Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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jueves, 31 de diciembre de 2020

Rogad a Dios en caridad por el alma de doña Isabel Jaén Collado, madre de nuestro Hermano Mayor don Rafael Cordero

 




Falleció esta mañana a los 86 años de edad. Las exequias por su eterno descanso tendrán lugar mañana viernes a las 11,30 horas en el Tanatorio de Jerez.

 


domingo, 27 de diciembre de 2020

La Hermandad de las Cinco Llagas muestra su profundo dolor y hondo pesar por el fallecimiento de nuestro destacado hermano Francisco Barra Bohórquez, ex Hermano Mayor y Medalla de Oro de esta corporación nazarena




La misa de corpore insepulto será mañana lunes día 28 a las 16,00 horas en San Francisco. 



 

La Iglesia investiga un presunto milagro ocurrido en San Fernando y atribuido al Beato Marcelo Spínola

 

El posible hecho milagroso consiste en la rápida curación de una mujer, feligresa de la parroquia de San Francisco, aquejada de un agresivo cáncer 

Fuente: DIARIO DE CÁDIZ




Un posible milagro ocurrido en San Fernando podría abrir definitivamente la puerta a la canonización del Beato Marcelo Spínola, nacido también en La Isla. 

El primero paso -tras un arduo trabajo previo de varios años- se dio el pasado viernes, coincidiendo con la festividad de la Esperanza, en la Santa Iglesia Catedral de las Fuerzas Armadas, con sede en Madrid. Allí se celebró la sesión de apertura de la investigación del presunto milagro atribuido al Beato Spínola: la sanación de la grave enfermedad de una feligresa de la parroquia castrense de San Francisco de Asís, ocurrida entre los años 2014 y 2018. 

"Lo que se ha hecho es constituir el tribunal que se encargará de investigar este posible milagro", explica su párroco, el padre Gonzalo Núñez del Castillo, que es además testigo devocional en el proceso, la persona que en este caso invitó a que se encomendaran a la intercesión del Beato. 

El tribunal quedó constituido en esta sesión por Carlos Jesús Montes Herreros, delegado episcopal; Serafín Martínez Fernández, promotor de justicia; José Antonio Sobrino Segura, notario; Bernardino Fresneda Morales, notario adjunto; y Juan B. Roca Núñez, perito médico.

En esta sesión de apertura tomó la palabra la superiora general de la congregación de las Esclavas del Divino Corazón, la hermana Rosario Fernández Martos, y posteriormente se procedió a la lectura del Libello de Demanda por el postulador de la causa, llevándose a cabo el juramento del arzobispo castrense, la lectura del nombramiento del tribunal por el vicecanciller y los juramentos de los miembros del tribunal y del postulador de la causa. El acto finalizó con unas palabras de Juan del Río Martín, arzobispo castrense de España.

La parroquia de San Francisco, en la que fue bautizado el Beato Spínola tras nacer en 1835 y en torno a la que se produce el supuesto milagro que la Iglesia va a investigar, se ha congratulado por la constitución del tribunal, "un paso importante de cara a la canonización", precisa el párroco con todas las reservas que requiere el proceso y en las que insiste: "De momento hablamos de un posible milagro que es objeto de una investigación", matiza. Claro que el simple hecho de conseguir que se constituya un tribunal para que indague en la cuestión es ya un avance importante. 

El milagro en cuestión que se atribuye a Spínola consiste en la curación de una feligresa de la parroquia de San Francisco, aquejada de un cáncer extremadamente agresivo y avanzado, que consiguió recuperarse. "El presunto hecho milagroso que se investiga es lo sorprendente que fue la rapidez de la recuperación", precisa el párroco. 



sábado, 26 de diciembre de 2020

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

Festividad de la Sagrada Familia (ciclo B)

Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén

 

Hace algo más de un siglo que el Papa León XIII instituyó la fiesta de la Sagrada Familia, con la finalidad de que los creyentes pudiéramos contemplar un modelo evangélico de vida, al mismo tiempo que encomendarnos a su protección. Si la veneración a los santos, centrada durante los primeros siglos en los mártires, ha servido siempre para ser conscientes de que es posible vivir de cara a Dios, la meditación en torno a la familia de Nazaret sitúa la familia como el paradigma de la santidad vivida con la ayuda de otros. Aunque solo Mateo y Lucas abordan en su Evangelio los episodios de la infancia del Señor, su testimonio es de gran valor para percibir, por un lado, que Jesús es verdaderamente hombre: como el resto de humanos ha tomado carne y nacido de una mujer, conforme lo expresa san Juan con la expresión «y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». Por otro lado, descubrimos que Dios ha querido que su Hijo naciera en el seno de una familia, cuidado por la Virgen María y san José.

 

Sometido a la ley

El pasaje evangélico de este domingo da cuenta de que los padres de Jesús lo llevan a Jerusalén para presentarlo al Señor, insistiendo en que con ello se cumplía tanto la ley de Moisés como la ley del Señor. Una vez mostrado que Jesús es verdaderamente hombre, con un origen concreto en una familia, el evangelista ha querido destacar que el Señor estará sometido a los principios y costumbres del pueblo en el que ha nacido. Sin embargo, más allá de indicarnos el cumplimiento de unos preceptos religiosos o civiles, se está poniendo de relieve que con Jesucristo se está dando plenitud a la ley de Moisés, incluso desde los momentos iniciales de su vida encarnada. El que años más tarde se situará con una autoridad superior a la de Moisés, como Hijo de Dios, se va a presentar ante la humanidad ya como quien da pleno cumplimiento en su persona a lo que ha sido anunciado desde siglos. De hecho, si nos fijamos detenidamente, junto a la palabra «ley», «cumplimiento» es otro de los términos más destacados en este texto.

 

La bendición de Simeón y Ana

Precisamente, para significar el cumplimiento de las promesas y de la antigua alianza, encontramos en el Evangelio a dos personajes, el anciano Simeón y la profetisa Ana, que reflejan al grupo de israelitas justos que aguardaban desde hacía siglos este momento. La reacción al encontrarse con el niño Jesús es la de quien experimenta que ha llegado la plenitud de los tiempos, como expresa de modo particular el cántico de Simeón. Dios no solamente nos ha visitado, sino que además lo hemos podido ver, puesto que la gloria de Dios se nos revela en su Hijo. Además, las fórmulas «presentado ante todos los pueblos» y «luz para alumbrar a las naciones» indican ya el futuro, no solo del Niño, sino también de la Iglesia como nuevo Israel, cuya misión será la de extender hasta los confines del orbe la Buena Noticia que ahora se empieza a cumplir. La actitud de ambos personajes, bien entrados en años, testimonia, pues, que las promesas del Señor se cumplen siempre, a pesar de que humanamente tantas veces no haya motivo para la esperanza. A menudo quisiéramos que Dios actuara según nuestro reloj y tenemos el riesgo de caer en la tentación de la desesperanza. Sin embargo, Simeón y Ana nos enseñan que quien ha puesto durante años su corazón en el Señor nunca ve defraudadas sus expectativas. En este sentido, también la presentación de Jesús como «signo de contradicción» y la predicción a María de que «una espada te traspasará el alma» es una advertencia a todos los creyentes de que ni María ni los primeros discípulos del Señor se vieron privados de pruebas y contrariedades a la hora de adherirse a Jesucristo.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

Evangelio

 

Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del Niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción –y a ti misma una espada te traspasará el alma–, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los 84; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con Él.

 

Lucas 2, 22-40

 






jueves, 24 de diciembre de 2020

El próximo sábado, Jornada de la Sagrada Familia en nuestra Diócesis

 




La Jornada de la Sagrada Familia viene enmarcada este año con el lema: “Los ancianos, tesoro de la Iglesia y la sociedad”. Con este lema somos todos invitados y de forma especial las familias de nuestra diócesis, a celebrar el próximo: 

SÁBADO 26 DE DICIEMBRE SANTA EUCARISTÍA a las 19,00 horas en la SANTA IGLESIA CATEDRAL presidida por el Rvdo. Federico Mantaras Ruiz-Berdejo,  Administrador Diocesano.

Hacemos nuestras, unas palabras recogidas en el mensaje de nuestros obispos para esta festividad: “El papa Francisco, en su última encíclica, nos recuerda que «la falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad, es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que solo cuentan nuestros intereses individuales. Así, «objeto de descarte no es solo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos». Vimos lo que sucedió con las personas mayores en algunos lugares del mundo a causa del coronavirus. No tenían que morir así». Esta realidad no nos puede dejar indiferentes y debemos recordar las palabras del papa Benedicto XVI en el Encuentro mundial de las familias de Valencia, cuando se refirió a los abuelos como «un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones»”.


miércoles, 23 de diciembre de 2020

domingo, 20 de diciembre de 2020

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

IV Domingo de Adviento (ciclo B)

La alegría de la espera

 

Tras dos semanas en las que el personaje que cobraba mayor protagonismo era Juan Bautista, nos encontramos ante el cuarto domingo de Adviento, el domingo mariano por excelencia, en el que el Evangelio propuesto es el relato de la anunciación del Señor. Si anteriormente hemos insistido en que la importancia de Juan radicaba en la preparación de la llegada del Salvador, ahora percibimos de un modo más nítido cómo María colaborará de modo más profundo. Su misión no será la de indicar dónde está el Hijo de Dios y Salvador de la humanidad, sino nada menos que llevarlo en sus entrañas. Sabemos, por otra parte, que esta elección por parte de Dios había sido preparada años antes, ya en su Inmaculada Concepción, como conmemorábamos hace pocos días. «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» son las primeras palabras que María escucha del ángel Gabriel. El primer mensaje, pues, es de profunda alegría. Con ello se nos está indicando que la realidad inaugurada con la encarnación del Señor nos ofrece una verdadera buena noticia, que conforma el significado etimológico de la palabra Evangelio. La irrupción de Dios en la historia es la mejor noticia que jamás el hombre ha podido soñar. Sabemos que el término original que se esconde bajo la expresión «alégrate» encierra algo mucho más profundo que una alegría efímera o mundana. Se trata de un vocablo griego que expresa un gran regocijo, capaz incluso de poner en movimiento el cuerpo. Por otra parte, la llamada al gozo había sido escuchada siglos antes, de boca del profeta Sofonías, cuando reconocía a Israel como hija de Sion, morada de Dios. Ahora será María el verdadero templo en el que habitará el Señor. Con todo, reduciríamos la hondura del relato si vinculáramos la invitación al júbilo estrictamente a la encarnación o al nacimiento de Jesús. Cuando el pasaje de la anunciación, uno de los textos fundamentales de la Escritura, que prácticamente abre el Evangelio de Lucas, adopta un término tan expresivo como el de «alégrate», se están poniendo de relieve dos realidades. La primera es que esa alegría implicará desde ahora toda la vida de María. Se trata de una fórmula que habrá de recordar a lo largo de sus días, en particular en los episodios de mayor prueba y sufrimiento, como cuando vemos a la Madre de Dios junto a la cruz. La segunda es que el mensaje de exultación pronunciado por el ángel tiene como destinataria a toda la Iglesia, a la que se le anuncia la salvación definitiva, culminada con la muerte y la resurrección del Señor y que ahora se inicia.

 

«No temas»

 Del mismo modo que la llamada a la alegría va más allá de María y tiene por destinatarios a quienes a lo largo de la historia la hemos escuchado, el «no temas» supone un estímulo a la confianza plena en la acción de Dios para todos nosotros, puesto que María es figura de lo que la Iglesia está llamada a ser. Sabemos que, especialmente en los momentos de persecución de la primitiva Iglesia, los cristianos mostraron una especial valentía, fruto de la acción del Espíritu Santo, que les permitió no acobardarse a la hora de anunciar al Camino, la Verdad y la Vida. El mensaje del ángel a María es, por tanto, la confirmación de que su vida está en las manos de Dios, de tal manera que se anticipa en ella la fuerza del Espíritu que años más tarde experimentarían el resto de creyentes. En nuestros días ha de seguir resonando en nuestro corazón el «no temas», ya que también el Espíritu Santo se ha posado sobre nosotros a través de la Confirmación y del resto de sacramentos. En definitiva, es necesario percibir que la irrupción de Dios en nuestra vida constituye siempre una noticia de alegría y de confianza. Solo así será posible repetir, como María, «he aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.


Lucas 1, 26-38







sábado, 19 de diciembre de 2020

Destacados del P. José Hachero Álvarez del tercer día de Triduo


Foto: N.H.D. Ernesto Romero

 


El pueblo estaba a la espera y preguntaban quién sería el Cristo. Primero a Juan y luego a Jesús directamente: “¿eres tú?”

¿Qué está esperando el mundo, en España, en Jerez?

El mismo Jesús planteó  a los apóstoles semejante interrogatorio. Y ¿quién digo yo que es el Señor, si es que lo digo?

La fe en Jesús no es nuestra, pues somos responsables de la fe que hemos recibido de Dios , de nuestros padres, catequistas, Hermandad…

Si no hay confianza en el Señor no hay tampoco lenguaje del corazón, es decir, oración, ¿y qué hay entonces? Una fe sin esperanza.

La esperanza nos aparece como algo pequeño, muy delicado y de color verde, como la hierba del campo. Se cultiva en el corazón como se cultiva el amor. Como un chispazo que puede convertirse en una hoguera inmensa.

Si hay obras, hay esperanza. La fe y la esperanza necesitan de la caridad.

Los sentidos interiores quedaron dañados con el pecado original. El enemigo de Dios, el diablo, te siembra la duda…y te engaña.

Pero la Palabra de Dios se cumple. Lo vemos en el ejemplo de Abrahám. Y a una muchacha de ese Pueblo de Israel le propuso que fuese Madre de su Hijo.

Cristo, por amor a nosotros se rebajó hasta hacerse uno más. El amor vence al odio, y la resurrección a la muerte.

El Señor realiza con los profetas lo que necesitan para tener valentía. Y el ángel le revela a San José la importante misión que le espera: ser en la Tierra padre del Mesías.

San Pablo nos dice que Jesús es nuestra esperanza. De ahí que la Santísima Virgen María sea la Madre de la Esperanza, como la invocamos en la nueva invocación letánica.

Esperanza aquí, pero especialmente en el más allá, en el cielo, a nuestra vida después de la muerte.



viernes, 18 de diciembre de 2020

Destacados del P. José Hachero Álvarez del segundo día de Triduo

 


Foto: N.H.D. Ernesto Romero


La lectura del Evangelio de hoy nos da la idea de que Dios se ha encarnado en la Tierra de una forma sucesiva.

Hoy meditamos también la nueva invocación de la letanía Consuelo de los migrantes.

Los migrantes necesitan papeles; los migrantes necesitan una patria. Es una preocupación constante en la Sagrada Escritura el tema de los migrantes.

A Abrahám lo llamó Dios a salir de su tierra. A él, que tenía la doble traba de no tener ni hijos ni tierra, Dios le da ambas cosas. Y hasta llegar al esplendor del rey David, distintos descendientes tuvieron que emigrar.

A nosotros Dios nos dice que tenemos una tierra interior que la tenemos ocupada. Ya San Pablo decía que a pesar de querer el bien terminaba haciendo el mal…. A eso vino Jesucristo: a conquistar nuestra tierra, la tierra de nuestra vida.

San José y la Virgen tuvieron que ir a Belén a empadronarse; como dice el Papa Francisco, como ahora con el drama de los desplazados internos. Y los tenemos a ellos junto con el Niño como verdaderos refugiados en la huida a Egipto.

Todos los Papas desde San Pío X han tenido especiales oraciones por estos colectivos, hasta llegar a la actualidad con la Jornada Mundial del migrante y refugiado que se celebra el último domingo de septiembre. Y las cáritas parroquiales también están acogiendo y ayudando a familias de refugiados.

María Santísima de la Esperanza es Consuelo de los migrantes.



jueves, 17 de diciembre de 2020

Hoy cumple el Papa Francisco I 84 años

 





Decreto de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano con motivo del Año Jubilar Josefino

 



DECRETO

 

Se concede el don de indulgencias especiales con ocasión del Año de San José, convocado por el Papa Francisco para celebrar el 150 aniversario de la proclamación de San José como Patrono de la Iglesia universal

 

Se concede el don de indulgencias especiales con ocasión del Año de San José, convocado por el Papa Francisco para celebrar el 150 aniversario de la proclamación de San José como patrono de la Iglesia universal.

Hoy se cumple el 150 aniversario del decreto Quemadmodum Deus, por el cual el Beato Pío IX, conmovido por las graves y luctuosas circunstancias en las que se encontraba una Iglesia acosada por la hostilidad de los hombres, declaró a san José Patrono de la Iglesia Católica.

Para perpetuar la dedicación de toda la Iglesia al poderoso patrocinio del Custodio de Jesús, el Papa Francisco ha establecido que, desde hoy, el aniversario del decreto de proclamación así como el día consagrado a la Virgen Inmaculada y esposa del casto José, hasta el 8 de diciembre de 2021, se celebre un Año especial de San José, en el que cada fiel, siguiendo su ejemplo, pueda fortalecer diariamente su vida de fe en el pleno cumplimiento de la voluntad de Dios.

Todos los fieles tendrán así la oportunidad de comprometerse, con oraciones y buenas obras, para obtener, con la ayuda de San José, cabeza de la celestial Familia de Nazaret, consuelo y alivio de las graves tribulaciones humanas y sociales que afligen al mundo contemporáneo.

La devoción al Custodio del Redentor se ha desarrollado ampliamente a lo largo de la historia de la Iglesia, que no sólo le atribuye uno de los cultoa más altos después del de la Madre de Dios su esposa, sino que también le ha otorgado muchos patrocinios.

El Magisterio de la Iglesia sigue descubriendo grandezas antiguas y nuevas en este tesoro que es San José, como el padre de Evangelio de Mateo "que extrae de su tesoro cosas nuevas y viejas" (Mt 13, 52).

De gran beneficio para la perfecta consecución del fin que se persigue será el don de las Indulgencias que la Penitenciaría Apostólica, por medio del presente decreto emitido de acuerdo con la voluntad del Papa Francisco, concede benévolamente durante el Año de San José.

La indulgencia plenaria se concede en las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre) a los fieles que, con espíritu desprendido de cualquier pecado, participen en el Año de San José en las ocasiones y en el modo indicado por esta Penitenciaría Apostólica.

— a. San José, auténtico hombre de fe, nos invita a redescubrir nuestra relación filial con el Padre, a renovar nuestra fidelidad a la oración, a escuchar y responder con profundo discernimiento a la voluntad de Dios. La Indulgencia plenaria se concede a aquellos que mediten durante al menos 30 minutos en el rezo del Padre Nuestro, o que participen en un retiro espiritual de al menos un día que incluya una meditación sobre San José;

— b. El Evangelio atribuye a San José el título de "hombre justo" (cf. Mt 1,19): él, guardián del "íntimo secreto que se halla en el fondo del corazón y del alma"[1], depositario del misterio de Dios y, por tanto, patrono ideal del foro interior, nos impulsa a redescubrir el valor del silencio, de la prudencia y de la lealtad en el cumplimiento de nuestros deberes. La virtud de la justicia practicada de manera ejemplar por José es la plena adhesión a la ley divina, que es la ley de la misericordia, «porque es precisamente la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera justicia»[2]. Por lo tanto, aquellos que, siguiendo el ejemplo de San José, realicen una obra de misericordia corporal o espiritual, también podrán lograr el don de la Indulgencia plenaria;

— c. El aspecto principal de la vocación de José fue ser custodio de la Sagrada Familia de Nazaret, esposo de la Santísima Virgen María y padre legal de Jesús. Para que todas las familias cristianas sean estimuladas a recrear el mismo clima de íntima comunión, amor y oración que se vivía en la Sagrada Familia, se concede la Indulgencia Plenaria por el rezo del Santo Rosario en las familias y entre los novios.

— d. El 1 de mayo de 1955, el Siervo de Dios Pío XII instituyó la fiesta de San José obrero, "con la intención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella inspire la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de derechos y de deberes”.[3]. Podrá, por lo tanto, conseguir la indulgencia plenaria todo aquel que confíe diariamente su trabajo a la protección de San José y a todo creyente que invoque con sus oraciones la intercesión del obrero de Nazaret, para que los que buscan trabajo lo encuentren y el trabajo de todos sea más digno.

— e. La huida de la Sagrada Familia a Egipto "nos muestra Dios está allí donde el hombre está en peligro, allí donde el hombre sufre, allí donde huye, donde experimenta el rechazo y el abandono”[4]. Se concede la indulgencia plenaria a los fieles que recen la letanía de San José (para la tradición latina), o el Akathistos a San José, en su totalidad o al menos una parte de ella (para la tradición bizantina), o alguna otra oración a San José, propia de las otras tradiciones litúrgicas, en favor de la Iglesia perseguida ad intra y ad extra y para el alivio de todos los cristianos que sufren toda forma de persecución.

Santa Teresa de Ávila reconoció en San José al protector de todas las circunstancias de la vida: "A otros parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas"[5]. Más recientemente, San Juan Pablo II reiteró que la figura de San José adquiere "una renovada actualidad para la Iglesia de nuestro tiempo, en relación con el nuevo milenio cristiano"[6].

Con el fin de reafirmar la universalidad del patrocinio de la Iglesia por parte de San José, además de las ocasiones mencionadas, la Penitenciaría Apostólica concede una indulgencia plenaria a los fieles que recen cualquier oración o acto de piedad legítimamente aprobado en honor de San José, por ejemplo "A ti", oh bienaventurado José", especialmente el 19 de marzo y el 1 de mayo, fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, el domingo de San José (según la tradición bizantina), el 19 de cada mes y cada miércoles, día dedicado a la memoria del Santo según la tradición latina.

En el actual contexto de emergencia sanitaria, el don de la indulgencia plenaria se extiende particularmente a los ancianos, los enfermos, los moribundos y todos aquellos que por razones legítimas no pueden salir de su casa, los cuales, con el ánimo desprendido de cualquier pecado y con la intención de cumplir, tan pronto como sea posible, las tres condiciones habituales, en su propia casa o dondequiera que el impedimento les retenga, recen un acto de piedad en honor de San José, consuelo de los enfermos y patrono de la buena muerte, ofreciendo con confianza a Dios los dolores y las dificultades de su vida.

Para que el logro de la gracia divina a través del poder de las Llaves sea facilitado pastoralmente, esta Penitenciaría ruega encarecidamente que todos los sacerdotes con las facultades apropiadas se ofrezcan con un ánimo dispuesto y generoso a la celebración del sacramento de la Penitencia y administren a menudo la Sagrada Comunión a los enfermos.

Este decreto es válido para el Año de San José, no obstante cualquier disposición en contrario.

Dado en Roma, por la Sede de la Penitenciaría Apostólica, el 8 de diciembre de 2020.

 

Mauro Card. Piacenza
Penitenciario Mayor

Krzysztof Nykiel
Regente

 

L. + S.

Prot. no. 866/20/I


[1] Pío XI, Discurso con motivo de la proclamación de las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Emilia de Vialar en “L'Osservatore Romano”, año LXXV, n.67, marzo 1935.I

[2] Francisco, Audiencia general (3 de febrero de 2016)

[3] Pío XII, Discurso con motivo de la solemnidad de san José obrero, (1 de mayo de 1955) en Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santitá Pio XII, XVII 71-76.

[4] Francisco, Angelus (29 diciembre 2013)

[5] Teresa de Ávila, Libro de La Vida, VI, 6.

[6] Juan Pablo II, Exhortación apostólica Redemptoris Custos, sobre la figura y misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia (15 agosto 1989).

 



miércoles, 16 de diciembre de 2020

Destacados del P. José Hachero Álvarez del primer día de Triduo

 

Foto: N.H.D. Ernesto Romero


En este Triduo vamos a desarrollar las tres nuevas invocaciones que el Papa Francisco ha incluido recientemente en las letanías lauretanas.

A la Santísima Virgen se la invoca como madre, virgen y reina. Hoy trataremos la invocación Madre de la Misericordia.

“Sed misericordiosos como vuestro Padre del cielo es misericordioso, que hace salir el sol sobre malos y buenos, sobre justos e injustos”.

Así también la Virgen le dijo a Santa Faustina Kowalska: “Soy madre de todos gracias a la misericordia de Dios”. Por eso es la MADRE DE LA MISERICORDIA.

“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” manda preguntar Juan a sus discípulos a Jesús. E Isaías parece responder por Jesús en la primera lectura: “Yo soy el Señor, y no hay otro”. Nos lo dice el Señor de la Vía-Crucis.

“Por sus frutos los conoceréis” nos dijo el Señor en otra ocasión. Y los frutos del Señor son la ternura, la compasión y la misericordia.

Hemos aprendido en el Catecismo las obras de misericordia, y entre las espirituales:  enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, dar buen consejo al que lo necesita, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y orar por los vivos y los muertos. Y el Papa pide que se nos repitan a menudo porque se nos olvidan; también las corporales, no sólo las espirituales: visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los presos y enterrar a los difuntos.

Hace cinco años que el Papa dedicó un año a la misericordia. Y estamos siempre a tiempo de ponernos al día aunque no lo aprovecháramos. Porque Ntro. P. Jesús de la Vía-Crucis es la misericordia de Dios y María Stma. de la Esperanza es la Madre de la Misericordia.

 

Hoy, jornada de ayuno y oración a propuesta de la Conferencia Episcopal Española

 




https://conferenciaepiscopal.es/la-vida-es-un-don-la-eutanasia-un-fracaso/



sábado, 12 de diciembre de 2020

Solemne Triduo a María Santísima de la Esperanza

 


Campaña de Navidad 2020

 



La Diputación de Caridad pone un  año más en marcha la campaña de Navidad.

Se solicita colaboración con juguetes y con alimentos no perecederos (incluidos productos típicos navideños) para nuestros hermanos más necesitados.

Se pueden llevar a San Francisco en horario de apertura habitual de la iglesia (por las mañanas) entre los días 15 al 20 de los corrientes.

La Junta de Señores Oficiales agradece enormemente vuestra desinteresada  colaboración.

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

III Domingo de Adviento (ciclo B)

Juan Bautista, testigo de la Luz

 

Tenemos ante nosotros dos fragmentos del primer capítulo del Evangelio de san Juan. Es significativo que en los primeros versículos del prólogo, los términos más típicos son los de testigo y testimonio. Esto concuerda con que, a lo largo de las páginas siguientes del cuarto Evangelio, se observe el interés por realizar una especie de defensa judicial de Jesús. Así pues, desde este punto de vista, el primer testimonio a favor de la misión y obra del Salvador será el de Juan Bautista. Tras la llamada a preparar el camino al Señor, que escuchábamos el domingo pasado, ahora se plantea la pregunta sobre la identidad del precursor en un esquema narrativo que recuerda a otros interrogatorios que aparecen en el Evangelio, sobre todo en el contexto de la Pasión de Cristo. Estamos frente a una pregunta fundamental, puesto que conocer la identidad de alguien desvela también cuál es la misión de esa persona. A lo largo del Antiguo Testamento varios habían sido los profetas anunciados que debían preceder la llegada del Mesías. Uno de ellos era Elías, el gran profeta de la Antigüedad. En el libro de Malaquías se afirmaba: «Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande y terrible» (Mal 3, 23). El otro gran profeta esperado es Moisés. De hecho, al final del libro del Deuteronomio se señalaba que «no surgió en Israel otro profeta como Moisés». Por eso tiene sentido que al encontrarse con un nuevo profeta pensaran que podía tratarse de Elías o Moisés. Sin embargo, la respuesta de Juan Bautista constatará, por una parte, que posee una identidad concreta e independiente de los antiguos profetas; por otra parte, se presentará en una actitud de voz y testigo de quien ha de llegar. La autopresentación de Juan Bautista como «la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”» supone una apertura hacia el Señor que ha de venir como salvador, así como situar su figura en función del que ha de venir. La comprensión que Juan tiene sobre sí mismo ayuda bastante a entender cuál debe ser la actitud del cristiano sobre sí mismo. La confesión: «Yo no soy el Mesías», unida a la constatación de la superioridad de quien viene detrás de él en el tiempo, manifiesta la conciencia de no ser salvador, sino de testimoniar y esperar al Salvador.

 

No puede salvarse a sí mismo

 Cuando en este tiempo nos disponemos a esperar a Jesucristo, que ciertamente ha de venir al final de los tiempos, en el día «grande y terrible» que anuncia Malaquías; y cuando nos disponemos a conmemorar la primera venida del Mesías, en la humildad de la carne, puede ser iluminador observar cómo Juan, ante todo, reconoce la existencia de un salvador y comprende que no puede salvarse a sí mismo. Con frecuencia podemos sufrir la tentación de pensar que, tanto individual como colectivamente, es posible alcanzar una felicidad por un esfuerzo o empeño concreto. Esto lleva consigo a menudo no dejar sitio para que entre el Señor, u ofrecerle un lugar marginal en nuestra vida, como alguien cuya fe en él confesamos, pero que en la práctica puede resultar indiferente para nuestro día a día. Junto con la aparición del Bautista como voz, encontramos su misión como testigo de la Luz. Durante estos días en muchos lugares de culto se van encendiendo progresivamente las cuatro velas de la corona de Adviento, que marcan el carácter progresivo hacia la iluminación completa que procede de Jesucristo, cuya encarnación y nacimiento nos disponemos a celebrar. Al igual que la vida del Bautista, la existencia del cristiano debe dedicarse a indicar dónde está esa Luz que es capaz de iluminar a nuestra sociedad, al mismo tiempo que tratamos de caminar paulatinamente hacia ella.

 

  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

Evangelio

 

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». El confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

 

Juan 1, 6-8.19-28






viernes, 11 de diciembre de 2020

El Papa Francisco convoca a un «Año de San José»


Con la Carta apostólica Patris corde (Con corazón de padre), el Pontífice recuerda el 150 aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia Universal y, con motivo de esta ocasión, a partir de hoy y hasta el 8 de diciembre de 2021 se celebrará un año dedicado especialmente a él.

 Fuente: INFOCATÓLICA

Con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal, el Papa Francisco aprobó este martes 8 de diciembre la Carta Apostólica Patris corde, con el objetivo de «que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución»

El Santo Padre ofrece en este documento algunas reflexiones personales sobre la «figura extraordinaria» de San José, «tan cercana a nuestra condición humana».

En la Carta Apostólica, el Pontífice destaca que San José estuvo «siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley y a través de los cuatro sueños que tuvo».

Subraya también que «tuvo la valentía de asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel».

Recuerda que «para proteger a Jesús de Herodes, permaneció en Egipto como extranjero. De regreso en su tierra, vivió de manera oculta en el pequeño y desconocido pueblo de Nazaret, en Galilea, lejos de Belén, su ciudad de origen, y de Jerusalén, donde estaba el templo».

«Después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo», hace hincapié el Santo Padre.

El Papa Francisco ofrece en su Carta Apostólica una reflexión sobre San José como padre amado, padre en la ternura, padre en la obediencia, padre en la acogida, padre de la valentía creativa, padre trabajador y padre en la sombra.

Padre amado

Francisco subraya que «la grandeza de san José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús».

«Por su papel en la historia de la salvación, san José es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano». También recuerda que «como descendiente de David, de cuya raíz debía brotar Jesús según la promesa hecha a David por el profeta Natán, y como esposo de María de Nazaret, san José es la pieza que une el Antiguo y el Nuevo Testamento».

Padre de la ternura

Según enseña francisco en esta Carta Apostólica, «Jesús vio la ternura de Dios en José». «José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia».

Padre de la obediencia

El Papa señala que «así como Dios hizo con María cuando le manifestó su plan de salvación, también a José le reveló sus designios y lo hizo a través de sueños que, en la Biblia, como en todos los pueblos antiguos, eran considerados uno de los medios por los que Dios manifestaba su voluntad».

«José estaba muy angustiado por el embarazo incomprensible de María», recuerda el Obispo de Roma, pero «con la obediencia superó su drama y salvó a María».

Tras huir a Egipto para salvar a la Sagrada Familia de la maldad de Herodes, «José esperó con confianza y paciencia el aviso prometido por el ángel para regresar a su país».

«Y cuando en un tercer sueño el mensajero divino, después de haberle informado que los que intentaban matar al niño habían muerto, le ordenó que se levantara, que tomase consigo al niño y a su madre y que volviera a la tierra de Israel, él una vez más obedeció sin vacilar».

De esa manera, «en la vida oculta de Nazaret, bajo la guía de José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre».

Padre en la acogida

«José acogió a María sin poner condiciones previas», afirma el Pontífice. «Confió en las palabras del ángel».

«José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece y, por más misterioso que le parezca, lo acoge, asume la responsabilidad y se reconcilia con su propia historia».

En ese sentido, «la acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo que es débil».

Padre de la valentía creativa

La valentía creativa, explica Francisco, «surge especialmente cuando encontramos dificultades. De hecho, cuando nos enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajarlos brazos, o podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener».

Por eso, aunque «el Evangelio no da ninguna información sobre el tiempo en que María, José y el Niño permanecieron en Egipto. Sin embargo, lo que es cierto es que habrán tenido necesidad de comer, de encontrar una casa, un trabajo».

«No hace falta mucha imaginación para llenar el silencio del Evangelio a este respecto. La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas concretos como todas las demás familias, como muchos de nuestros hermanos y hermanas migrantes que incluso hoy arriesgan sus vidas forzados por las adversidades y el hambre».

«A este respecto, creo que san José sea realmente un santo patrono especial para todos aquellos que tienen que dejar su tierra a causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria».

Padre trabajador

Hay un aspecto de San José que tradicionalmente se ha destacado, y es «su relación con el trabajo».

«San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo».

Esa identificación de San José con el trabajo digno se hace hoy más necesaria que nunca: «En nuestra época actual, en la que el trabajo parece haber vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo alcanza a veces niveles impresionantes, aun en aquellas naciones en las que durante décadas se ha experimentado un cierto bienestar, es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar».

Padre en la sombra

El Papa destaca que José es para Jesús «la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos».

«Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él».

Francisco explica que «en la sociedad de nuestro tiempo, los niños a menudo parecen no tener padre. También la Iglesia de hoy en día necesita padres».

En ese ámbito, el Papa recuerda otro apelativo que recibe José, el de «castísimo».

«No es una indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todoslos ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz».

José «fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentralizarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida».

Indulgencia en el «Año de San José»

Para obtener la indulgencia plenaria, se precisa en el Decreto, se deberán cumplir las condiciones prescritas por la Iglesia para tal efecto: confesión sacramental, comunión eucarística y rezar por las intenciones del Santo Padre.

Las modalidades en las cuales se concederá la indulgencia plenaria en el Año de San José que comienza hoy son las siguientes:

«Se concede la indulgencia plenaria a cuantos mediten al menos durante 30 minutos la oración del Padre Nuestro, o participen en un Retiro Espiritual de al menos una jornada donde se realice una meditación sobre San José».

«Aquellos que sobre el ejemplo de San José realicen una obra de misericordia corporal o espiritual podrán igualmente conseguir el don de la indulgencia plenaria».

«Para que todas las familias cristianas se sientan estimuladas a recrear el mismo clima de íntima comunión, de amor y de oración que se vivía en la Sagrada Familia, se concede la indulgencia plenaria por el rezo del Santo Rosario en las familias y entre los novios».

«Podrá conseguir la indulgencia plenaria aquel que confíe cotidianamente sus actividades a la protección de San José y cada fiel que invoque con la oración la intercesión del Artesano de Nazaret para que, quien se encuentre a la búsqueda de empleo, pueda encontrar ocupación y que el trabajo de todos sea digno».

«Se concede la indulgencia plenaria a los fieles que reciten las Letanías a San José (para la tradición latina), o el Akathistos a San José, entero o al menos una parte (para las tradiciones bizantinas), u otra oración a San José propia de otras tradiciones litúrgicas por la Iglesia perseguida ad intra ad extra y para el alivio de todos los cristianos que padecen alguna forma de persecución».

Además, «para reafirmar la universalidad del patrocinio de San José sobre la Iglesia, además de dichos motivos, la Penitenciaría Apostólica concede la indulgencia plenaria a los fieles que reciten cualquier oración legítimamente aprobada o acto de piedad en honor de San José».

«Por ejemplo, ‘A ti, oh, San José’, especialmente desde el 19 de marzo hasta el 1 de mayo, en la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, en el Domingo de San José (según la tradición bizantina), el 19 de cada mes y cada miércoles, día dedicado a la memoria del Santo según la tradición latina».

El Decreto finaliza especificando que «en el actual contexto de emergencia sanitaria, el don de la indulgencia plenaria se extiende de forma particular a los ancianos, a los enfermos, a los agonizantes, y a todos aquellos que por motivos legítimos se encuentran imposibilitados a salir de casa, a los cuales, con el alma libre de todo pecado y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, en su casa o donde les retiene su enfermedad, reciten un acto de piedad en honor a San Joseé, consuelo de los enfermos y patrono de la buena muerte, ofreciendo con fe a Dios los dolores y sufrimientos de la vida».