XIV Domingo del tiempo
ordinario( ciclo C)
Enviados
En el camino hacia Jerusalén, Jesús hace un alto para
enviar a algunos de sus discípulos a anunciar el Reino de Dios a diversos
pueblos y lugares donde pensaba ir Él. Dice el texto de Lucas que designó a
otros 72, para diferenciarlos de los Doce, ya elegidos. Los envía «de dos en
dos»; no solos, sino en comunidad, para afrontar juntos y con fortaleza la
tarea. Es importante atender a las disposiciones que les da, porque en ellas se
perciben las instrucciones que da a los discípulos de todos los tiempos.
Las disposiciones del
envío
En primer lugar, Jesús es consciente de la magnitud de la
tarea: «La mies es mucha…» y hay escasez de trabajadores. La tarea es ingente y
la solución no depende de meras estrategias humanas de persuasión o
convencimiento para ganar obreros para la mies, sino que depende de la llamada
de Dios y de la respuesta de los hombres. Por eso el Señor nos invita: «Rogad
al dueño de la mies que envíe obreros a su mies». Una plegaria constante en la
vida de la Iglesia
para que nunca falten evangelizadores y cuidadores de la viña del Señor.
Pero Jesús es consciente también de las dificultades que
asaltarán a los discípulos que Él mismo envía. Por eso, los compara a los
corderos, débiles y vulnerables, que no amenazan y ni siquiera tienen astucia
para defenderse. El Señor elige a personas débiles para la gran misión del
Reino, que no confíen en sus propias fuerzas, sino únicamente en la fuerza y
gracia de Dios. Precisamente la llamada a vivir en austeridad significa no
poner su confianza en el dinero o en los bienes materiales, sino estar libres y
disponibles para donde requiera la misión. Esa libertad y disponibilidad se
manifiesta también en su comportamiento hacia los demás. Dios proveerá a sus
necesidades. Cuando vayan de misión serán acogidos. El Señor les pide que
acepten la hospitalidad como un regalo, sea como sea la casa que los acoge, y
que no vayan buscando otras casas en provecho propio.
Sabe que los envía a situaciones amenazantes, también
necesitadas de salvación: «como corderos en medio de lobos». En unos lugares
serán recibidos; en otros, serán rechazados; pero en todos, han de portar la
paz, que ofrece la bondad de Dios: «Paz a esta casa». Sin embargo, el texto
abunda en esta cuestión: «Si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos
vuestra paz». El discípulo es un mensajero de paz. La paz es algo más que un
simple saludo, es un regalo de salvación, que bendice a aquel que acoge al
mensajero de la paz y que pierde el que lo refuta. El discípulo de Cristo no
debe caracterizarse por el rencor y la venganza, sino por humildad y la paz del
corazón.
La experiencia del
regreso
El texto evangélico concluye con el regreso de los 72
discípulos tras la misión. Lo primero que llama la atención es la alegría que
traen tras la experiencia vivida. No abundan en la descripción de lo que han
hecho, tan solo mencionan el sometimiento de los «demonios», porque han
comprobado la fuerza de Cristo frente al príncipe del mal. Así se lo recuerda
Jesús: «Os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder
del enemigo, y nada os hará daño alguno».
Pero el Señor concluye este pasaje con una nueva enseñanza
a sus discípulos. El verdadero gozo que debe reinar en su corazón no debe ser
el éxito por la empresa realizada. Esto puede ser una momentánea emoción humana
dependiente de una buena circunstancia. Su verdadera alegría se debe a que han
conocido la salvación, siguen el camino del verdadero Dios y sus «nombres están
inscritos en el cielo».
Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino yla Disciplina
de los Sacramentos
Congregación para el Culto Divino y
Evangelio
En aquel tiempo designó el Señor otros setenta y dos, y
los mandó delante de Él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde
pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad,
pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad
que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni
sandalias; no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid
primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos
vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y
bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis
cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que
os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios
ha llegado a vosotros”. Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo
a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a
los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el Reino
de Dios ha llegado”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que
para esa ciudad”. Los setenta y dos volvieron con alegría, diciendo: «Señor,
hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Estaba viendo a
Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado poder de pisotear
serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno.
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad
alegres porque vuestros nombres están escritos en el cielo».
Lucas 10, 1-12.17-20