagradas
llagas. San Agustín describió las heridas de Cristo resucitado como “el
resultado de su poder, no de ninguna necesidad” (Carta 95, 7). San Ambrosio
también escribe que Nuestro Señor eligió conservar sus heridas en su cuerpo
glorificado:
“Escogió llevar al Cielo esas heridas que sufrió
por nosotros, declinó quitárselas, para poder mostrar a Dios Padre el precio de
nuestra libertad. El Padre le coloca en este estado a su derecha, abrazando el
trofeo de nuestra salvación: tales son los testimonios que la corona de
cicatrices nos enseña ahí” (San Ambrosio).
¿Por qué quiere Cristo que nos acerquemos a Él a
través de sus santas llagas? De esta herida fluyeron sangre y agua de su
Sagrado Corazón, lo que tradicionalmente se ha entendido como la apertura de la
gracia santificante a través de los sacramentos. San Agustín escribió: “Ahí se
abrió de par en par la puerta de la vida, por la cual han fluido los sacramentos
de la Iglesia ,
sin los cuales no se puede entrar en la vida que es la vida verdadera” (Homilías
de san Juan Evangelista, 120, 2). Al comentar las prácticas devocionales
medievales, el profesor Duffy escribe que la santa llaga del costado de Cristo
“tenía una fascinación particular y un poder devocional, pues daba acceso a su
corazón y, por lo tanto, se convirtió en un símbolo de refugio en su amor” (Desnudar
los altares, p.244).
La devoción a las llagas de Cristo como refugios,
o lugares donde esconderse, era una importante expresión y símbolo de esperanza
del pecador penitente al enfrentarse a la lucha contra la arremetida de
tentaciones del demonio, así como ante la perspectiva de ser un pecador ante el
Juicio de Dios. Podemos escondernos en las heridas de Cristo para buscar
protección ante el demonio y podemos buscar a través de las cinco Sagradas
Llagas curación misericordiosa de las heridas que nos infligimos a nosotros
mismos por el pecado.
La antigua oración cristológica, el Anima
Christi, expresa esta idea de las llagas de Cristo como un refugio
protector contra el demonio:
Oh buen Jesús, óyeme
Entre tus heridas escóndeme
No permitas que me separe de Ti
Del maligno enemigo, defiéndeme
La famosa oración a las cinco llagas de santa
Matilde (1240-1298) se acerca a cada herida de forma individual como fuentes de
medicina sanadora en las que sumergir los pecados y los deseos pecaminosos,
como en este extracto:
“Os doy las gracias, oh Señor Jesucristo, por la
dolorosa herida de vuestro pie izquierdo, del que manó la Preciosa Sangre
que lava nuestros pecados. En ella me hundo y escondo todos los pecados que he
cometido”.
Julián de Norwich (1342-1416) describe la herida
del costado de Cristo con el mismo sentido de infinita capacidad de traer alivio
al hombre que vimos en la apreciación de una sola gota de la Preciosísima Sangre
de Cristo como capaz de borrar todos los pecados de la humanidad:
“Con amable semblante, nuestro buen Señor miró a
su lado y vio con alegría y, con su dulce mirada, acercó el entendimiento de su
criatura a su costado por la misma herida. Y ahí reveló un lugar justo y
delectable, lo bastante grande para que toda la humanidad sea salvada y
descanse en paz y amor.” (Texto Largo, visión diez).
Tomás de Kempis (1380-1471) también vio las
heridas de Cristo como un refugio de consuelo:
“Descansa en la Pasión de Cristo y vive voluntariamente en sus
sagradas llagas. Ganarás una fortaleza maravillosa y consuelo en las
adversidades” (La imitación de Cristo).
Dicho esto, las llagas de Cristo también expresan
las dos polaridades de la escatología, la ira divina y la divina misericordia.
Escribe el profesor Duffy:
“… se creía que, cuando Cristo viniera como juez,
mostraría sus heridas a los elegidos como promesa de su amor por ellos; a los pecadores
como un reproche amargo, “mirarán al que traspasaron”. De este modo, la misma
imagen que hablaba de la ternura de Cristo y de su compasión por el pecador se
volvería una terrible imputación contra el impenitente” (Desnudar los
altares, p.246).
Hacer de la devoción a las Cinco Santas Llagas
parte de nuestra vida de oración es muy útil. Primero, para alcanzar la
disposición idónea para recibir las gracias del arrepentimiento y la salvación
que brota de sus heridas en esta vida y, en segundo lugar, para que sean
prendas de amor en nuestro juicio después de la muerte.
Artículo completo en el siguiente enlace:
https://adelantelafe.com/guia-de-supervivencia-catolica-3-devociones-que-nos-preparan-para-los-novisimos-muerte-juicio-cielo-infierno/