Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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jueves, 26 de marzo de 2015

Crónica del Pregón de la Semana Santa de Jerez

Fuente: Diario de Jerez

Antonio Moure sienta cátedra pregonera en el Villamarta

La Semana Santa tuvo ayer un magnífico prólogo escrito con el mejor compás pregonero ante un teatro que se llenó y disfrutó de las alrededor de tres horas que duró la cita.
texto: FRANCISCO ABUíN


Fue, como se suele decir cuando es extraordinario, todo un pregonazo. Antonio Moure lo bordó ayer y buena muestra de ello fue la inusualmente larga aclamación que cerró la cita del Villamarta con un público puesto en pie que aplaudió a rabiar la gran obra con la que proclamó la Semana Santa. Antonio Moure encandiló, emocionó, alentó y exaltó genialmente la Pasión dedicando prosa y verso a todas las hermandades en lo que ya es un pregón inolvidable. Tremendamente complicado es destacar una parte de otra, unos versos de otros. 

En su conjunto fue un precioso canto a la Semana Santa. Un precioso prólogo que pregonó, con todas las letras, lo que sucederá dentro de seis días. Antonio Moure no desperdició su segunda subida al atril pregonero, como tampoco lo hizo en 1998, pero ayer sentó cátedra. Fue largo pero intenso, alrededor de tres horas duró el acto en su conjunto. No dejó ninguna advocación sin nombrar o exaltar dentro de las más de 17.000 palabras de su obra; y eso tiene mérito. Echó el resto en los versos con una prosa que le sirvió, unas veces para reflexionar y otras para hilvanar contenidos, versos que fueron profundos en los iconos devocionales de siempre pero, lógicamente, con énfasis especial, íntimo y evocador de su ser cristiano y cofrade con las que les toca más de cerca: Tres Caídas y Dolores. Jerez estuvo constantemente en boca del pregonero; ese Jerez que siente, piensa y reza en cofrade. 

La mañana fue desapacible, un día nada propicio para anunciar la Semana Santa, por aquello de la lluvia. Toquemos madera para alejar premoniciones. El teatro se llenó hasta arriba con las primeras filas para hermanos mayores, ex pregoneros y representantes de otras instituciones. En el escenario, adornado con centros florales compuestos por calas blancas, la plateada cruz de guía de la hermandad de las Tres Caídas y el repostero con el escudo de la Unión de Hermandades. Sentados, con el protocolo acostumbrado, el presentador, el pregonero, el presidente de la Unión de Hermandades, el obispo, la alcaldesa y el capellán del Consejo. 

La música debió abrir, como es costumbre, el acto. No fue así, los componentes de la banda municipal protestaron con proclamas levantadas en sus manos, desde el foso, por la situación que atraviesa la formación, dejada totalmente de la mano de quien depende. Tras unos segundos de silencioso titubeo, el público aplaudió el gesto. 

Volviendo a la normalidad de la cita, la secuencia de marchas elegidas por Antonio Moure se abrió, con el telón echado, con Virgen de los Dolores, de Orellana, en honor de su cofradía. Se levantó el telón y sonaron los magníficos compases de la marcha dedicada a la sevillana hermandad del Cerro 'Cristo del Abandono y Desamparo', un homenaje íntimo del pregonero a un amigo. 

Tras la presentación, sonó 'Soleá Dame la Mano', el himno semanasantero de Moure. Su hermano Manolo le presentó evocando su infancia, su ser cofrade y cómo era en la intimidad familiar, con anécdotas incluidas, del ayer pregonero. Fue una presentación cercana en la que Manuel, acertadamente, preludió a su hermano hablado de él y no de sus méritos: "Antoñito tiene un don .. escanciar su alma para encontrar la inspiración". Recordó al cofrade y al que fue pregonero en 1998, el que entonces no tuvo opción de negar la petición que le hizo don Rafael Bellido. 

Terminó el introito con unos versos que no cabe duda elevaron los ánimos de quien durante las siguientes horas se ocupó de levantar el de los más de 1.200 personas que siguieron el sendero que les señaló el heraldo de la Semana Santa. Una Semana Santa que la dibujó desde sus honduras sentimentales, creyentes, y cofrades. 

Evocó sus momentos como nazareno, como costalero, como hijo, como padre y como pregonero pretérito y de hoy. Moure, en clave dedicada a los escépticos y críticos a su designación, dijo que ser dos veces pregonero es "un privilegio sin parangón es, sin duda, una clara excepción a la regla pero, eso sí, nunca un pecado como algunas voces arcanas y de ultratumba han postulado desde su elitista atalaya de pensamientos, obras y omisiones". Este desquite siguió con una confesión diciendo, "ayer y hoy mis palabras siguen limpias, mi gesto cordial y mis brazos abiertos aún cuando la hiel sigue rebosando por muchos tinteros para escribir mundos de sombras". Y para rematar, sin rencores, "ni llevo cuentas del mal ni albergo revancha alguna, si acaso la venganza mía sea de manos tendidas y abrazos sinceros". 

A pecho descubierto, fuera del atril en los medios de las tablas, el pregonero hizo la dedicación de su obra a Jerez: "Aquí me tienes, Jerez/con un pellizco en el alma/con un beso en carne viva/ como un rescoldo de brasas/vengo a romperme los pulsos/ y a partirme la garganta/pregonando la grandeza/de nuestra Semana Santa". Maravilloso canto a Jerez al que el proclamador se entregaba sin ambages ni remilgos: " Por ti, hoy el pregonero, se hace altar de la palabra", unos versos que merecieron el primero de los muchos atronadores aplausos que se sucedieron a lo largo de la mañana; y de los olés, y de los compases por bulerías en las palmas con el público puesto en pie. Fue una explícita declaración a todos para decir desde el atril que sí iba a partir los pulsos y remover las almas de los presentes. 

Genialmente recordó, y hasta cierto punto reivindicó, la Rotonda de los Casinos, alternando la nostalgia del ayer con el hoy cofrade de Jerez cuya expansión va más allá de los empedrados de la ciudad de siempre: "Jerez tuvo un lugar, lleno de duende y pellizco, ruleta del sentimiento, redondel de los delirios...Yo nunca lo olvidaré, yo jamás te olvidaré Rotonda de los Casinos". 

Hubo huecos para sacar la sonrisa e incluso la risa del aforo, como cuando mencionó la nomenclatura de las calles del Jerez más nuevo que toman las más lejanas hermandades: "¿Cómo se puede morir Cristo por estos sitios?". El piano y el clarinete acompañaron algunos de los versos del pregonero como los dedicados a Las Angustias. Fueron los únicos añadidos que se permitió. El resto fue él, su voz y su buena declamación e incluso con inflexiones para llenar de dramatismo algunos pasajes. 

Fue valiente acordándose de los que cuyo amor es a 'contramano', "con el debido respeto que debo a los padres de la Doctrina", para decir a favor estos cofrades tan importantes en este mundillo por su sensibilidad, cualidades y sentido de la amistad, que "he convivido desde mi niñez con conocidos, amigos, compañeros que, desde el primer soplo de vida, han querido y quieren con un continente distinto y que aman profundamente el Evangelio de Cristo. Muchas veces los he mirado a la cara sin saber qué decirles ante, no sé cómo llamarlo, la incomprensión mostrada hacia ellos por algunos de nuestros pastores y sin hallar en ellos más pecado que el de amar más y mejor quizás de lo que yo amaré nunca. Sin embargo, a ellos la palabra Dios se les escribe en minúsculas y con demasiadas tachaduras". 

Fue un pregón en el que también hubo que leer entrelíneas para entender alabanzas y reproches más o menos explícitos como en el momento de La Cena: "El tiempo se fue deprisa/y llegaron los abrazos/y las palabras bonitas/ y los primeros halagos/y las primeras mentiras/ de algunos cofrades malos". 

Con la Esperanza, Moure se fajó para decirle muchas cosas bonitas: "Aquí me tienes señora/Esperanza, Madre nuestra/te traigo escrito un romance/con versos de primavera/nacidos de mis silencios/tras de mi túnica negra". Y también al Prendimiento: "Tarde de lunares rojos/bajo el Arco los flamencos/han llenado de jazmines/ los corredores del viento". Y también a la Soledad: "Tu quieres una clausura/ que Jerez no puede dar/porque le arden las entrañas/sólo con verte penar". Y también al Cristo: "Cuando el Viernes Santo llegue/el mejor de los nacidos/navegando por la historia/en la barca de sus siglos...Todo lo que conociste/para ti será distinto". 

Capítulo aparte, ya en las postrimerías del pregón, mereció el canto a sus 'madres' , "Carmen, mi madre en tierra/ Dolores, madre del verbo/modelos para la vida/y en mi vida el vivo ejemplo/ de cómo se abren las puertas/ las santas puertas del cielo". La Semana santa dibujada con primorosos y diestros colores por Antonio Moure se cerró con cantos de alabanza al cofrade, a la resurrección y a la expectación ante lo que llega, no sin antes cerrar todo con la Piedad: "Contigo se va Piedad/el último avemaría/ la postrera chicotá/se van los últimos vivas". 

Ahí queó, usando la voz costalera, el pregón de 2015. Un gran pregón nacido del talento de un cofrade que supo interpretar lo que se le exigía por aquello de ser otra vez el pregonero. Y bien que ha merecido la pena el embite que aceptó y devolvió con generosidad Antonio Moure Sánchez.