Tercer Domingo de Adviento (ciclo C)
Gaudete
« Gaudete in Domino semper. Estad siempre alegres en el
Señor »: esta expresión, tomadas de la
Carta a los Filipenses, inicial os textos de la Misa del tercer domingo de Ad
viento, denominado en la tradición romana domingo Gaudete, precisamente por la
primera palabra latina de la antífona de entrada de la misa propia de este día.
Su traducción castellana es «alegraos, regocijaos, estad alegres», y resume
magistralmente la teología de este clásico domingo de Adviento, que anticipa,
de algún modo, el tono gozoso de las próximas fiestas del Nacimiento del Señor,
como ayuda para perseverar en esta espera. Así lo expresa una de las oraciones
de este día :« Concédenos llegar ala Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder
celebrarla con alegría desbordante».
La figura de Juan, el Bautista, sigue centrando la
meditación bíblica de la
Iglesia. Él prepara el camino al Señor y lo anuncia con sus
palabras proféticas y sus gestos penitentes. El Evangelio de este domingo habla
de ser generosos en vez de aprovecharse de los demás; de ser comprensivos y no
extorsionar a nadie. Juan es humilde y no se presenta como el protagonista de
la historia, buscando el aplauso público. Habla de Cristo, de quien es más que
él y a quien no merece suplantar. Jesús sí es el Mesías; Juan, no. Hay que ser
muy humilde y virtuoso para saber aceptar la propia realidad de cada uno. Y hay
que ser muy caritativo para saber aceptar y dar lo que necesitan los demás.
Juan nos enseña que esta es la única forma de testimoniar
convincentemente la verdad de la Buena Noticia a esta sociedad occidental del
Norte, que algún filósofo no denomina ya «posmoderna», sino «poscristiana»,
porque abjura progresivamente de sus raíces más propias. Escuchaba hace tiempo
que el primer milenio cristiano se caracterizó por el predominio de la palabra,
tan importante en la evangelización de la primera hora y en la clarificación de
la fe ante las primeras controversias. El segundo milenio se caracterizó por la
imagen, desde los frescos románicos hasta la ultimísima técnica digital, para
difundir y enseñar la fe. ¿Y el tercer milenio cristiano? ¿Por qué se ha de
caracterizar? Por el testimonio. La gente actual está harta de palabras y de
imágenes. Ya no cree en ellas. Solo la convence el testimonio, las obras, tal
vez como a todas las generaciones pasadas. Como decía Pablo VI, hoy no es época
de maestros, sino de testigos; y se es maestro porque se es testigo. Las
palabras, por tanto, deben ir acompañadas por el testimonio de las obras, y
viceversa. Juan no habla para contentar al pueblo, sino que expone en toda su
radicalidad las exigencias de una auténtica conversión a Dios, por encima de
los propios intereses personales.
Y esta es la actitud que genera la verdadera alegría en el
corazón del cristiano; porque vive en verdad, ante Dios y ante los demás.
Hace no mucho tiempo leía la historia de la beata Mariam
de Belén, mujer árabe, esclava y carmelita descalza, denominada más
familiarmente la pequeña árabe o la arabita. En medio de una vida plagada de
sufrimientos y contrariedades, fue consolada por algunas experiencias
espirituales que ella relata con suma sencillez; y, entre ellas, me llamó la
atención unas palabras, que ella pone en boca de la Virgen María , a modo
de revelación, en plena juventud: «Vive siempre contenta». Tal vez sea este el
mensaje central de este domingo en el camino de preparación al Nacimiento del
Señor y muy en consonancia con el mensaje del Papa Francisco al hablarnos de la
alegría que debe caracterizar hoy al cristiano en el anuncio del Evangelio.
Querido lector, quienquiera que seas y en la situación en la que te encuentres,
escucha estas palabras: «Vive siempre contento».
Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino yla
Disciplina de los Sacramentos
Congregación para el Culto Divino y
Evangelio
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces,
qué hacemos?» Él contestó: « El que tenga dos túnicas, que se las reparta con
el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»
Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le
preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?». Él les contestó: «No exijáis
más de lo establecido». Unos militares le preguntaron: «¿Qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: «No hagáis extorsión a nadie, no os aprovechéis con denuncias,
sino contentaos con la paga».
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si
no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con
agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de
sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la
horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en
una hoguera que no se apaga».
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le
anunciaba la Buena
Noticia.
Lucas 3, 10-18