Domingo
de Resurrección (ciclo C)
«Hasta
entonces no habían entendido la
Escritura »
Durante la Vigilia Pascual la liturgia de la Palabra ofrece la
posibilidad de realizar hasta siete lecturas del Antiguo Testamento y dos del
Nuevo Testamento. Aparte del dominante carácter bautismal de esa celebración,
el esquema del leccionario, asentado desde antiguo, quiere presentar en la
celebración litúrgica más importante del año la historia de la salvación
cumplida en esta noche. Desde la creación del mundo hasta la promesa de un agua
pura y un corazón nuevo, la liberación de manos de los egipcios y la alianza
sellada entre Dios y su pueblo están de modo especialmente presente en este
esquema. Pero tras la
Resurrección del Señor será posible entender de un modo nuevo
todas las acciones de Dios a lo largo de la historia de Israel y verlas también
como promesa y anticipo de la salvación definitiva consumada por el Señor en la
noche santa. En el pregón pascual se resume admirablemente que en esta noche se
ha realizado la verdadera Pascua: el paso de la muerte a la vida que cambiaría
de modo definitivo la historia.
El primer día de la semana
Sabemos que los textos evangélicos abundan en detalles
espacio-temporales que no solo tratan de subrayar la realidad de los hechos que
narran, sino también de remarcar datos fundamentales desde el comienzo de la
vida de la
Iglesia. Probablemente no existe en el cristianismo una
referencia temporal más característica que la vinculación entre el primer día
de la semana y el día del Señor. Las palabras que abren el pasaje evangélico de
este domingo se confirman sin interrupción en el resto de escritos
neotestamentarios. Asimismo, la primitiva literatura cristiana, así como las
fuentes históricas no cristianas de la época confirman que desde el primer
momento los seguidores de Cristo adoptaron el domingo como el día en el que
celebraron, a modo de Pascua semanal, la victoria de Jesucristo sobre la
muerte. Pasaría tiempo hasta hallar noticias concretas sobre la conmemoración
particular de este misterio en un domingo concreto del año o sobre la Semana Santa , nacida
a partir del domingo de Pascua.
La luz en la oscuridad
San Juan une el descubrimiento del sepulcro vacío con el
momento en el que María Magdalena lo visita «al amanecer», «cuando aún estaba
oscuro». De nuevo, estamos ante un relato de lo sucedido que cumplirá la Escritura y determinará
el modo cristiano de recordar este acontecimiento: la presencia de la luz en
las tinieblas. El mismo Juan pone en boca del Señor la expresión «yo soy la luz
del mundo». Así pues, Jesucristo como luz del mundo es un motivo fundamental de
todo el ciclo pascual con evidentes resonancias bautismales. En efecto, la
primera lectura de la
Vigilia Pascual relata las primeras palabras de Dios en la
creación del mundo: «exista la luz». A continuación separó Dios la luz de la
tiniebla. Este primer discernimiento de la historia tomará de nuevo cuerpo en
el momento de la
Resurrección del Señor, cuando Cristo resplandezca
definitivamente, separándose de las tinieblas y apartando de la oscuridad a
cuantos se unen a él. Y, precisamente, para significar de modo singular la
unión con Jesucristo, luz del mundo, la Iglesia ha insistido desde el principio en que el
sacramento del Bautismo consiste, entre otras cosas, en ser iluminados por
Jesucristo. La tradición litúrgico-catecumenal del ciclo pascual coloca el
Evangelio del ciego de nacimiento varios domingos antes de la Vigilia Pascual.
De este modo, el que va a ser bautizado puede ir comprendiendo paulatinamente
que su unión con Jesucristo le otorgará la capacidad para ver la realidad de un
modo distinto y actuar conforme a esta novedad. En nuestros días se nos sigue
animando a caminar «como hijos de la luz» cuando hemos sido bautizados.
En definitiva, cuando el Evangelio afirma que el otro
discípulo «vio y creyó» está reflejando no solo una deducción racional a partir
de la escena del sepulcro vacío. El acontecimiento luminoso de la Resurrección
permitirá a este discípulo y al resto de cristianos a lo largo de la historia
entender el sentido profundo de todo lo que había sido predicho en la Escritura.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al
sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del
sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a
quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no
sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del
sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro;
se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos
tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el
sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la
cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró
también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y
creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura : que él había
de resucitar de entre los muertos.
Juan 20, 1-9