VI Domingo de Pascua (ciclo
A)
La
promesa del Espíritu Santo
En continuidad con el texto evangélico del pasado domingo,
la liturgia nos propone de nuevo algunas de las citas más significativas del
discurso de despedida de Jesús en el contexto de la Última Cena. Quedan poco
más de dos semanas para celebrar la fiesta de Pentecostés. Por eso, en los
últimos días de la cincuentena pascual entra en la escena de modo singular el
«otro Paráclito», al que se refiere el Evangelio de Juan. En realidad, toda la Pascua es un periodo de
especial presencia del Espíritu Santo en la Iglesia , tanto en nuestros días como en el tiempo
que siguió a la Muerte
y Resurrección del Señor, y que rodeó el momento del envío del Espíritu Santo
sobre los apóstoles. El término paráclitotiene un significado
similar al de abogado. Más allá de comprender el sentido
etimológico del término, es fundamental comprender la misión del Espíritu Santo
en la vida de la Iglesia
y en nuestra propia existencia. Si el maligno ha sido visto por la tradición
bíblica y cristiana como el acusador, el que divide o el que tienta a través de
estratagemas atestiguadas en la
Escritura ya desde el relato del pecado original, las
palabras del Señor a los discípulos nos muestran dos aspectos: el primero, que
Jesús mismo es el primer Paráclito, el primer mediador y defensor, a través de
su propia encarnación, llevada a término en el cumplimiento del Misterio
Pascual; la segunda, que Dios no nos busca para acusarnos ni plantearnos
dificultades, sino para salvarnos y posibilitar la perfecta comunión con Él. La
esencia de Dios es el amor, y se concreta en el acercamiento al hombre hasta
las últimas consecuencias, para que el hombre pueda conocer y amar a Dios.
«Si me amáis»
El Evangelio de este domingo comienza del mismo modo que
concluye, recordándonos la necesidad de amar a Dios. La concordancia entre el
principio y el final del texto corresponde a un procedimiento literario llamado
inclusión, adoptado con frecuencia en las narraciones evangélicas con el
objetivo de subrayar la importancia de un tema central en el texto que se
propone. No es necesario insistir en la relevancia del amor a Dios y a los
hermanos para los discípulos de Jesús; pero sí que se precisa mirar cómo se
concreta ese amor, para que la palabra amor no quede
delimitada a un expresivo término sin consecuencias prácticas. Por eso el Señor
afirma que la prueba del amor consiste en aceptar y guardar sus mandamientos,
no en el simple reconocimiento de lo bello y necesario que es amar a alguien.
«No os dejaré huérfanos»
El anuncio del Espíritu Santo no constituye una novedad
absoluta en el plan de redención, sino que corresponde a la culminación de la
nueva alianza, anunciada por el profeta Jeremías y, especialmente, por
Ezequiel, cuando afirma: «Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu
nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de
carne» (Ez 36, 26-27). Se trata de un pasaje que escuchamos como última lectura
del Antiguo Testamento durante la Vigilia Pascual. Su ubicación litúrgica desvela,
por lo tanto, que estamos ante la última gran promesa que realizan las
Escrituras sobre nuestra salvación. Ahora san Juan vuelve a recordar este texto
uniendo la presencia del Espíritu a la vida, cuando afirma: «Dentro de poco el
mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo».
El resto de lecturas que acompañan el Evangelio de este domingo concretan el
modo de realizar la transmisión de esta vida verdadera en la comunidad
cristiana. Entre los gestos y palabras que se relatan en la primera lectura
destacan la oración y la imposición de las manos invocando el don del Espíritu
Santo a los ya bautizados. De este modo ya quedaban cualificados para propagar
la fe, anunciando la Palabra
de Dios y celebrando los sacramentos. Apoyados en este texto evangélico, las
dos dimensiones, evangelizadora y celebrativa, no pueden desvincularse nunca de
la caridad, de la concreción del amor al que nos llama este pasaje del
Evangelio en su principio y en su conclusión.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre
que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la
verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en
cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré
huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros
me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en
mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y
los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también
lo amaré y me manifestaré a él».
Juan 14, 15-21