XI Domingo del tiempo ordinario (ciclo B)
«El dinamismo del reino de Dios»
No destaca el Evangelio según san Marcos por centrarse en
las palabras o discursos del Señor, sino que generalmente describe las acciones
concretas a través de las cuales Jesucristo muestra la cercanía del reino de
Dios. Si a esto unimos que estamos ante un Evangelio breve, presumimos que los
pocos pasajes en los que el Señor se dirige a sus discípulos han sido
cuidadosamente escogidos por Marcos. Este domingo tenemos ante nosotros dos
parábolas en las que se compara el Reino de Dios, en primer lugar, con la
semilla que se echa en la tierra y, en segundo lugar, con un grano de mostaza,
que también es sembrado. Pero, ¿por qué dos parábolas que insisten en el valor
de unas semillas que crecen? Ya hemos comprobado, al hilo de otros relatos, que
Jesús elige escenas y elementos de la vida corriente de los judíos. Por eso,
Marcos remarca expresamente que Jesús «con muchas parábolas parecidas les
exponía la Palabra ,
acomodándose a su entender». La agricultura y la ganadería no son extrañas a
quien escucha a Jesús e incluso nosotros, tras 2.000 años, estamos
familiarizados con estas imágenes. Sin embargo, el acierto en la utilización de
estas parábolas está en que, a pesar de que nos hallemos ante imágenes de la
vida corriente, contienen un fondo de gran importancia.
El crecimiento de la semilla
Al igual que nosotros, es posible que muchos de los
cristianos de los primeros tiempos se encontraran desanimados ante el aparente
poco éxito y arraigo de la misión. No cabe duda de que el punto de arranque de
la vida de la Iglesia
fue todo lo contrario a lo aparente, visible o triunfalista. Marcos trata de
explicarnos, a través de estas palabras del Señor, la fuerza interior de la fe
cristiana, aunque parezca casi imperceptible. La fe ha convivido siempre con la
persecución y el evangelizador tiene ante sí una doble tarea: mantenerse fiel y
generar esperanza. Actualmente vivimos con una perspectiva de 2.000 años, en
los que de distintos modos la evangelización ha calado, si bien con diferentes
matices, en los diversos pueblos de la tierra. Así pues, ha habido tiempos y
lugares donde la fe se ha extendido con mayor facilidad y donde se le han
ofrecido mayores resistencias. Sin embargo, para los primeros oyentes de
Marcos, que no poseían nuestra visión histórica, era fundamental subrayar la
fuerza intrínseca del Reino de Dios. Y qué mejor imagen que la semilla, máxime
si el Señor se había referido a ella: algo que no se ve y que encierra en sí un
enorme potencial; algo que no depende de nosotros, puesto que va creciendo sin
que se sepa cómo. Es consolador oír al Señor decir que el Reino de Dios no
depende de nuestras propias fuerzas sino, ante todo, de la acción de Dios. La
parábola de la semilla hace referencia a algo que está ante nosotros, que lo
vemos y lo tocamos, pero que nos supera por completo.
Enaltece a los humildes
Por su parte, la parábola del grano de mostaza está unida
con la tradición bíblica de colmar de bienes al humilde y despedir vacío al soberbio.
Así lo encontramos, por ejemplo, al final de la primera lectura de este
domingo, de la profecía de Ezequiel: «humillo al árbol elevado y exalto al
humilde, hago secarse el árbol verde y florecer el árbol seco». El grano de
mostaza encierra en sí una paradoja: siendo la semilla más pequeña se
convertirá en un gran árbol. Existe, por lo tanto, una desproporción entre lo
que se ve al principio y el resultado final. Sin duda, ambas parábolas insisten
en la confianza en la acción de Dios a través de la vida de la Iglesia , así como en
cultivar la paciencia ante la ausencia de éxitos inmediatos. Con todo, estas
parábolas no deben entenderse como una llamada a la pasividad o al conformismo,
sino a tener en cuenta que a pesar de nuestro esfuerzo, es Dios es que dirige
los destinos de su Iglesia.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo Jesús decía al gentío: «El
Reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de
noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él
sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la
espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque
ha llegado la siega».
Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el
Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en
la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace
más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del
cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la
palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a
sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Marcos
4, 26-34