III Domingo del Tiempo ordinario
Se ha cumplido
el plazo
Es
el momento. Es la ocasión. Así se puede traducir también la palabra original
griega empleada por el evangelista para resumir la predicación de Jesús: «Es el
momento…, está cerca el reino de Dios, convertíos…»
El
año comienza con las rebajas en los comercios. Quienes velan por la economía
doméstica no pueden permitirse dejar pasar la ocasión. Conozco también a
quienes no desperdician el momento actual, de precios más bajos en el mercado
de la vivienda, y deciden comprarse ahora un piso.
Conviene
darse cuenta del momento oportuno. No se puede vivir sin atender lo que el
tiempo aconseja. No sería prudente ni sabio. Es signo de madurez humana caer en
la cuenta de lo que se debe o puede hacer en cada tiempo de la vida. No todos
los tiempos son iguales. Las personas que no han desarrollado la capacidad de
juicio equilibrado piensan que todo comienza en cada momento, que no hay
historia, que sólo cuenta lo que ellos hacen en el instante.
Algo
de eso nos pasa hoy a todos, cuando sufrimos la influencia de un cierto modo de
pensar muy extendido. En nuestra cultura occidental dominante, se cree que lo
mejor es necesariamente lo de ahora, lo que estoy haciendo ahora. Se mira con
cierto espíritu de superioridad a las generaciones pasadas y se piensa poco en
las que van a venir. Nos tenemos por miembros privilegiados de una Humanidad
adulta; a los que nos precedieron los consideramos como si fueran niños, y de los
que vengan no queremos saber demasiado.
Sin
embargo, no hemos perdido de tal modo el sentido del tiempo que no podamos
entender la interpelación del Evangelio. Somos bien conscientes de que podemos
desperdiciar la ocasión de la vida. No dejamos de preguntarnos por las
oportunidades del momento en que vivimos. ¿No será éste el tiempo de decisiones
importantes? ¿Estoy tan seguro de que mi vida discurre felizmente en la buena
dirección? ¿No puedo realmente hacer nada al respecto distinto de lo que estoy acostumbrado
a hacer?
El
Evangelio nos interpela a todos con la invitación exigente de Jesús: «Éste es
el momento, se acabó el plazo…, convertíos».
Sí,
es posible que no volvamos a tener ocasión de responderle, si ahora hacemos
oídos sordos o aplazamos la respuesta. No podemos dar por sentado que vayamos
en la buena dirección ni que todos los tiempos sean iguales. No es aconsejable
una dilación facilona, con la excusa pueril de que la vida es larga. Tampoco
vale disculparse pensando que la interpelación de Jesús es tan antigua, que ya
habría perdido vigencia.
Dios
está igualmente cerca de todos los tiempos, no cabe duda. Pero sale al camino
de nuestra historia y para nosotros hay un tiempo oportuno de acercarnos a Él.
Éste de hoy, o el del próximo domingo, puede ser para mí el tiempo en su sazón.
+ Juan Antonio Martínez Camino
obispo auxiliar de Madrid
obispo auxiliar de Madrid
Evangelio
Cuando
arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía:
«Se
ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: Convertíos y creed la Buena
Noticia».
Pasando
junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran
pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús
les dijo:
«Venid
conmigo y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente
dejaron las redes y lo siguieron.
Un
poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que
estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo
en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él.
Mc
1, 14-20