Bendición de la primera piedra del monumento del Sagrado Corazón de Jesús, el 13 de mayo de 1931 |
Fuente: ALFA Y OMEGA
Fátima es mucho más que los tres secretos
revelados por la Virgen
a los pastorcitos videntes. Es un prodigio místico capaz de atraer a miles de
personas, católicas o no. ¿Cómo fue posible que la palabra de tres niños analfabetos
haya cambiado el curso de
«¡Ni un milagro nos puede salvar!»,
escribían los obispos en enero de 1917. En mayo, «la irrupción de lo
sobrenatural determinaría el resurgimiento católico»
Texto: Andrés Beltramo
Álvarez
Actual delegado
del Pontificio Consejo de la
Cultura , entre 1998 y 2008 el clérigo presidió la comisión
encargada de editar todos los documentos referidos a las visiones de Fátima
(1917-1930). Unos 15 tomos que incluyeron cartas, certificados, actas y
artículos a favor y en contra del fenómeno que cumplirá un siglo el próximo 13
de mayo.
Ese día el Papa
Francisco declarará santos a dos de los tres pastorcitos, los hermanos
Francisco y Jacinta Marto. Lo hará durante una Misa en la explanada del
santuario ubicado en la Cova
da Iria, el valle rural donde los videntes advirtieron por primera vez a una
mujer vestida de luz el mediodía de aquel 13 de mayo de 1917.
Pasó poquísimo
tiempo entre la primera visión de los niños y el repentino clamor popular que
produjo la noticia entre la población portuguesa. «Fue una cosa increíble: en
mayo estaban los tres, pero después, en junio, se presentaron unas 60 personas
y en octubre, para la última visión, eran ya 50.000 según los periodistas
–incluso no católicos– que estaban presentes. Todo sin que la Iglesia se moviese, algo
extraordinario», destacó Moreira Azevedo en un encuentro con periodistas en
Roma, preparatorio a la visita del Papa a Portugal.
Este asombroso
movimiento popular desbordó a la estructura eclesiástica. La Virgen anticipó a los
pequeños que sufrirían mucho, y así ocurrió. Lo primero que padecieron fue la
incomprensión de sus respectivas familias. La más escéptica fue la madre de
Lucía dos Santos que, junto con el párroco local, hizo de todo por convencer a
su hija para que volviese sobre sus pasos. Pero la niña, de 10 años, siempre
replicó: «Mamá, tú me enseñaste a ser verdadera y yo soy verdadera, porque vi».
Paradójicamente
fueron las publicaciones contrarias a la Iglesia , «masones y anticlericales», los
propagandistas más importantes de Fátima. Ellos explicaban lo que estaba
ocurriendo, mientras los periódicos católicos guardaban silencio. «Estos
decían: mientras no exista una declaración de la Iglesia sobre la veracidad
[del fenómeno], nosotros no hablamos», afirmó Moreira.
Tiempo de persecución a la
Iglesia
El contexto
histórico y eclesiástico tuvo su peso en el impacto social de las visiones. A
inicios del siglo pasado, Portugal atravesaba un periodo de inestabilidad. En
1910 cayó la monarquía y se impuso la primera república. Fue un tiempo de
persecución violenta contra la
Iglesia. La mitad de los obispos del país estaba en el
exilio. «La república era un fenómeno urbano, de una élite que no correspondía
a la mayoría de la nación», agregó el sacerdote.
Tras siete años
de tensiones y anticlericalismo, los mismos clérigos parecían haber perdido la
esperanza. Tanto que, en enero de 1917, publicaron una carta pastoral en la que
instaron a todos los fieles a involucrarse en cuestiones sociales y políticas.
Dos años antes se había fundado el partido Centro Católico, pero no lograba
cosechar el consenso de la feligresía porque se le acusaba de ser republicano.
Los prelados terminaron su carta con una expresión premonitoria: «¡Ni siquiera
un milagro nos puede salvar!». «No esperaban que, en mayo de ese mismo año, la
irrupción de lo sobrenatural determinaría el resurgir del ánimo católico en
Portugal», precisó Moreira Azevedo.
El funcionario
vaticano arrojó otra clave: la
Virgen se apareció en un momento de «gran aspiración de la
gente por algo espiritual». De esa forma se explica la «fortuna» de Fátima, en
un tiempo en el que existen informaciones de «otras supuestas manifestaciones»
en diversos lugares del país. Pero la profundidad del mensaje revelado a los
videntes marcó la diferencia.
Escepticismo eclesial
Mientras la respuesta
popular fue inmediata, la
Iglesia se tomó su tiempo antes de digerir lo que estaba
ocurriendo. Uno de los primeros eclesiásticos en convencerse de la veracidad de
las visiones fue el canónigo Manuel Nunes Formigão. Inicialmente escéptico,
cambió de opinión tras un diálogo con los pastorcitos en septiembre de 1917, y
en 1919 comenzó a publicar una serie de relatos que después compiló en el libro
Las grandes maravillas de Fátima, que firmó con el seudónimo de Visconde de
Montelo.
El párroco de
Fátima, algunos días después de las visiones, se entrevistó con los niños y
realizó una pequeña investigación. Pero jamás envió sus apuntes al patriarcado
de Lisboa, del cual dependía su templo. 15 días antes de la primera
manifestación de la Virgen ,
el Vaticano había dictaminado que la diócesis de Leiria (que incluía Cova da
Iria y sus inmediaciones) sería restaurada, tras una anterior supresión. Por
eso, el sacerdote prefirió esperar la llegada del nuevo obispo, quien tomaría
posesión en 1920. José Alves Correia Da Silva, responsable de la diócesis de
Leiria-Fátima de 1920 a
1957, fue fundamental para el fenómeno. También escéptico en sus inicios,
pronto se convenció de la veracidad y decidió comprar los terrenos donde hoy se
encuentra el santuario dedicado a la Virgen. Lo hizo pocos meses después del inicio de
su pontificado y antes de constituir, en 1922, la comisión oficial cuyas
pesquisas le permitieron declarar oficialmente la autenticidad en 1930.
El Cardenal Benedetto Aloisi Masella, legado pontificio, corona a la Virgen de Fátima, el 13 de mayo de 1946 |
Un grupo de fieles durante el milagro del sol, el 13 de octubre de 1917 |