El Obispo de Asidonia- Jerez: Homilía
Coronación canónica de Ntra Sra La Esperanza de la Yedra
Sta Iglesia Catedral, Sábado 14 de Septiembre de 2013
“Coroná” de flores Que yo te quiero,” coroná” de flores, “Pal” sol que alienta
Mis fría mañanas. Porque el oro, no tiene colores, “pa” la Esperanza que trae tu mirada
Así cantó Jerez a esta bendita imagen el día de su pregón. Y con estas hermosas palabras queremos comenzar este encuentro de amor con Ntra Stma Madre, la Virgen de la Esperanza de la Yedra.
Excmo Sr. Deán y Cabildo Catedral; sacerdotes; religiosos/as; Excmo. Sr. Ministro de Agricultura y Excma Sra Alcaldesa Padrinos de esta Coronación; Sr. Diputado Nacional y miembros de la Corporación Municipal; Ilmas Autoridades civiles y militares; Instituciones culturales y religiosas; Delegado Episcopal, Presidente y miembros de la Junta y distintas Representaciones de Hermandades y Cofradías; y de una forma especial: R.P. Director espiritual, Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y Humildad, Santísimo Cristo de la Yedra, Nuestra Señora de la Esperanza y Nuestra Señora del Rosario; queridos hermanos todos en el Señor.
En efecto, la coronación de nuestra bendita imagen además de un acto de amor a la Virgen es también reconocer y proclamar la afirmación central de la fe de la Iglesia sobre María, definida dogmáticamente en el Concilio de Éfeso (431): MARÍA ES VERDADERAMENTE LA MADRE DE DIOS. Por eso vamos a partir de una reflexión sobre este Misterio, que como un ramillete de flores, brota amorosamente de nuestro corazón y ponemos a los pies de Nuestra Señora
La maternidad de María no sólo es un lazo físico, sino que rebasa ampliamente los contornos de un hecho biológico para convertirse en comunión interpersonal que une los destinos de la Madre y del Hijo. Así por amor de Dios, -la llena de gracia-, fue unida íntimamente a Cristo y asociada a la obra redentora de su Hijo. De esta forma, a través de la maternidad de María, Dios –en Jesús- se ha puesto a nuestro lado, camina junto a nosotros, está en nuestra casa, en nuestro trabajo y en nuestra familia; en los momentos que tenemos que llorar y en los que somos felices. Por ello podemos decir con San Pablo que gracias a María,
“Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura gracia estáis salvados -, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con Él” (Ef 2,4-5).
Al mismo tiempo, la maternidad de María nos muestra que todo lo que enseña la Iglesia en relación a Ella es fruto de la fe en Cristo, y por tanto, siempre hay que verla en relación con Él. María es inseparable de su Hijo, y Jesús inseparable de su Madre. Ella es como otra presencia del Señor, humilde, dulce y callada. Desde la concepción hasta su asunción al cielo, María recorre el camino de su Hijo, no solo yendo a su lado sino identificándose con Él. Es la Madre gozosa que siente su Hijo en su seno, y rebosa de alegría tras su nacimiento; la Madre, que guarda todas sus palabras en el silencio de su corazón; y que, acudiendo a la escuela de su seguimiento durante su vida pública escucha su Palabra poniéndola en práctica; es la Madre que sigue el proceso y la sentencia de muerte contra su Hijo inocente, sintiendo los latigazos y sus caídas como propias. Ella es, como hemos escuchado en el Evangelio, la que al pie de la Cruz, nos recibió como hijos y lloró los desgarros del Hijo de sus entrañas hasta el último suspiro.
Y es la mujer que esperó contra toda esperanza que su Hijo no moría para siempre, que no dudó nunca del amor de Dios y tuvo siempre la certeza –al igual que Abraham- de que “poderoso era Dios para resucitar a su Hijo”. ¡Quién podía ser mejor testigo de la esperanza en la resurrección que la madre que no puede olvidar el fruto de sus entrañas!.
Solo desde esta relación se puede entender el gesto de coronar a la Virgen. Así podemos coronar hoy a la Santísima Virgen de la Yedra porque su Hijo se coronó de espinas para que hoy nosotros podamos coronar a su Madre. Ha sido el sacrificio de Jesucristo, el que ha hecho posible que nosotros podamos coronar, de Gloria y Bendición, a la Stma. Virgen de la Esperanza. Ella es Reina porque es la Madre del Rey. Así nos lo decía Benedicto XVI:
“La pequeña y sencilla muchacha de Nazaret se ha convertido en Reina del mundo. Esta es una de las maravillas que revela el corazón de Dios. Naturalmente la realeza de María depende totalmente de la de Cristo” (Angelus 22-VIII-2010).
Ella, como Ester, es la reina que intercede por su pueblo ante el Rey de Reyes. Por eso, en su llanto está expresado todo el sufrimiento de nuestro pueblo. Sus benditas lágrimas nos traen a la memoria a tantos hijos que no han llegado a nacer, a los que necesitan el calor de un hogar con un padre y una madre; a los más pobres que deambulan por las calles de las grandes ciudades; a los encarcelados, los drogadictos o los atrapados por el alcohol, el juego y los demás poderes que oprimen, degradan y esclavizan al hombre; a tantas familias que viven en la falta de concordiaconyugal; también a los enfermos, los ancianos, los que se sienten solos y abandonados y necesitan especialmente una presencia alentadora -¡cuántas veces la Virgen, asume esta compañía dulce y materna-; y -¡cómo no- a los que no tienen fe y están turbados porque les falta la luz que despierta la confianza en el último tramo de la vida y la paciencia para recorrerla con serena esperanza
Sin embargo, hoy, que celebramos la fiesta de la “Exaltación de la Santa Cruz”, el rostro de la Esperanza nos abre al horizonte de la victoria lograda por el Resucitado. Por eso, en esta mañana acudimos con fe a la Doncella de Nazaret pidiéndole por todos los que sufren y la coronamos para mostrarle al mundo que Ella es “Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra”. Suplicamos a todos –pienso en Jerez y pienso en el mundo entero- que se dejen seducir por su mirada de esperanza, abran las puertas de sus vidas para que Dios pueda entrar en ellas y de esta forma poder construir un mundo más humano, pues como decía el Papa Francisco:
“Cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo”. (Vigilia por la paz, 7-9-2013)
Contemplemos a nuestra Madre de la Esperanza de la Yedra que nos invita a todos los hombres de buena voluntad a mirar a la Cruz y aprender la enseñanza que brota de ella, esto es: a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz.
Por último, hermanos, la coronación de la Virgen es toda una oportunidad de renovación de nuestra vida cristiana y un nuevo aliento en esta siempre necesaria y actual aventura de la Evangelización. Por tanto, dejemos que la Santísima Virgen reine en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras comunidades parroquiales, en nuestra Ciudad y en nuestra Iglesia diocesana.
¡Queridos hermanos cofrades y devotos de la Virgen!: ¡dejaos amar de tan hermosa Madre!. ¡Gozad de la dulzura de su maternidad!. ¡Vivid como hijos fieles, obedientes, amables y cariñosos con Ella!. ¡Mantened en el barrio de la Plazuela, el calor que –como una fragua- ha encendido de esperanza a todo Jerez!. Y decid a vuestros paisanos y coetáneos que sabéis dónde está la fuente y el horizonte de la vida y la alegría!. ¡Decidles que la habéis encontrado!. ¡Haced partícipes a los demás del perfume de esta rosa –demacrada por la pasión- pero de tallo verde y lleno de vida, que trasmina dulzura, caridad y sobre todo, esperanza.
Y ahora querida Madre, Esperanza de la Yedra, permítenos bendecirte y honrarte con esta corona porque en la humildad de tu vida, y en tu mirada de ojos verdes nos hace sentir de cerca la bondad de nuestro Padre Dios. Te bendecimos, Señora, Madre y Reina de la Plazuela porque Tú has hecho que en ese rincón de tu capilla haya un lugar donde generación tras generación los hombres y mujeres de tu barrio, de Jerez y del mundo entero proclamen contigo las grandezas del Señor.
Con esta corona, como te han dicho varias voces en estos días, queremos manifestar que tu mirada es una ventana abierta a la esperanza. Sí, Madre, esta corona de amor que te ofrecen hoy tus hijos no es más que reconocer y decirle al mundo entero que ante las barreras del materialismo y de la muerte se abren ventanas que miran al cielo, a través de la ternura de tu corazón materno, que acoge amorosamente a cuantos se amparan bajo este manto que tan bellamente te cubre.
Como Obispo y pastor os invito a que abráis de par en par vuestro corazón para que Jesús pueda habitar en él. Que la devoción al Santo Cristo de la Sentencia os aliente día a día a acoger a su Madre en vuestra casa Y que la corona que a continuación vamos a colocar sobre la cabeza de esta bendita imagen de la Esperanza de la Yedra os recuerde de manera perenne que como Reina del cielo debe reinar también en nuestros corazones.
+ José Mazuelos,
Obispo de Asidonia-Jerez