La humanidad de Cristo
y la fe de María
Comenzamos las ferias privilegiadas del Adviento. Hoy nos ofrece la Liturgia la genealogía de
Jesús. Tantos nombres hebreos y arameos sin significación para nosotros… Hoy en
día parece que hemos nacido todos como Garbancito, sin antepasados. Pero no
venimos por generación espontánea. En nuestros genes vienen inscritos nuestros
antepasados, con momentos de gloria y de absoluta vergüenza.
Si hubiéramos leído alguna vez la Biblia completa
conoceríamos a todos estos personajes en los que están representadas toda la
gloria y toda la debilidad de la humanidad. El Señor asume la Historia de la humanidad
con todas sus grandezas y miserias.
En nuestra historia personal hay también momentos de
grandeza y momentos de absoluta miseria. Pero el Señor lo asume todo.El Señor
encaja los momentos preciosos y cuanto en nuestra vida hay de desechable. Y
todo encaja en nuestra salvación.
A María sólo la podemos entender desde la fe. Aunque la fe
la entendemos de modo pobre debido a nuestra cultura grecolatina. Es verdad que
la fe tiene de conocimiento emocional, pero más que conocimiento, es un acto de
la voluntad: yo confío en alguien, que es Dios.
Ella era una hija de Abrahám. Hoy en día todo el mundo
viaja, pero en la antigüedad nadie se movía de su sitio. Las tribus no se
despegaban apenas de su lugar de origen. Los antiguos esto lo sabían
perfectamente. Y los que vieron salir a Abrahám de su casa y de su parentela
pensaron que se había vuelto loco:fuera del clan no había vida. Pero confiado
en Dios fue hacia ha una tierra que no conocía. Él sabía que caminaba hacia la
vida porque tenía fe, se fiaba de Dios.
Esto nos explica el salto en la fe de María: cuando llega
el ángel y le dice que si quería ser madre del Señor, estaba firmando un cheque
en blanco. María sufriría la alcahuetería de las vecinas –el destino de las que
se quedan embarazadas sin marido, si no es la muerte, es el deshonor-. A María
cuando firma el cheque en blanco a Dios, su mundo de Nazaret la señala con el
dedo. A San José –que era justo- se lo tuvo que explicar un ángel, y por eso
decide repudiarla en secreto: para que no la maten.
Ella firma el cheque en blanco a Dios: “Hágase tu
voluntad”. Esa es la grandeza de la Virgen.
Pensemos nosotros: ¿estamos dispuestos a firmar un cheque en
blanco a Dios, o ante cualquier contrariedad comenzamos a chillar, quejarnos e
incluso blasfemar?
Aunque todo sea oscuro hay que decir “hágase tu voluntad”.
Porque será lo mejor. Y esa es la imitación que tenemos que tener de María,
nuestra madre. Eso es lo que un devoto de María debe imitar; dejarse en manos
de Dios como María lo hizo.
Insistimos mucho en la pureza, la virginidad… pero la perla preciosa de María era su fe. Y eso
mismo fue lo que hizo el Señor el Viernes Santo: colgado del árbol se siguió
fiando del Padre; “en tus manos encomiendo mi espíritu”, que quiere decir “me
fío de Ti”.
San Agustín decía que “María, mucho antes de haberlo
engendrado en su seno, engendró al señor en su corazón”.