Foto: N.H.D. José Soto Rodríguez
No soy yo el que habla, sino el que está aquí presidiendo,
el Santísimo Sacramento, es el que nos va a hablar.
Hemos escuchado las lecturas del Jueves Santo.
El Señor salvó a los judíos de Egipto. A nosotros nos salva
nuestra alma.
Nosotros nos seguimos alimentando de ese cordero, de ese
Señor.
Quien entregue su vida por los demás, ése estamos seguros
que se salvará.
La
Eucaristía no debe ser
para nosotros un mero cumplimiento. No es una excusa para salir de casa. La Eucaristía debe ser el
centro de nuestra vida. Nuestra vida semanal debe estar marcada por la Eucaristía
Venimos a la
Eucaristía con la carga de la semana, venimos muy dolidos.
Pero el Señor se arrodilla y nos lava los pies. Jesús nos
pide que seamos servidores de los demás como él nos sirvió.
Pidamos al Señor que nos llene nuestro corazón de amor.
Pidamos al Señor que nos ame, y que amemos como Él nos amó.
El Señor nos da su amor, pero si nuestra copa está rota, no
sólo no nos llenamos, sino que todo se derrama.
Tenemos que pedir por las vocaciones. Porque es necesario
que haya sacerdotes para que el Señor se haga presente de manera real.
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