XXIX
Domingo del tiempo ordinario (ciclo B)
«Servir
y dar la vida»
Durante los últimos domingos estamos acompañando al Se-
ñor en su camino a Jerusalén, es decir, hacia su Pasión, Muerte y Resurrección.
Los dos anuncios de la Pasión
que hemos escuchado hasta ahora por boca de Marcos se caracterizan por la poca
comprensión de los discípulos ante tan dramática noticia sobre el futuro del
Señor. Marcos ha querido insistir incluso en una falta de delicadeza y de
sintonía entre el estado de ánimo de Jesús y las preocupaciones mundanas de los
apóstoles. El episodio al que asistimos este domingo es continuación
precisamente del tercer anuncio de la
Pasión , donde el Señor ha revelado de nuevo que el Hijo del
hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a
muerte y, a los tres días, resucitará. Si tras el primer anuncio el Señor
llamaba a Pedro directamente Satanás, y tras el segundo discutían quién sería
el mayor entre ellos, ahora Santiago y Juan le piden a Jesús sentarse en su
gloria uno a su derecha y otro a su izquierda. A diferencia de la narración de
Mateo, donde es la madre la que pide esto para sus hijos, en Marcos son los
mismos apóstoles los que se dirigen al Señor, poniendo de manifestó que están
lejos de comprender lo que Jesús les acaba de anunciar.
«No sabéis lo que
pedís»
Los anuncios reiterados de la muerte del Señor unidos a
estas sorprendentes reacciones por parte de los discípulos pretenden hacernos
caer en la cuenta de la desproporción entre los planes de Dios y los del
hombre. No pocas veces habían oído hablar los discípulos del reino de Dios; y
no eran pocos los que, incluidos los apóstoles, habían interpretado este reino
en términos políticos o de dominio. La respuesta del Señor desmontará por
completo esta visión. Al hablar del cáliz que iba a beber y del bautismo con el
que iba a ser bautizado, está presentando un horizonte que, lejos de hablar de
éxito, humanamente entendido, sitúa ante los discípulos la desgracia y la
muerte, representadas por el cáliz y el bautismo. Para iluminar estas imágenes
sirven el resto de pasajes de la
Escritura que la liturgia nos ofrece este domingo; en
concreto, la primera lectura, de Isaías, y la lectura de la carta a los
hebreos. En la primera, que forma parte del cuarto canto del Siervo, proclamado
también en la celebración de la pasión del Viernes Santo, se alude al que es
triturado con el sufrimiento, que entrega su vida como expiación y carga con
los crímenes de muchos. La carta a los hebreos se refiere a Jesús como al sumo
sacerdote probado en todo, menos en el pecado; alguien que se ha convertido en
mediador entre Dios y los hombres. No es posible, por lo tanto, contemplar el
cáliz y el bautismo, al que el Señor se refiere, sin considerar a Cristo no
solo como quien se dirige hacia un destino dramático, sino como el que
únicamente de este modo será glorificado. No será posible ahorrarse la Pasión y la Muerte para alcanzar la Resurrección.
No será así entre
vosotros
El pasaje que leemos este domingo nos sirve para constatar
la distancia entre la teoría y la realidad. A pesar de que Marcos consiga, en
cierto modo, dejar en mal lugar a los hijos de Zebedeo, la Palabra de Dios nos señala
también a nosotros. Teóricamente casi nadie censura expresiones como «ser
servidor de los demás», «ser esclavo de todos» o «servir y dar la vida». En la
práctica, nadie tiene la disposición natural para llevar esto a cabo. Y la
mayoría de las veces, si servimos, lo hacemos por algo; al menos para que se
vea y se sepa. Cuando el Señor pide ser esclavo, servir y dar la vida, lo pide
en serio y sin la expectativa de obtener nada a cambio. Ese será el camino para
sentarse en el Reino de Dios.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo, se le acercaron los hijos de
Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que
te vamos a pedir». Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?».
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu
izquierda». Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el
cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a
bautizar?». Contestaron: «Podemos». Jesús les dijo: «El cá- liz que yo voy a
beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a
bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo, sino que es para quienes está reservado». Los otros diez, al oír
aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo:
«Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y
que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser
grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero,
sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y dar su vida en rescate por la multitud».
Marcos 10, 35-45