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Foto: N.H.D. José Soto |
Hoy vamos a
hablar de la Preciosísima Sangre del Señor.
El Jueves Santo
se instituye la Eucaristía. Se celebraba con la especie del pan. Y con la
Preciosísima Sangre hacemos referencia a la que procede del vino que se
consagra. Porque igual que el pan se convierte en el Cuerpo del Señor, el vino
se convierte en su Sangre.
El culto a la
Sangre es tan antiguo como el Cristianismo, y
está ligado a la Cruz.
Nosotros
somos redimidos por su Sangre (que proviene del vino).
Los judíos
hacían muchos sacrificios con animales, pero con el Sacrificio deJesús se invalidan
todos los sacrificiod. Su Pasión y su Muertese renuevan en la Santa Misa, pero
de forma incruenta.
Este sacrificio
que se inició en el Calvario se sigue realizando, con lo cual, el vino que se
echa en el cáliz se convierte en la verdadera Sangre de Cristo. Y nos hace
participar de ese Sacrificio que nos salvó del pecado.
Sobre el pan
y el vino se efectúa una separación entre el Cuerpo y la Sangre de Cristo. En
ellos se constituye la esencia del Sacrificio Eucarístico. Esto es lo que hace
posible que lo podamos comulgar en la Misa y que podamos disfrutar de Él
también en el Sagrario.
La Iglesia,
con buen criterio y sabiamente, restringió que para la comunión –y también para
la adoración- se consumiera ordinariamente sólo el pan eucarístico, excepto los
sacerdotes que consumen ambas especies. Pero también hay ocasiones especiales en
los que los fieles pueden comulgar bajo las dos especies, sobre todo en el rito
latino.
Aunque la
devoción de la Sangre de Jesús siempre ha estado latente, prefigurando la
sangre de los mártires, y aunque tuvo su apoyo en los primeros siglos por San
Agustín, no es hasta Pío IX en 1849 cuando se admite como motivo el poder
adorar a Cristo en su Sangre. Y hasta 1933 no se extiende a la Iglesia
universal como culto de primera categoría. Y hasta 1960 no se inserta la
invocación “Bendita sea su Preciosísima Sangre” dentro de la adoración
eucarística.
Se insertó su
celebración en el mes de julio, de modo que este mes está dedicado a la
Preciosísima Sangre de Cristo.
No olvidemos
que en esas Sangre de Cristo fuimos salvados todos; la que nos da la
oportunidad de disfrutar de la vida eterna.
Preparando
estos sermones encontré una oración preciosa: “Eterno Padre, te ofrecemos los
méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, tu Hijo amado y divino redentor
nuestro, por todos aquellos que aman tan gran tesoro, por todos los que se han
unido con nosotros a adorarlo y honrarlo, y por todos aquellos que se ocupan de
propagar esta devoción. Sea por siempre bendito Jesús y démosle gracias porque
con su Sangre nos ha salvado”.