Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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sábado, 19 de diciembre de 2015

Destacados de la predicación del P. Juan Jacinto del Castillo en el tercer día de Triduo a María Santísima de la Esperanza

El amor maternal -incondicional- de María y la protección de San José

La del 18 de diciembre es una fiesta mariana netamente mariana e hispana. Desde el siglo VII está en nuestro calendario. El Concilio de Toledo pidió  al Papa Gregorio una fiesta distinta al 25 de marzo (la Encarnación) que solía caer en Cuaresma o incluso en el Triduo Sacro.

Estamos en los 8 días previos al parto. Y todos los que han sido padres  saben lo que es estar esperando, la expectación de un parto, con el bolso preparado para salir rápidamente porque se desconoce el momento exacto en que tendrá lugar.

Yo tengo mucha fe en la nochebuena y la vivo con mucha intensidad: qué noche más hermosa y más milagrosa. Cuántos santos se han convertido contemplando el misterio del Niño en el pesebre... desde Santa Teresita al P. Foucauld.

De manera privilegiada, junto al niño, tenemos a la Madre. Una  mujer de una aldea insignificante. Una mujer analfabeta que andaría descalza toda su vida... pero ¿qué tiene esta mujer para que se pida una fiesta para ella a Roma? El éxito de esta mujer es que aporta a la Iglesia y a cada uno de nosotros lo más necesario.

Santa Teresita tenía histeria, un síndrome de abandono con cuatro años. Y superó su mal gracias a María.
Sí hiciéramos una encuesta sobre qué necesita cada uno, diríamos distintas cosas... pero lo que de verdad necesitamos es que nos quieran de verdad. Nos pueden querer porque somos divertidos, rentables, aportamos... pero en nuestro corazón necesitamos que nos quieran de verdad.

A veces nos ponemos una careta para que nos quieran. Pero lo que necesitamos es a alguien con quien no tengamos que ponernos ninguna careta. Eso en la vida lo tenemos o lo hemos tenido: es nuestra madre. Ella me quiere sin condiciones y además, gratis. Porque el amor es una experiencia de gratuidad. El personaje que a Santa Teresita podía amarla así era su madre, que perdió cuando tenía sólo cuatro años. Y fue la Virgen la que la curó. La Virgen de la Sonrisa era una imagen que tenía. Ella vio que la Virgen la sonreía. Y vio que ella era amada de verdad, que no tenía que hacer ningún papel.

Nosotros estamos aquí y encontramos lo que necesitamos de verdad. Ella nos aporta su maternidad, aquello que afecta a mí necesidad más imperiosa y más verdadera: el ser amado.

Alguien que se siente amado no necesita ir murmurando, ni en competición, ni dando puñaladas traperas,... y hablo también de nuestras cofradías.

No quiero olvidar la figura de San José en el Evangelio de hoy. Mientras que su devoción ha venido a menos, Santa Teresa de Ávila llamó a todos los conventos que fundó con el título de San José.


Y es que Dios se hizo obediente a San José. Cristo le está infinitamente en deuda. Le enseñó a trabajar, a leer, a ser un hombre. Si Dios está en deuda con él, es el Santo más importante, el que tiene más poder en el cielo. Que lo invoquemos como nuestro protector especial.