XXII
Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
La
humildad ayuda a ser auténtico y a vivir en la verdad
Hermanos y hermanas, las lecturas de este 22º domingo del
Antiguo Testamento nos hablan de la humildad y generosidad que pueden ser
consideradas como expresiones de sinceridad en nuestra búsqueda de Dios.
El episodio contado en el Evangelio tiene lugar en un día
sábado, reservado para Dios, para agradarle en todas las cosas. El hecho de que
Jesús sea invitado a comer en la casa del jefe de un fariseo, y partiendo de su
sentido de la observación, demostrará que los otros invitados, así como el que
lo invitó, se limitan a las apariciones y que, en este día de reposo, carecen de
sinceridad hacia Dios.
De hecho, Jesús notó que los otros huéspedes buscaban
ocupar los primeros lugares para ser vistos por los demás. Tal actitud refleja
un cierto espíritu de orgullo que no conviene a aquellos que quieren agradar a
Dios. El autor del libro del Eclesiástico dice, en la primera lectura, que la
raíz del mal está en el orgullo. De hecho, para curar las apariencias, el
hombre orgulloso utiliza todo tipo de trucos, y más mentiras, para continuar en
su línea. Esto lo empujará fácilmente a persistir en la mentira y a caer en
otros vicios.
La humildad, en cambio, ayuda a ser auténtico y a vivir en
la verdad. Hazlo todo con humildad, y serás amado más que un benefactor, dice
el autor del Eclesiástico. Humildad es saber reconocerse pequeño y realizar las
cosas, no para ser visto por los demás, sino para agradar a Dios. Porque al
final, es Dios quien ve y recompensa.
Y como dice San Pablo en la segunda lectura, Dios es
el juez de todos. Jesús en el Evangelio dice: "El que se humille será
levantado y el que se levanta será humillado". "La verdadera
elevación es, pues, la que viene de Dios y no de los hombres. Porque es Dios
quien baja o eleva, según nuestro comportamiento.
Durante esa comida, Jesús también notó que su anfitrión
sólo había invitado a gente rica, sin pensar en los pobres. Una vez más, el
fariseo pudo haber querido mostrar a los demás ricos lo capaz que era de
organizar una comida tan suntuosa a la que hasta Jesús fue invitado. Su riqueza
le ha hecho ciego e incapaz de ver a los pobres y hambrientos. Por lo tanto,
fracasó en el deber de la caridad, pensando que estaba observando el sábado y
estando en orden con Dios.
La intervención de Jesús muestra que no se puede estar en
orden con Dios cuando no se sabe verlo en los que sufren. Por eso Jesús invitó
al fariseo a saber dar gratuitamente, sin esperar nada a cambio, porque al
final es sólo Dios quien da la verdadera recompensa.
Estas lecturas también nos invitan para preguntarnos cómo
nos comportamos en la sociedad. A veces tratamos de actuar para ser vistos por
los demás con el fin de obtener su aprecio. Y la búsqueda de nuestra propia
gloria nos impide ver a los pobres, tener compasión y ejercer la caridad.
Quizás también deberíamos considerar cómo organizamos las celebraciones, o nuestro
deseo de poder, no para servir sino para nuestra propia gloria.
A la luz de estas lecturas, pidamos la gracia de vivir en
humildad y practicar la generosidad, y así santificar al Señor a través de todo
nuestro ser. Amén.
Rigobert Kyungu, S.I.
Evangelio
Entró Jesús un sábado en casa de uno de los
principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo:
Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: Cédele el puesto a éste. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo:
Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: Cédele el puesto a éste. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.
Lucas
14, 1.7-14