VII Domingo de Pascua. Solemnidad de la Ascensión del Señor
(ciclo A)
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra»
La misión apostólica
En virtud de su poder, Jesús envía a los apóstoles en
misión por todo el mundo, asegurándoles su presencia todos los días, hasta el
fin del mundo. El motivo que domina las lecturas de hoy es el anuncio que han
de llevar a cabo los apóstoles hasta los confines de la tierra, contando con la
asistencia del Espíritu Santo. Esto significa que la Ascensión del Señor no
es únicamente un acontecimiento digno de ser contemplado con admiración. Las
palabras del Evangelio incluyen un mandato, que comienza por «id y haced
discípulos a todos los pueblos». La historia testimonia que los apóstoles y sus
sucesores los obispos, apoyados en el poder de Jesús han proseguido por todo el
orbe la tarea, iniciada por Jesucristo, de hacer discípulos a todos los pueblos
«bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
enseñándoles a guardar todo lo que os he enseñado».
Hasta el final de los
tiempos
Resulta reconfortante oír del Señor «yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el final de los tiempos». De este modo, la Ascensión ni aleja a
Jesús de nosotros ni impide su presencia en su Iglesia, sino que lleva a sus
últimas consecuencias cuanto significa el nombre de Emmanuel, Dios-con-nosotros.
El Señor nos acompaña, pues, en todos los momentos de nuestra vida, y,
especialmente cuando dirigimos nuestra oración litúrgica, Él intercede por
nosotros ante el Padre, con la fuerza del Espíritu Santo. Esto significa
concluir las oraciones «Por Jesucristo, Nuestro Señor»: orar al Padre por
mediación de Jesucristo. Es especialmente alentador, asimismo, oír estas
palabras de Jesús en los momentos y lugares en los que la Iglesia es perseguida.
Durante los 2.000 años de cristianismo han sido muchos los cristianos que,
llegado el momento de la persecución, de la prueba y del martirio, han podido
rememorar esta promesa del Señor, que perdura a través de los siglos.
Ciertamente, puede extrañarnos el modo en el que el Cristo ejerce el poder,
puesto que no interviene para impedir la persecución a sus fieles. Sin embargo,
a pesar de la prueba, podemos estar seguros de que tenemos siempre con nosotros
a quien ha vencido al mal, al pecado y a la muerte.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea,
al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero
algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder
en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos».
Mateo 28, 16-20