Estimados
hermanos y hermanas: hoy, más que nunca, ¡PAZ Y BIEN!
Quiero
transmitiros en primer lugar mi felicitación por la gran participación en un
Cabildo tan importante como el de elecciones. Por haber ejercido el derecho de
voto libre y responsable. Un fortísimo aplauso para todos vosotros.
Agradezco
también el haber confiado en mi persona y haber apostado por el proyecto que ya
todos conocéis. Estoy muy contento, lleno de felicidad y al mismo tiempo de
responsabilidad. Pondré toda mi voluntad en el empeño. Quiero ser un Hermano
Mayor según el Corazón de Cristo. Os lo merecéis.
Me
habéis encargado una misión, el desarrollo de un proyecto, que pondremos en
marcha con fuerza y con motivación porque pensamos beneficiará mucho a la
Hermandad. Y lo haremos sin dudas, sin descanso y sin complejos. El cuerpo de
hermanos, que es la soberanía de la Hermandad, ha hablado y nos ha traslado el
mensaje implícito del fuerte respaldo a unos objetivos muy definidos.
Estoy
convencido que ha llegado el momento de la regeneración del cuerpo de hermanos
en la apuesta decidida por los niños y por los jóvenes. Y por centrar la
atención en el hermano desfavorecido. O desanimado. O desorientado. Escucharemos
las inquietudes y las necesidades. E igualmente las ilusiones. Dedicaremos un tiempo
semanal a reunirnos con hermanos, en cercana cordialidad, con empatía, para conocer
en qué podemos ayudarles. La comunicación debe ser recíproca. Y también nos
dedicaremos a los devotos: a ellos nos acercaremos decididamente. Queremos
saber de ellos.
Se va
a poner en marcha Veritas, eje
principal del proyecto social que deseamos para la Hermandad y por el que los
hermanos han apostado con amplio apoyo. Veritas inculcará en nuestra
Hermandad una dimensión humana muy novedosa.
Ha
llegado el momento de los jóvenes. De las relaciones institucionales. Ha
llegado el momento de una formación permanente. De escuchar y hacer partícipes
a todos los hermanos y no hermanos que deseen cooperar y trabajar por la
Hermandad y de ayudar a aquellas personas que precisen cualquier tipo de ayuda
que esté a nuestro alcance. Fortaleceremos muchísimo el contacto humano y los
lazos fraternales. Tanto de manera interna como externa.
Como
Hermandad franciscana que somos en el espíritu, y con el título a punto de
concedérsenos, toca aplicar con celo la riqueza tan inmensa del carisma del
seguidor más fiel a Cristo que pisó nuestro mundo.
El
saludo de «Paz y Bien» es una invitación a abrir el corazón a la paz, fuerza
interior y principio de renovación y de bien moral y social. Por eso, San
Francisco de Asís pedía a sus hermanos que no quería que se mostrasen tristes
ni enojados, sino, más bien, gozosos en el Señor, alegres y con un trato dulce
y agradable.
Los
primeros franciscanos basaban su pedagogía de pacificación en la verdadera paz
con uno mismo y con la fraternidad, con el grupo, transmitiendo serenidad y
alegría contagiosa. Decía San Francisco: «La
paz que proclamáis con la boca, debéis tenerla desbordante en vuestros
corazones, de tal manera que por vuestra paz y mansedumbre invitéis a todos a
la paz y a la benignidad».
La
paz, fruto de la justicia, abre el camino a la bondad, lluvia fecunda del Dios
que es bien, todo bien, sumo bien, y que se concreta entre los hombres en la
concordia y la reconciliación.
Como
Hermano Mayor electo, una vez concluido el Cabildo de Elecciones, transmití al
otro candidato, tras su felicitación, mi intención de tener la Hermandad
siempre abierta para todo el que desee construir, sumar, trabajar por nuestra
corporación y mantener la unidad. Puesto que el mismo San Pablo en el Nuevo
Testamento apelaba también a la misma “esforzándoos por preservar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4, 3); y que hasta el primer Papa en
su primera carta instaba a ello concluyendo “sed
todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de
espíritu humilde” (1Pe. 3, 8).
Para
poder edificar y crecer en el tesoro que hemos recibido de nuestros mayores, creo
necesario que nadie desentone, que todos rememos juntos, que todos aportemos,
evitando la habladuría y la crítica indirecta. Evitando a su vez la acusación y
el fomento la desconfianza.
Ha
llegado el momento además de aparcar las diferencias personales o de criterio.
La armonía ambiental depende de todos y cada uno de los hermanos. Evitar la
murmuración es esencial. Si alguien tiene algún problema personal con otro
hermano, debe acudir a él en actitud cristiana para procurar conciliar
posturas. Y hacerlo directamente, frente a frente, para dialogar, para aclarar
malentendidos, para nunca incentivar la distancia y así erradicar la
intoxicación en terceros, o en grupos de terceros, actitud tan perjudicial para
la fraternidad. La crítica negativa no tiene sentido, es un absurdo, un grave
pecado y una pérdida de tiempo y una contradicción inútil en una institución
cristiana como la nuestra.
Somos
muchos los hermanos que vamos a trabajar duro por nuestra Hermandad. Pero en la
línea que nos marca el Evangelio. Quiero ser el Hermano Mayor de todos, sin
excepción ninguna. Tras las elecciones, ya se cierran los meses de dos
candidaturas y, tras el resultado del escrutinio, se abre una nueva etapa donde
ya no existen vencedores ni vencidos. Ha ganado la Hermandad, que ha hablado. Nada
ni nadie ha perdido. Todos somos hermanos con unos mismos fines y una misma
meta: la que nos marca a mayor gloria de Dios nuestras reglas.
Ningún
hermano debe sentirse abatido o defraudado por no haber salido elegido de los
comicios celebrados. Voy a crear una comisión de trabajo para procurar la
unidad que a veces se rompe por temas muy personalistas, por un erróneo
concepto del poder (o de un cargo) y por
el establecimiento de una o más candidaturas de cara a las elecciones. Todos
debemos negarnos a nosotros mismos para que el único protagonista de la vida de
Hermandad y de nuestras conversaciones sea el Señor. Y el júbilo por trabajar
juntos y lograr éxitos para nuestra corporación.
Nadie
es más que nadie, todos somos iguales, nadie tiene potestad para hablar mal de
nadie, todos estamos capacitados para la suprema grandeza de la fraternidad.
Nuestra Hermandad es grande en la calidad humana de los hermanos que la
integran. De ello puedo dar fe con conocimiento de causa.
Una Hermandad
como la nuestra, crecerá además en hermanos. Lo hará con total seguridad. En
ello redoblaremos nuestros esfuerzos. Que todos los que el Señor llame puedan
disfrutar de nuestra espiritualidad sin provocar escándalos, sino desde una
auténtica fraternidad en la que la caridad no sea solamente el nombre de una
Diputación concreta, sino la virtud reina que nos abrirá a todos las puertas
del Cielo.
Un
abrazo enorme a todos en el Señor de la Vía Crucis y María Santísima de la
Esperanza.
Vuestro
hermano Ernesto
22 de
noviembre de 2021