Fuente: ALFA Y OMEGA
1,52 metros de santa
La pequeña estatura de la
madre Teresa albergaba a un gigante de la caridad, de la oración y de la fe.
Desde todos los rincones del mundo, y muy especialmente en España, se prepara
su canonización el 4 de septiembre.
Juan
Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
«Yo antes formaba parte de la jet set de Marbella y
salía en las páginas del
¡Hola!, pero madre Teresa le dio la vuelta a mi vida como si fuera un
calcetín». Carmen Álvarez Lara es una voluntaria española que hoy forma parte
de los misioneros laicos de la gran familia que fundó la madre Teresa, y que
acudirá junto a miles de personas de todo el mundo a la canonización en Roma de
la madre de los pobres, el 4 de septiembre. Con 69 años, acostumbrada a moverse
con soltura entre duquesas y marquesas, en las fiestas de la Cruz Roja marbellí,
entró en contacto con las Misioneras de la Caridad en un viaje a Calcuta que hizo en 2006,
acompañando a unos misioneros que conocía de su trabajo como voluntaria en
Manos Unidas. De allí volvió «completamente transformada», hasta el punto de
que nada más aterrizar decidió ir a ayudar en la casa de las hermanas en
Madrid. «¡Pero si Calcuta está en Madrid!», pensó, y allí pasó cuatro años,
encargada de una tarea a la que no estaba acostumbrada: lavar la ropa de los
hombres allí acogidos... a mano, como se hace en todas las casas de las
misioneras en todo el mundo. Lo hizo desde 2006 hasta 2010, cuando tuvo que
dejarlo por una enfermedad.
«Yo evangelizo hasta en la peluquería»
«Me enamoré del Tengo sed del que estaba enamorada
la madre Teresa, y sentí la necesidad de darme. Vi claramente la llamada del
Señor para estar ahí. Me convertí en una mujer completamente distinta», cuenta
Álvarez Lara. Se asoció a las hermanas como misionera laica, con los mismos
votos que ellas pero adaptados a sus circunstancias: «Vivo el voto de pobreza a
mi nivel, no ambiciono nada, ayudo a todo el mundo, regalo todo lo que puedo.
Renuncio a los caprichos y a lo superfluo en todo, y vivo el espíritu de la
madre Teresa desde la vida contemplativa». Hoy Carmen da gracias a Dios «por
esta oportunidad de ponerme en silencio interior. De haber tenido una vida de
cinco estrellas y de viajar en VIP, he pasado a ser yo misma, porque no lo
había sido nunca. Mi conversión se la debo a la madre Teresa. Yo antes no era
muy religiosa, pero hoy cuatro horas en la capilla de adoración se me quedan
cortas».
Pero Carmen va más allá: «Yo hoy evangelizo hasta en
la peluquería. Lo hago en cuanto me dan pie, porque no voy imponiendo nada.
Cuando la gente me pregunta por qué sonrío y estoy feliz, digo: “Porque tengo
fe”. El Señor me ha llamado y he dicho “Sí”. Me he entregado por completo. Y hoy
soy la persona más feliz del mundo».
1.500 pobres de fiesta en Roma
Carmen acudirá como peregrina al que será uno de los
eventos centrales del Año de la
Misericordia , pues la canonización de la madre Teresa será el
broche de oro del Jubileo de los voluntarios y operarios de la misericordia que
presidirá el Papa Francisco el día anterior. Como preparativos a la
celebración, durante esos días tendrán lugar en Roma varias vigilias de oración
y celebraciones de la
Eucaristía presididas por varios cardenales, además de
conciertos, musicales y una exposición sobre la fundadora de las Misioneras de la Caridad.
En todos estos eventos participarán las 200 hermanas
de numerosos países que han recibido el permiso de la congregación para viajar
a Roma. Ellas representarán a las 5.000 misioneras de la Caridad que trabajan hoy
en 140 naciones. Pero la gran novedad será la presencia junto a las hermanas de
1.500 pobres procedentes de las casas que las Misioneras de la Caridad tienen por toda
Italia, muchos de ellos de diversos países del mundo. Con ello, la congregación
pretende que esta sea una fiesta entrañable para todas las personas que
componen la familia de la madre Teresa: las misioneras y misioneros de la Caridad , los voluntarios
laicos, los enfermos colaboradores..., y también los pobres y enfermos a los
que atienden.
«Era suave y firme al mismo tiempo, como Cristo»
Desde España partirán numerosas peregrinaciones
diocesanas, parroquiales y a título individual. Pero no todos los que lo desean
podrán asistir; entre ellos, María López-Bueno, que aunque sí que fue a la
beatificación, en esta ocasión no podrá viajar a Roma porque sale de cuentas...
el mismo 4 de septiembre. María es una de las pocas personas en el mundo que
llamaban a la madre Teresa «mi abuela», porque su primer año de vida lo pasó en
el orfanato que dirigían las hermanas en Calcuta.
María fue adoptada por un matrimonio español muy
vinculado a la madre Teresa, y por eso se muestra «muy agradecida por la vida
que he tenido». Hoy tiene en su casa una pequeña escultura de la Madre y muchas tardes reza
ante ella y le pone una vela. Hasta su misma vocación de enfermera se la debe a
ella: «De pequeña iba con mis padres a la casa de las hermanas en Madrid, y
desde siempre me ha gustado ayudar a los enfermos y curarles. Siempre lo tuve
claro».
Su madre, María José Aroz, que se quedará también en
Madrid estos días para ayudar a su hija antes del parto, tuvo ocasión de tratar
con frecuencia a madre Teresa en sus 17 viajes a la India. «Era una auténtica
madre», la define María José, que pasó muchas horas junto a su marido como
voluntarios en lo que madre Teresa llamaba «mi primer amor»: Kalighat, la casa
de los moribundos, donde los enfermos incurables y los muertos de hambre pasan
sus últimos días antes de morir.
«Lo que aprendí de ella es que el amor es infinito.
Siempre pensamos que al darnos corremos el riesgo de desgastarnos por el
agotamiento, pero ella es la prueba de que el amor es infinito. Aunque no te
conociera te recibía como a uno de sus hijos. Te cogía la cara con esas manos
tan grandes que tenía para transmitirte su amor. Lo hacía contigo y con todos,
¡y no se desgastaba nunca!», dice «la españolita», como le llamaba la Madre.
También recuerda de ella que era «una persona muy
firme, no era dulzona en absoluto. Como Cristo, que era muy suave pero al mismo
tiempo muy firme». Hasta cuenta que llegó a rechazar regalos para sus pobres
cuya única motivación era la pose: «No quería cosas sin amor».
«No pidáis nada. Os llegará»
De su primer viaje a Calcuta ella y su marido
volvieron con una lista de cosas que les dio madre Teresa para enviar a
Calcuta: jeringas, gasas y el material necesario para los cuidados médicos
básicos, «pero no pidáis nada. Os llegará solo», les dijo la madre Teresa. Y
así fue: a los pocos días de aterrizar empezaron a llamar a su casa ofreciendo
todo aquello que la Madre
había pedido para sus pobres. «Nos fue lloviendo todo y nosotros no habíamos
pedido nada».
María José, que es escultora, tomaba bocetos de la
madre Teresa mientras rezaba en la capilla de Calcuta, y al volver a España
comenzó a realizar estatuas de ella orando, a tamaño natural. La primera está
hoy en el mismo lugar de la capilla donde madre Teresa se solía poner a rezar,
y hay ya más de 40 por las casas de las Misioneras de todo el mundo.
Para María José, lo mejor de la Madre es que «no solo ha
salvado miles de vidas, sino que ha movido muchas conciencias. Y sigue con
nosotros como lo que es, una madre».
Una madre pequeña, de 1,52 metros de
estatura, que fue en vida lo más grande que alguien puede llegar a ser.