Fuente: ALFA Y OMEGA
IV
Domingo de Pascua (ciclo C)
El
centro de la misión
En este tiempo pascual contemplamos de
una manera especial a Jesús resucitado: Él es el Cordero que fue inmolado en la
cruz (cf. Ap 5, 6-12), pero con la Resurrección ha llegado a ser
Pastor, que guía a su rebaño y alimenta a sus ovejas a través de nuevos
pastores elegidos y entregados por Él. Jesús es el Viviente que, como «Pastor
de los pastores» (1 Pe 5, 4), está entre el Padre –del cual es Hijo–, y
los creyentes en Él, su querida manada
El cuarto domingo de Pascua es conocido
tradicionalmente como el domingo del Buen Pastor, porque el Evangelio que se
proclama es siempre una parte del capítulo 10 de Juan, el discurso que Jesús
pronuncia proclamándose el Buen Pastor. El Evangelio de
este domingo es un pasaje corto, pero importante. Se sitúa en el horizonte de
dos grandes fiestas judías: los Tabernáculos (cf. Jn 7,
1-10, 21) y la Dedicación (cf. Jn 10, 22-39). En un momento significativo, en
las inmediaciones del templo de Jerusalén, Jesús se arroga el sacerdocio, el
pastoreo divino. La fiesta de los Tabernáculos (cf. Lv 23,
15-21) recordaba también la consagración del templo por Salomón, se celebraba
en otoño, y era una fiesta popular, llena de luces y luminarias. Sin embargo,
la fiesta de la Dedicación se celebraba unos meses después, en invierno, con un
carácter más serio, más litúrgico, recordando la nueva consagración del templo
después de que el rey seléucida Antíoco IV Epífanes lo profanó y los macabeos
reconquistaron Jerusalén y purificaron el templo (cf. 1
Mac 4, 56-59; 2
Mac 10, 6-8). Entre esas dos fiestas, o tal vez en la primera, la
fiesta de los Tabernáculos, Jesús, mientras todo el pueblo lee solemnemente
lecturas sacerdotales, mientras se proclama el sacerdocio y el culto del
templo, Él grita: «Yo soy el Buen Pastor». Se declara sacerdote y pastor. Él
habla de la gratuidad en unos versículos antes del texto evangélico de este
domingo: «Yo no soy un asalariado» (cf. Jn 10, 11-14). Él paga con la vida su
trabajo. Porque Él es el Hijo del Padre. Porque las ovejas son suyas –son sus
hermanas, y de alguna manera sus hijas–: las conoce una a una y las quiere
entrañablemente, y las defiende del lobo a costa de su vida. No huye, da la
cara por ellas.
Jesús se declara como el verdadero
Pastor, el único y definitivo. Por parte de Jesús esto significa, en primer
lugar, conocer a las ovejas. Y conocer en el lenguaje bíblico es amar. Jesús
conoce, es decir, ama. En segundo lugar, da la vida eterna. Es decir, ese
conocimiento, ese amor, esa unión, contagia la vida eterna que Él posee. Y es
el Pastor que conduce hacia el Padre.
¿Y qué supone esta proclamación de Jesús
por parte de las ovejas? En primer lugar escuchar. Ellas reconocen y escuchan
(«Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor», Dt 6,
4). En segundo lugar, le siguen, van tras Él, no lo abandonan. Y en tercer
lugar, no dejan que nadie las arrebate de su mano. Son sus ovejas, se las ha
entregado el Padre, no las ha escogido Él. No se dejan arrebatar, porque son
del Señor y se las ha dado el Padre.
Meditemos en este domingo sobre el Buen
Pastor, y pidámosle vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada: elegidos
por Él, consagrados por el Espíritu Santo, para pastorear y enriquecer al
pueblo cristiano. El Buen Pastor, Jesucristo, es el Sacerdote eterno. Y por eso
es el Pastor definitivo que nos conduce al Padre. Él es nuestro Pastor
(cf. Sal 23), que nos guía incluso por valles de tinieblas,
sufriendo esa oscuridad de la noche con nosotros, con tal de que no nos
perdamos y de que lleguemos al Padre. Como pastor y sacerdote, Él ejerce su
misión intercediendo por nosotros, porque Él es el mediador (cf. 1
Tim 2, 5; Hb 8,
6-7).
El Buen Pastor dirige, conduce, habla,
mediante sus amigos íntimos, elegidos, a los que ha dado el Espíritu, los ha
ungido, y los ha constituido ministros sacerdotales de su sacerdocio, pastores
en Él. Los sacerdotes son los amigos íntimos del Pastor, colaboradores ungidos
por el Espíritu en su pastoreo. ¡Qué bonita es la vida del pastor cuando
entiende en qué consiste el pastoreo! ¡Qué felicidad colaborar con el Señor, y
tener cada vez más intimidad con Jesús a través de la misión pastoral!
Este domingo del Buen Pastor es un día
para orar por las vocaciones sacerdotales y por los sacerdotes: por su
fidelidad, por su santidad, para que el Espíritu Santo los proteja de esas
grandes tentaciones en momentos difíciles que pueden romper la Iglesia y
escandalizar, creando odio en el mundo. Valoremos el servicio pastoral de los
sacerdotes, recemos por las vocaciones al sacerdocio, y agradezcamos a los
jóvenes que, a pesar de todo, se atreven a dar este paso con nobleza, con
limpieza de corazón y con generosidad.
JUAN ANTONIO RUIZ RODRIGO
Director de la Casa de Santiago
de Jerusalén
Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas
escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida
eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi
Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la
mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
Juan 10, 1-6