El Señor dice: ay de la ciudad rebelde.
No hay conversión si primero no se ataja el pecado.
Dios nunca ridiculizaría a sus hijos. Dios quiere que aprendamos a base de golpes de amor.
Como se hace el vino de aquí, ha habido un poso, y de ahí sale el vino. No es nuevo, porque lleva el poso.
Hay gente difícil y que conviene mantener apartado, pero entonces no cumplimos esto.
En el Evangelio Dios pone la parábola de los dos hijos y la viña. Cumplimos, somos obedientes ... puede haber personas obedientes pero a los que no les entra la Palabra de Dios, no se convierten. Los suyos estaban en la burbuja de su verdad.
El tiempo de Adviento es para esto: para que tomemos conciencia. Cuántas veces le decimos sí a Dios, cada vez que rezamos un Padrenuestro o un Avemaría, pero tratamos de escaparnos por otro lado.
Los cristianos no estamos aquí para ser cualquiera, sino para ser luz y sal.
Abramos el corazón al Señor como lo hizo la Virgen María.