XIV
Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)
«Poneos
en camino»
La designación por parte del Señor de 72 discípulos, que son enviados delante de Él para preparar el ambiente, es una peculiaridad del Evangelio de San Lucas. Movido por su interés en subrayar la universalidad de la misión, Lucas nos hace ver en los nuevos discípulos a todos los pueblos a los que debe ser anunciado el Evangelio, ya que este número simboliza esta totalidad. La razón de ello es que 72 era el número de las naciones enumeradas en el libro del Génesis. Esta multiplicación de discípulos nos hace tomar conciencia de la necesidad de testigos y misioneros que exige la predicación del Evangelio desde su inicio, al mismo tiempo que nos permite tomar conciencia de que esta tarea nunca se ha detenido en la vida de
Las indicaciones para la misión
Lejos de realizar un envío indeterminado, Jesús da unas
pautas claras y precisas sobre el modo de llevar a cabo la misión; una labor
que antes de Pentecostés no irá más allá del ámbito judío. No es difícil hallar
un fuerte paralelismo entre la actitud del discípulo y la propuesta de las
bienaventuranzas, dado que la llamada a la humildad, la pobreza, la paz y el
aceptar la persecución se presentan como las guías de este camino que ahora
empieza. Aparte de ser conscientes de que han sido enviados, a los discípulos
se les pide no llevar demasiado equipaje, tal y como muestra la frase «no
llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias». Para ser auténtico mensajero del
Señor se requiere conducirse con sobriedad, así como libre de intereses y
posesiones. En definitiva, vivir sin ataduras que pueden restar impulso al
anuncio del Evangelio. Este es el sentido, por ejemplo, de los votos
religiosos. Quien dedica su vida a la misión que el Señor le envía es capaz de
renunciar a todo lo que dificulte esa labor. El pasaje evangélico destaca que
esta tarea no se desarrolla en soledad, sino apoyados los unos en los otros.
Por eso Jesús no envía a los discípulos individualmente, sino de dos en dos. La
compañía de los demás no se considera nunca un estorbo, sino un instrumento
necesario que ayuda a valorar, calibrar esfuerzos y discernir. El Evangelio de
este domingo refleja un fuerte optimismo, según se ve en el retorno con gran
alegría de los 72. Con todo, el Señor les advierte de cuál es la realidad en
muchas ocasiones, y los anima a buscar esa alegría no en el éxito mundanamente
entendido, sino en saber que han cumplido la misión para la que han sido
destinados. Otra de las características de este pasaje es la comparación que
hace el Señor para mostrar el modo en el que son enviados: «como corderos en
medio de lobos». Con ello se está indicando que el anuncio que van a llevar a cabo
parte con una desventaja de poder humanamente entendido. No cuentan con
propaganda y el Señor tampoco admite la violencia o la imposición a la fuerza
del Evangelio. Sin embargo, los discípulos cuentan con la promesa de comunicar
la paz. Este ha de ser el atractivo de la misión y el medio para convencer al
mundo. Jesucristo es el rey de la paz. La paz es el primer saludo de Jesucristo
resucitado. Y ello no es simplemente por cumplir con una formalidad en el
saludo judío, sino porque la paz engloba los dones que Dios ha destinado a
quienes le siguen.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo, designó el Señor otros 72 y
los mandó delante de Él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde
pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad,
pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad
que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni
sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa,
decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre
ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa,
comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No
andéis cambiando de casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que
os pongan, curad a los enfermos que haya en ella y decidles: “El reino de Dios
ha llegado a vosotros”».
Lucas 10, 1-9