Hoy hemos leído las lecturas del día del Corpus Christi. Y
es el día de la realeza. Real en el sentido real. El Señor Dios está aquí
presente en el Altar realmente. Cuando el sacerdote pronuncia las palabras
correspondientes ese pan y ese vino se transforman. Por dentro ya no es lo que
vemos, realmente es el Cuerpo del Señor.
Los católicos tenemos la gran suerte de que cuando
celebramos la Eucaristía ,
las formas que "sobran" las podemos guardar. Y ¡qué gram suerte! Lo
tenemos presente siempre en esa cajita llamada sagrario.
No es verdad que no veamos milagros. Vemos milagros todos
los días cuando vamos a misa: un trozo de pan se convierte en el Cuerpo del
Señor y una copa de vino se transforma en su Sangre.
La segunda forma "real" es en el sentido de
realeza.
Más allá de las connotaciones políticas, no tenemos que
perder nunca de vista que el Señor es nuestro Rey. El cristiano de por sí es
monárquico.
San Francisco de Borja, cuando entró en la Compañía de Jesús, y
conoció la muerte de la
Reina Isabel de Portugal, se prometió a sí mismo que jamás
serviría a un Rey que pudiera morir.
Por otra parte, en el bautismo nos dicen las palabras:
"ya eres sacerdote, profeta y rey".
El Señor nos hace participar de su realeza. Realmente somos
reyes y tenemos hermanos reyes.
Y nos ponemos de rodillas porque aquí está el Rey, que es
Dios.
El que se arrodilla ante Dios no se arrodilla ante ningún
hombre, y el que se arrodilla ante un hombre se arrodilla ante cualquiera.
El domingo saldremos a la calle dando un testimonio de fe de
los que ya no se dan: Dios va a recorrer nuestras calles y nos va a bendecir a
cada uno de nosotros.
Adoremos al Santísimo Sacramento del Altar y que sea adorado
siempre.