Cuarto Domingo de Cuaresma
Ser elevado
De
clase elevada, de tono elevado, literatura o música elevada, productos de gama
elevada o alta. Son expresiones que hacen referencia a la búsqueda del espíritu
humano, que suele ir detrás de lo superior, de lo mejor o, como hoy se dice a
menudo, detrás de la excelencia. El ser humano busca la perfección y ésta suele
ser asimilada con la altura, más que con lo bajo o deprimido.
La
legítima y noble búsqueda de la perfección va unida inevitablemente a la
búsqueda del interés propio. Se trata de hallar la perfección propia. Ése es,
en realidad, el objeto de la actividad y de la existencia humanas: de la propia
persona, y también de la propia familia o del propio grupo en el que se trabaja
o desenvuelve la vida. ¿Qué padre o qué madre no buscan conseguir para sus
hijos y para sí mismos metas elevadas de realización humana en todos los
órdenes: material, cultural, espiritual? ¿Qué empresario o directivo social no
busca la excelencia de su empresa o de su organización?
Pero la
búsqueda de la perfección se mezcla también con la desmesura, con el afán de
acaparar hasta pretender convertir al actor de la búsqueda en el centro de la
realidad, al que todo habría de estar dirigido y subordinado. Entonces,elevado se convierte en sinónimo de irreal,
desarraigado y pretencioso. Tono elevado o gama elevada pasan a significar
prepotencia, ostentación o despilfarro.
En ser
elevado consiste el
plan de salvación que Dios traza para la Humanidad caída por medio de su Hijo eterno. Sí:
el ser humano está hecho para lo alto, para compartir la vida divina, para ser
verdaderamente infinito en su libertad y en su amor. Pero ser
elevado consiste, en
primer lugar, en ser levantado en la cruz, en la entrega que el Padre hace de
su Hijo y en la iniciativa tomada por Jesús en esa misma dirección de la
voluntad del Padre. Consiste en la aceptación libre del precio de la libertad,
que ha de ser rescatada de la desmesura del endiosamiento de quienes confunden
el camino de la perfección con hacerse dioses por conquista propia, en lugar de
recibir el don de la vida divina desde lo alto. El precio de la libertad y del
amor es la Cruz.
Sin
una vida elevada por la oración, la penitencia y la caridad, no habrá
excelencia alguna verdadera. Así elevada, la vida humana se hace luminosa,
feliz y fraternal.
+ Juan Antonio Martínez
Camino
obispo auxiliar de Madrid
obispo auxiliar de Madrid
Evangelio
En
aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo
mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado
el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.
Tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de
los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
El que cree en Él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque
no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al
mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran
malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la
luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad
se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».
Juan
3, 14-21