El acto más grande de amor a Dios
Fuente: ALFA Y OMEGA
«Por uno que reciba la muerte vendrán otros muchos. Su sangre será como
una semilla que dará fruto, y fruto abundante. Vais a hacer el acto más grande
de amor a Dios que puede hacerse y que jamás habéis hecho, pues no hay ninguno
más grande que el del martirio». Así animaba san Vicente de Paúl en 1658 a cuatro hijas de la Caridad que encaminaban
sus pasos hacia una misión arriesgada. Sus palabras resuenan hoy proféticas
cuando, este sábado en Madrid, la
Iglesia en España se dispone a celebrar la beatificación de
60 mártires de la familia vicenciana, en una ceremonia presidida por el
cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y
concelebrada por otros siete cardenales y 28 obispos.
«Estos 60 mártires dieron su vida por amor. Murieron amando y perdonando.
Mostraron una sabiduría que viene de arriba, que no lleva a rivalidades ni a
desórdenes, sino que viene de Jesucristo», afirma el cardenal Osoro, arzobispo
de Madrid, sobre estos 60 miembros de la familia vicenciana, entre los que hay
varios sacerdotes y hermanos paúles, hijas de la Caridad , sacerdotes
diocesanos vinculados al apostolado de la Medalla Milagrosa
y varios laicos hijos de María.
El cardenal Osoro los anima a «dar la vida como ellos, sirviendo a los
demás y considerándolos más importantes que uno mismo». Para el arzobispo de
Madrid, «solo el amor y el perdón sirven a los hombres. Si deseamos este camino
para nosotros hay que pedirlo, porque no es algo espontáneo y natural, sino que
es un regalo que se nos da», ya que esta forma de vivir «solo la hace posible
Jesús; es Él el que nos permite dar la vida por Dios y por los demás. Y es una
propuesta de vida extraordinaria». Todo ello llevará a «construir un mundo sin
rencores ni odios ni envidias, en el que seremos capaces de dar la vida por los
otros, aunque no piensen como nosotros», porque «las armas de
los seres humanos no son las del odio ni las del rencor, sino las de
Jesucristo: el amor que genera vida, y no muerte», subraya el purpurado.
Según el cardenal Osoro, estos mártires son un modelo «más actual que
nunca», porque «hay momentos en la historia en los que parece que nos cuesta
perdonar. Por eso es bueno traer a la memoria a personas como estas, gente que
no destruye sino que perdona, que da la vida no por una idea, sino por una persona:
Jesucristo», porque «la paz tiene un nombre y un rostro: Jesucristo».
El martirio es una gracia
Por su parte, el visitador de la provincia San Vicente de Paúl-España,
el padre Jesús María González, incide en que «para nosotros esta beatificación
es un broche de oro al jubileo de los 400 años de carisma vicenciano que
estamos celebrando este año». Estos mártires «llevaron a cabo a la perfección
nuestro carisma: misión y caridad», y «han sido fieles continuadores de la
misión que Cristo nos ha confiado».
Junto a él, la vicepostuladora de la Causa , sor Josefina Salvo Salanova, afirma que,
además de ser «una ilusión para nuestra familia religiosa», estos mártires «son
todos un bien para la Iglesia »
porque «encarnaron tanto la virtud de la esperanza como la de la fortaleza. Se
fiaron completamente de Dios y eso les dio una fuerza impresionante».
Sor Josefina destaca que «sabemos que muchos de ellos rezaron con fervor
el rosario los días anteriores a su muerte, consolaron a sus propios familiares
y les pidieron que no estuvieran tristes y que perdonaran a sus verdugos, les
exhortaron a confiar en Dios tal como ellos mismos hacían, y algunos hasta
fueron al martirio cantando…».
Para esta hija de la
Caridad , todo ello fue «una gracia sobrenatural» que bebe
directamente «del perdón del Señor en la Cruz. No es algo natural, sino que es producto de
una gracia que viene de Dios».
En esta línea abunda la hija de la Caridad Ángeles Infante, miembro de la comisión
de preparación del evento, quien destaca que esta beatificación es «una gran
fiesta de fe, de perdón y de esperanza», porque para los mártires «su gran
tesoro es la vida, que entregan por amor a semejanza de Cristo. Y esto solo se
entiende con la fe». Además, «todos ellos murieron perdonando», porque para ellos
el perdón fue «su perla preciosa».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo