Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

lunes, 23 de abril de 2018

Fernando y la transparencia de Dios


Foto: Archisevilla

 Reproducimos a continuación un fragmento del JEREZ ÍNTIMO de N.H.D. Marco Antonio Velo publicado hoy en Diario de Jerez, que lleva por título Fernando y la transparencia de Dios:

“La muerte, en esta ocasión, ni se salió con la suya ni tampoco -al soniquete de Sergio Leone-tenía un precio. La muerte es un intersticio de color violeta. Y ya vaticinó la greguería de Ramón Gómez de la Serna que las violetas únicamente son las ojeras del jardín. ¿Del jardín que tronza y troncha el campo de las malvas? La muerte ahora no ha trasnochado ni ha conjeturado con las fauces del olvido mediato. Porque ha fallecido el sacerdote jesuita Fernando García Gutiérrez, el pariente santo de otro santo potencial: Pedro Guerrero González. Ambos jerezanos. Ambos hijos de San Ignacio. Ambos cultivaron su apostolado allende nuestras fronteras. Fernando no era persona de muecas ni de caretas impostadas sino la concreción facial de una todopoderosa conquista forever: la de la felicidad interior. No existe hombre más carismático, más arrollador, más preclaro, que quien marida (a raudales) la felicidad y el alto intelecto. De los quejicosos jamás se ha escrito ningún verso posmoderno.
Fernando fue un líder sereno y verbal. ¡Cuánta luminosidad académica desprendía! Lo fue -ilustrísimo académico- de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría Sevilla y de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras de Jerez. Su cultura desbordante ya asomaba a cada segundo a través del barandal -que es dentadura del pensamiento- de la sonrisa clara y abierta como una frutal tajada de la dicha de saberse hombre. ¿Su mirada? Cristalina y espejada, como la vidriera mate del quid pro quo. Cuando estrechabas su mano derecha parecías palpar la pasamanería de toda la doctrina ateniense (desde Platón a Crates de Triasio).

Entregó sin melindres ni aspavientos su existencia a la Iglesia desde la perífrasis de una intelectualidad tan polivalente y tan teológica que sus postulados jamás sonaron a cuento chino. Aunque sí al japonés que dominaba con cátedra de docencia internacional. Fernando irradiaba la tronadora fortaleza del optimismo (que es la fuerza del sino). Esa risa copernicana -porque todo lo volteaba con volutas de ciento ochenta grados- que era como una boquiabierta transparencia de Dios. Por amor. Martín Descalzo solía comentar que quien ama mucho sonríe con facilidad. Así es en efecto. Ha resucitado para nuestra memoria (sempiterna) un sacerdote culto y risueño, como el perímetro de un rango universal: ¿qué tuve, que mi amistad procuraste? Has dejado huella, has sembrado, Fernando, amigo, padre, en lo imperecedero. Y, con el poeta pianista, te digo… "Aquí en mi torpe mejilla/ quiero ver si se retrata/ esa lividez de plata/ esa lágrima que brilla"”.