Medicinas de santo en la farmacia
Este domingo, 15 de octubre, el Papa Francisco canonizará al
escolapio gallego Faustino Míguez. Además de fundador del Instituto Calasancio
Hijas de la Divina
Pastora , dedicado a la evangelización a través de la
educación y la promoción de la mujer, el futuro santo fue un farmacéutico
autodidacta que llegó a tener su propio laboratorio y doce medicamentos
aprobados por el Ministerio de Sanidad
Fuente: ALFA Y OMEGA
No falta mucho para que cuando usted, querido lector, vaya a
la farmacia, pueda comprar cuatro medicamentos que nacieron en el laboratorio
fundado por el padre Faustino Míguez en 1922. Uno será para el hígado, otro
para los hematomas, el tercero para cálculos renales y, finalmente, un
colutorio para afecciones bucales. «Llegamos a tener doce medicamentos
aprobados por Sanidad que se vendían a través de cooperativas farmacéuticas»,
explica la actual directora de Laboratorios Míguez, la calasancia Sacramento Calderón,
también superiora general del instituto fundado por el futuro santo. «Tuvieron
una gran acogida en el mercado farmacéutico» aunque, por diversas
circunstancias, ahora «estamos en proceso de reconversión y gestionando de
nuevo con Sanidad la comercialización de cuatro de los doce medicamentos».
Todo comenzó en su época de estudiante en el colegio de las
Escuelas Pías. Faustino «seguía un plan de estudios de Teología que tenía
muchas asignaturas de ciencias», algo que disgustaba a algunos. «Ahí se despertó
su vocación científica. Pero fue durante su primer destino como escolapio, en
Cuba, donde observó el uso que hacían los estudiantes de las plantas con fines
medicinales».
Destinado en 1989
a Sanlúcar de Barrameda, aún se conservan las actas de
una sesión ordinaria del Ayuntamiento en las que figura «que un miembro dijo
que en el colegio de los escolapios había un excelente clínico al que podían
encargar el análisis de las aguas de los manantiales de la ciudad», explica la
madre Sacramento. El sacerdote accedió a realizar el análisis «y, de hecho,
recogió los resultados en un libro publicado por el propio Ayuntamiento.
También hablaba –en línea con la encíclica Laudato si– de la
importancia del agua para la población y de la necesidad de conocer sus características,
para que fuera bien utilizada y aprovechada».
Esta obra le proporcionó mucho prestigio entre la clase
médica y le acercó al mundo científico de la facultad de Medicina de Sevilla:
«Hay muchos médicos que estudian el resultado de su análisis y dicen que está acorde
con los principios de la ciencia». Y eso que fue autodidacta. «Pero era un
hombre estudioso. En el museo de Getafe que tenemos están todos los libros de
Ciencias, de Medicina, de Farmacia, que él utilizaba. Tiene libros en inglés,
en francés… y sobre todo tipo de enfermedades».
Sus remedios empezaron a alcanzar fama en la ciudad. De
hecho, «hay alguna constancia escrita de que una personalidad del mundo
científico de Sevilla le pidió que, a través de estos experimentos, curase la
enfermedad de un familiar. Efectivamente lo curó y esto provocó que el padre
Faustino se dedicase por completo al tema de las plantas». Elaboró numerosos
medicamentos y atendió a cientos de enfermos, lo que despertó los recelos de la
clase médica de la zona. «Su salida en 1888 está provocada, entre otras causas,
por presiones de los médicos ante sus superiores».
En 1888 llega a Getafe, donde según un escrito de Manuel de la Peña , cronista oficial de la
villa getafense, «la Renfe
se estableció debido a la gran cantidad de enfermos que desde Madrid viajaban a
la localidad para ser atendidos por el padre Faustino». Fue así como surgió el
laboratorio Míguez, ante la avalancha de demandas que encontró. Fue aprobado en
1922 por el Ministerio de Sanidad y puesto en marcha gracias a la ayuda de las
religiosas calasancias, que estudiaron Farmacia para ayudarle en esta labor. La
madre Sagrario Martín estudió la carrera de Farmacia en 1910, enviada por
Faustino. «Fue una de las primeras mujeres que se matriculó en esta carrera en
la universidad, y por supuesto fue la primera religiosa que lo hizo», reconoce
la madre Sacramento, orgullosa. Años después ella también sería enviada por su
congregación a la facultad de Farmacia.
Son muchos los medicamentos que elaboró el futuro santo.
«Llegamos a atesorar 70 fórmulas», sostiene la calasancia. Antes de su
fallecimiento, el padre Faustino cedió la titularidad del laboratorio a las
religiosas con varias condiciones: «Que los beneficios obtenidos se destinaran
por una parte a Misas para las almas del purgatorio; por otra, para el
mantenimiento del laboratorio, y una tercera parte para apoyar económicamente a
mujeres sin recursos, para que pudieran cursar estudios universitarios».
Cristina Sánchez Aguilar @csanchezaguilar