VI Domingo de Pascua (ciclo C)
Me voy
El domingo VI de Pascua, previo a la solemnidad de la Ascensión del Señor, se
proclama un texto del Evangelio de Juan en clara sintonía con el Evangelio del
domingo pasado. Son los últimos momentos de la presencia visible de Jesucristo
entre sus discípulos. Culmina su periplo histórico entre nosotros antes de su
Ascensión a los cielos y aprovecha para dictar sus últimas recomendaciones a
quienes van a prolongar su misión.
Si el domingo pasado se hablaba del amor «de» Jesús
(«Amaos... como yo os he amado»); el Evangelio de este domingo habla del amor a
Jesús («El que me ama…»). El amor, por tanto, es condición para el seguimiento
a Jesús, no solo por parte del grupo de los Doce, sino de todo discípulo en
cualquier lugar y momento de la historia. Y este amor al Maestro se expresa en
saber escuchar y guardar sus enseñanzas («El que me ama guardará mi palabra»)
para vivirlas, para transformarlas en un comportamiento coherente con la fe
cristiana. La palabra del Señor es viva y eficaz, opera en el corazón de los
fieles y transforma la existencia. Por eso, Dios Padre amará a quien acoge y
vive la palabra de Jesucristo su Hijo, Palabra del Padre.
El Padre me envió
En este breve texto evangélico, Jesús revela también el
misterio del Dios trinitario. Hasta entonces los judíos, fieles a la revelación
de la Primera Alianza ,
creían en el Dios trascendente y creador de todo, el Dios de los antiguos
patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, el clemente y misericordioso, el Dios
innombrable, definido con el tetragrama YHWH, que trataban de sustituir por
innumerables expresiones para evitar su pronunciación y «no tomar el nombre de
Yahveh en vano». Sin embargo, Jesús, de una manera natural y espontánea, habla
en su predicación de un Dios Padre «que ama», «que me envió», «que enviará al
Espíritu Santo». En las palabras de Jesús, los discípulos advierten la
existencia de un Dios Padre («que es mayor que yo») y la condición filial de
Jesús.
Más aún, Jesús se revela en comunión con Dios Padre y, ambos,
en comunión con aquel que acoge y cree la palabra anunciada por Jesús:
«Vendremos a él y haremos morada en él». Jesús revela la existencia de Dios
Padre como misterio de amor y de comunión.
Me voy
Jesús, al referirse al Padre, se manifiesta a sí mismo
como Hijo e indirectamente participando de su naturaleza divina, por tanto,
como Dios. Más aún, en este domingo previo al misterio de su Ascensión reconoce
que «ahora estoy a vuestro lado», pero inmediatamente añade: «Me voy…».
Reconoce que vuelve al Padre y se lo anticipa a sus discípulos para que crean
en Él, cuando esto suceda. Es decir, Jesús ya había anticipado y preparado a
sus discípulos para su despedida final el día de la Ascensión.
El Paráclito
Pero el relato evangélico habla también del Paráclito para
referirse al Espíritu Santo. Al anunciar su partida, anuncia también la
presencia consoladora del Espíritu Santo, enviado por Dios Padre para que actúe
como defensor, maestro y guía de aquellos atemorizados discípulos. Será el
Espíritu quien enseñe y recuerde todo lo que les ha dicho Jesús, y de esta
manera conducir a la naciente Iglesia hasta la verdad plena.
Finalmente, Jesús es consciente de la tarea que tiene por
delante aquella débil comunidad apostólica. Por eso, les invita a no tener
miedo («que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde») y comunica, de nuevo,
su paz («mi paz os doy»). Más aún, ante la inevitable consternación de su
partida, recuerda a sus discípulos que si le aman de verdad, tendrían que
alegrarse de su partida, porque vuelve al Padre.
El Señor, como buen Maestro, prepara a los discípulos para
su partida. Y a modo de despedida, no solo les recuerda el mandato nuevo del
amor, sino que comunica su alegría y su paz para confortar la tristeza y el
miedo en estos momentos difíciles y ante la desconocida misión a la que se
enfrentan. ¡Qué bien lo entendió santa Teresa de Jesús cuando recomendaba:
«Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia
todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta».
Aurelio García Macías
Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina
de los Sacramentos
Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «El que me
ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada
en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo
no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a
vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi
nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he
dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da
el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir:
“Me voy, y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al
Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes que suceda,
para que cuando suceda creáis».
Juan 14, 23-29
Congregación para el Culto Divino y