III Domingo de Pascua (ciclo B)
Les abrió el entendimiento
La celebración eucarística de este domingo propone un
pasaje que es la continuación del relato del encuentro de Jesús con los
discípulos de Emaús. «Estaban hablando de estas cosas», nos dice. El Evangelio
insiste en la perplejidad de los que oían los relatos sobre las apariciones de
Jesús. No tiene nada de particular el plantear dudas ante unos episodios
inauditos y en contraste radical con lo que estas personas habían visto unos
días antes: un condenado a muerte en la cruz, abandonado por casi todos. La
aparición repentina del Señor resucitado en medio de ellos eleva al máximo la
dramaticidad y la tensión. Lucas utiliza los términos «aterrorizados» y «llenos
de miedo», puesto que creían estar viendo un espíritu. Su mente, por lo tanto,
estaba cerrada para comprender lo que había ocurrido.
El texto del Evangelio propone la Resurrección como el
dato central del cristianismo, verdad fundamental que es preciso reafirmar siempre
con fuerza, puesto que negarla, como de varios modos se ha intentado hacer y se
sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento puramente espiritual,
significa desvirtuar la misma fe. Al igual que el evangelista Juan el domingo
pasado, también este domingo Lucas quiere destacar que Jesús no es un fantasma.
Además de hacer referencia dos veces a sus manos y a sus pies, signo de la
identidad con el que murió en la cruz, adopta varios términos que recalcan que
están viendo algo tangible y no se hallan frente a una ilusión o fantasía que
se desvanece. Palpar, carne y huesos son
palabras que pretenden hacernos ver que los discípulos se encuentran ante una
persona real: «Soy yo en persona». Con este énfasis se trata de defender el
valor de la carne. En el credo apostólico confesamos «la resurrección de la
carne». Y este domingo estamos ante una verdadera manifestación de esta
realidad, que sustenta nuestro credo. Sabemos que algunas tradiciones de
aquella época, procedentes del ámbito griego, consideraban el cuerpo y la carne
como algo negativo. El cuerpo era visto como una especie de prisión en la que
estaba encerrada el alma y, por lo cual, la muerte era, en cierto modo,
considerada como la liberación del alma del cuerpo. Sin embargo, no es esta la
perspectiva bíblica, que considera el cuerpo como creado por Dios y, por lo
tanto, algo bueno en sí mismo. Para la fe cristiana esta orientación tiene
consecuencias fundamentales, ya que la corporeidad de Cristo es la culminación
de la creación de todas las cosas por Dios y, en especial, de la creación del
hombre por las manos de Dios.
«Comió delante de ellos»
La presencia del Señor con los discípulos no sirve a estos
únicamente para verificar una identidad con quien murió en la cruz. Jesús no se
muestra vivo solo para que los discípulos lo vean y lo toquen. El objetivo de
sus apariciones es también cambiar su modo de ver la realidad. Y esto requiere
una explicación o enseñanza de Jesús, que tiene como finalidad permitirles ver
la continuidad no solo con lo que Él les había enseñado durante tres años, sino
con lo que estaba escrito desde siglos antes en la ley de Moisés, en los
profetas y en los salmos, es decir, en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en
Cristo se reconoce no solo una continuidad, sino también un cumplimiento: «era
necesario que se cumpliera todo», escuchamos también. El ámbito en el que esta
explicación se lleva a cabo es en torno a una mesa. La tradición ha considerado
la celebración eucarística, también alrededor de una mesa, como el lugar en el
que podemos reconocer a Jesucristo resucitado. Así pues, para descubrir a
Jesucristo vivo en medio de nosotros es necesario que alguien nos abra los ojos
para comprender la
Eucaristía y, al mismo tiempo, sentarnos en la mesa en la que
el Señor está en medio de nosotros.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
Al En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les
había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se
presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos
aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y Él les dijo: «¿Por
qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y
mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene
carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los
pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo que comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo
tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras
estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la
ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí. Entonces les abrió el
entendimiento para comprender las escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el
Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre
se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Lucas
24, 35-48