Compartimos algunas fotografías de N..H. D. Manuel
Piñero del entrañable acto que cerró el besamanos del Señor y por gentileza del
autor damos a conocer el texto íntegro por su indudable valor histórico y su
contrastada calidad literaria puesta de manifiesto durante la meditación.
MEDITACIÓN
AL SEÑOR DE LA VÍA-CRUCIS
Miércoles
de Ceniza 2018 por
David Puerto Román
14 de febrero de
2018
Nazareno silente
cruz al hombro,
Dios hecho hombre
en la Palabra,
Señor, en tu
hechura, franciscano,
Vía Crucis de
oraciones por la Plaza.
Es el Dios de los
que piden,
Ante sus plantas
desgastadas,
En la Capilla del Voto,
Ante Virgen
Inmaculada.
Es el Dios de los
pobres,
El que enseñó
bienaventuranzas,
Es el Dios de los
humildes,
De los sirven sin
pedir nada.
Es el Dios de los
niños,
El Señor de mi infancia,
De los paseos con
mis padres,
Terminados ante
sus plantas.
Es el Dios de los
marginados,
De los que la
sociedad aparta,
Es el Cristo que
camina al lado,
Un amigo que
nunca desplaza.
Es el Dios que
nos perdona,
De corazón
nuestras faltas,
Es el Dios sin
rencores,
Que con cariño
nos llama.
El Nazareno de
los mayores,
Es el Cristo que
cruz abraza,
Es Pan y Vino en la Misa,
Y es lectura, y
es Palabra.
Ese Nazareno son
valores,
Es sinceridad y
confianza,
Es Amor y
ternura,
Es perdón y es
esperanza,
Es amparo y
consuelo,
Es sosiego y es
la calma.
Es el Dios de los
silencios,
Es el rezo en la
pausa,
Es la luz de la
noche,
Y en el nervio la
templanza.
Es el Dios de
hecho hombre,
Es el Dios que él
mismo manda,
Es la causa
redimida,
Salvación de
nuestras almas.
Ese Dios el
Nazareno,
Es la fe en
añoranzas,
Recordando los
que se fueron,
A vivir tu Gloria
en alza.
Es el Dios que
mira al suelo,
Y en su hombro la
cruz carga,
Es el Dios de
nuestros ruegos,
El Nazareno de la Vía Crucis,
El Señor de las
Cinco Llagas.
Hermano Mayor y
Junta de Gobierno de la
Hermandad y cofradía de nazarenos de las Sagradas Cinco
Llagas de Cristo, Nuestro Padre Jesús de la Vía Crucis y María
Santísima de la Esperanza.
Hermanos Mayores…
Presentador…
Familia, amigos y
hermanos todos en Cristo Jesús.
Muy buenas
noches.
Ya estamos en
Cuaresma. Otro año más. 40 días de oración, reflexión y penitencia. Padre
nuestro de la Vía Crucis.
Padre nuestro de las Cinco Llagas. Meditando ante tu estampa doliente. Ante tu
abrazo a la cruz. Ante tu silencio en el centro de esta capilla del Voto. Los
silencios. ¿Guardamos los silencios que requieren tu presencia?. ¿Por qué no
somos capaces de guardar el más mísero silencio de respeto en la casa de Dios? La Cuaresma ha de hacernos
reflexionar una vez más sobre la importancia que le damos a Dios en cada una de
nuestras vidas. ¿Es Dios el centro de nuestras vidas? O, en otras palabras,
¿sabemos de la importancia de Dios? Entiendo que la gran mayoría de los que hoy
oyen esta reflexión se dirán hacia adentro. Sí. Somos cristianos y por ende,
tenemos a Dios en el centro de nuestras vidas. Pero yo me incluyo entre esos
pecadores que no vemos a Dios siempre. Que no le respetamos. Que no guardamos
el respeto que
requiere su
presencia. ¿Por qué no se respeta el silencio en la casa de Dios, en los
besamanos? ¿Por qué ese reguero de gente charlando, comentando, distrayendo?
Por qué hay gente en este Jerez que tanto queremos que ni siquiera sabe dónde
se encuentra el Sagrario de San Francisco? ¿Por qué? La Cuaresma es un buen
momento para hacernos todas estas preguntas y ponerles una respuesta y asimismo
una solución. ¿Por qué solo guardamos silencio en la iglesia cuando hay un
culto? Sea el traslado del pasado 22 de enero (dicho sea de paso solo en el
momento del traslado), en un Quinario. Dios está presente en cada uno de los
minutos que pasamos en su Casa. Y nos está esperando. Esperando que vayamos a
saludarle, si es con una oración mejor. Pero al menos, clavar la rodilla en el
suelo ante Él. Al fin y al cabo las Sagradas Imágenes son instrumentos de fe
para llevarnos a Dios verdaderamente Él. Y nos tenemos que sentir orgullosos de
ser cristianos. Y gritarlo si hace falta a los cuatros vientos. Y no
esconderse. Porque es precisamente el ruido que nos pide Su Santidad nuestro
Papa Francisco. Hagan ruido. Pero no ruido en los templos. Que se nos escuche.
Que seamos sinónimos de Cristo en cada una de nuestras vidas. Que vivamos con
fe y esperanza. Que oremos y nos gloriemos de ser parte del Reino de los
Cielos.
La Cuaresma al fin y al cabo es un tiempo de conversión. Es un tiempo
para arrepentirse de los pecados, de ahí la
penitencia. ¿O no
somos penitentes en cada una de nuestras salidas procesionales, Estaciones de
Penitencia?. La Cuaresma
nos invita a cambiar nuestra vida, para acercarnos un poco más a Dios a través
de su Palabra, fundamentalmente cada domingo de Cuaresma. La Cuaresma es el tiempo del
Perdón y de la reconciliación fraterna. Señor de la Vía Crucis, ayúdanos a
vivir con oración, con ayuno y abstinencia. Qué importante es ponerse en el
lugar de los pobres. Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de
los Cielos. El ayuno y la abstinencia son un sacrificio que hacemos ante Dios,
rechazando lo terrenal ya que, como bien decía el evangelista Mateo “No solo de
pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". La Cuaresma con la ceniza
que nos han impuesto hoy simboliza nuestro principio y nuestro fin. “Polvo eres
y en polvo te convertirás”, un principio y un fin con Cristo siempre en nuestro
horizonte.
Y esto es lo
verdaderamente importante, y ante el Señor de la Vía Crucis, ante el
Nazareno de las Cinco Llagas, le pido a Dios que nos ayude a vivir plenamente la Cuaresma, complementada
con todos los actos y cultos Cuaresmales, pero sin dejar a Dios de lado. Porque
una Cuaresma sin Dios, una Semana Santa sin Dios, sin Iglesia, sin Cristo
sacramentado, no tiene ningún sentido.
Es ya tiempo de
Cuaresma,
De reflexión y de
ayuno,
Conversión y
penitencia,
Es el comienzo de
una época,
Con la ceniza en
la cabeza.
Es el tiempo de
contarlo,
Y de exaltar la
grandeza,
De ser hijos de
Dios,
Sin que nos dé
vergüenza,
Cumpliendo con el
culto,
Haciendo juntos
Iglesia.
Es tiempo de
besar sus manos,
De tenerlos a
Ellos cerca,
Pedir perdón por
los pecados,
Y cumplir la
penitencia,
De rezar en el
Sagrario,
Donde Dios allí
espera.
Es el tiempo de
Cuaresma,
Cuarenta días de
Cristo,
Cuarenta días de
espera,
Cuarenta días de
desierto,
Tentado de
distintas maneras.
Son Cuarenta días
de Él,
Y ni aún así te
enteras,
de los sinsabores
del diablo,
que
constantemente nos tienta.
Nos perdemos en
los ensayos,
en las citas
costaleras,
en la multitud de
un besamanos,
o en el azahar de
las aceras,
En Carreras
Oficiales,
En saber qué es
lo que estrena,
Nos perdemos en
los egos,
Y donde manda don
dinero,
Allí el diablo
nos ciega.
Estamos perdidos
en la ignorancia,
En una fe que se
estropea,
Dios ocupa
segundo plano,
Y acudimos a lo
mundano,
Mientras el
diablo nos envenena.
Es el día a día
de los cofrades
que no se sienten
Iglesia,
Que prefiere no
ir a Misa,
Que los cultos no
prioriza,
Y que ni va ni se
le espera.
Es la Cuaresma conversión,
El momento de
quien acerca,
A un alma perdida
hacia Dios,
En un Vía Crucis
de Amor
Que camina con
cruz a cuestas.
Es la Cuaresma reflexión,
Encontrar luz
entre tinieblas,
Es el tiempo del
perdón,
Y la
reconciliación fraterna.
Es la Cuaresma conversión,
Reflexión, ayuno
y penitencia,
Un camino limpio
a Dios,
Que en el
Sagrario nos espera.
Vía Crucis. El
Vía Crucis es quizás la oración más rezada en los cuarenta días de Cuaresma. Es
el Vía Crucis la advocación de nuestro Señor, el Señor de la Vía Crucis. Y es el
vía Crucis el resumen de la
Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Sí, y de
Resurrección de Cristo porque desde 1991, el Viernes Santo de aquel año, San
Juan Pablo II rezaba e instauraba un nuevo Vía Crucis que comenzaba en la Oración en el Huerto y
finalizaba en la
Resurrección de Cristo. Y esto me hace reflexionar ante el
Señor. ¿Por qué los cofrades no damos la importancia que tiene el Domingo de
Resurrección en nuestra tan querida Semana Santa?. ¿Por qué pasa desapercibida,
por qué no es un día de Gloria y Alabanza?. Si es lo que sostiene nuestra fe,
es el verdadero sentido de la
Semana Santa. ¿Por qué nos quedamos en la Pasión y en la muerte de
Nuestro Señor, si al mirarle no contemplamos al Resucitado?. Es una paradoja la
de nuestra querida Semana Santa, que sí tiene muchos condicionantes para que
nos atraiga tanto…entre otras cosas esa manifestación de fe que nos hace salir
a la calle y decir con nuestra penitencia, aquí estamos, somos cristianos, no
nos da vergüenza y así lo manifestamos. Pero, pensadlo. ¿Qué sentido tendría
todo si acabara en la Muerte
del Señor?.
Por eso y ahora
más que nunca, ya que volvemos como siglos después de la muerte de Cristo a ser
perseguidos como antaño…nos tenemos que enorgullecer de ser
seguidores del
Resucitado. Ahora, hoy mismo, mueren cristianos en Oriente por su fe. Aquí en
España, se eliminan los crucifijos de los colegios, se quiere eliminar el
sentido católico de nuestra vida…y en Jerez sin ir más lejos y sin entrar en
tintes políticos, cada vez hay más pegas y más crítica a los cristianos y, sin
ir más lejos, hemos perdido para este 2018 el día de nuestro Patrón, el
seguidor de Jesucristo, San Dionisio.
Es por ello que
cuando vengo a rezarle al Señor de la Vía Crucis le estoy rezando al Cristo que cargó
la cruz, al Cristo que murió por nosotros y al Cristo que venció a la muerte.
Estoy rezando al nazareno que camina por la plaza Esteve en silencio, al
Resucitado que carga con nuestros pecados cada Madrugá, cada día. El Vía Crucis
es un puente que nos lleva a Dios a través de su Pasión, su Muerte y su
Resurrección. Porque gracias a que Dios resucitó al Tercer día, Cristo vive
entre nosotros, y por ende cuando a través de la devoción le rezamos al Señor
de la Vía Crucis,
el Señor está escuchando, aquí en su casa, entre nosotros.
Se rasga la noche
en la saeta,
Nazarenos de
blanco caminan
En la noche,
Nisán ilumina,
Y humedad empapa
las aceras.
Llega mi Dios
cargando madera,
En una cruz Él se
humilla,
La abraza por
Santa María,
Aun sabiendo lo
que le espera.
En Vía Crucis
cumple la pena,
Aquel que rezó en
Sinaí,
El que quito a
hombres ceguera,
Quien abrazó a
los leprosos,
Y les hizo sitio
a su vera.
Aquel que
defendió a la mujer,
Y que tiren la
primera piedra,
Quien esté libre
de pecado,
Y quede libre en
su condena.
Aquel que dictó
bienaventuranzas,
El hombre
Salvador de la tierra,
Quien convirtió
agua en vino,
Y pan y peces
multiplicó sus piezas.
El que instauró
Eucaristía,
Entre amigos en
su última Cena,
Aquel que vino a
entregarse,
Por Amor en el
cielo y en la tierra.
Y tras más de dos
mil años,
La fe nos lleva a
tu puerta.
Porque tú eres
Resucitado,
Vencedor de
muerte y tinieblas,
En tu Vía Crucis
de amor entregado,
Veo al Dios que
me plena de fuerzas,
Veo a Cristo de
mi presente y pasado,
Y al futuro que
contigo se queda.
Verdadera luz de
tu amor
Que me trae día a
día a tu vera,
Es la luz de tu
Resurrección,
En Vía Crucis que
oye mis penas,
Cuando llego a
San Francisco,
Y vuelvo a sentir
el pellizco,
Por darnos tu
gracia eterna.
María, nuestra
Santísima Madre es nuestro reflejo para llegar a Cristo. No hay mejor camino
para llegar a Dios que por María. Que por la Virgen. Y en ella, en su
humildad, en su entrega desde su más pura y limpia Concepción, encontramos la Esperanza. Por eso,
en esta capilla donde se juró el Voto de la Inmaculada Concepción
de María en Jerez, tenemos a una Madre que no solo nunca nos abandonará, sino
que a través de Ella llegaremos a ver la Gloria de Dios, de Cristo y del Espíritu Santo.
Por eso ella es la
Esperanza. Todo lo que Dios nos dicta lo podemos contemplar
en la Virgen
en María. Y refugiarse en una Madre, imagino que a todos os pasará, siempre es
un poco más sencillo. Es la
Virgen la que intercede por nosotros ante Dios y es la Virgen María la que a
través de su dolor nunca dejó de creer en la fe de Cristo. Porque hasta cuando
se encontró con su Hijo cargando la cruz, camino del Gólgota, no dejó de creer.
Ni tampoco cuando lo acunó en sus brazos, desclavado de la cruz. Ni siquiera
cuando su Hijo fue amortajado y enterrado en el Sepulcro. María es nuestra
Esperanza. Porque Ella creyó en el Resucitado. El puente que siempre nos acerca
a Dios es María. La Virgen
es la luz que nos guía a Cristo. Su Santo Nombre es el patrocinio de nuestra
vida. Ella que fue elegida sin mancha por Dios. En María contemplamos la
misericordia de Dios. Y llegar a Él a través de la Esperanza de la Virgen, siempre es un
camino más limpio y más puro.
Cuando no hayas
el consuelo,
Y la mente se
queda vacía,
Cuando pasa lento
el tiempo,
Y el alma se te
enfría,
Cuando tienes el
momento,
De llorar sin
compañía,
Allí es cuando la
encuentro,
Y en sí nace la
poesía,
De escribir
alegre el verso,
Junto a ti Virgen
María.
En ti nacen los
besos,
El fervor y las
alegrías,
Tu nombre es el
primero,
Y en la vida eres
pañuelo,
En las idas y
venidas,
en los pesares de
tu pueblo,
por tu pía
soberanía.
Eres tú amor
verdadero,
Y eres faro y
eres guía,
Trovadora de los
sueños,
Y del cantar la
melodía.
Veo en tu vida el
reflejo,
En las noches y
en los días,
Espera paciente
en ejemplo,
En una estrecha
letanía,
Que reza
tranquila y sin miedo,
En vida
contemplativa,
Poniendo a Dios
al centro,
Y que Él gobierne
en la vida.
Es la Virgen semejanza,
A Dios y faro que
guía,
Es bendita
cercanía,
Amparo y manos
que abrazan,
Es la eterna
compañía,
Y Madre de
enseñanzas,
En ella el mundo
descansa,
Con Ella el
pueblo confía,
Es la fidelidad
infinita,
Y lealtad que no
te falta.
En el cielo
primera santa,
Que rendimos
pleitesía,
Quien conoce tu
valía,
Para amar en su
bonanza.
Es la Madre de alegría,
Y hoy le rezo
ante sus plantas,
Que no nos falte
su nombre,
Que no perdamos
la calma,
Que su estela es
el camino,
Que nos lleva a la Esperanza.
Y solo nos queda
aceptar y seguirle. Porque es la enseñanza que nos deja Dios en este misterio,
en esta Imagen del Señor de la
Vía Crucis. Del Señor a secas como muchos que pasan día a día
por San Francisco lo conocen. ‘coge tu cruz, déjalo todo y sígueme’. Es la
frase de la Cuaresma
y la frase de nuestra vida. Porque al fin y al cabo, Dios nos está llamando
constantemente a su camino. Preparándonos para la vida eterna en su comunión.
Él abrazó su muerte. Dios pagó con su propio Hijo el Perdón de nuestros pecados.
Y nos enseñó la grandeza de Dios con la Resurrección. Nos
mostró el camino de la Vida. Y
no hay ningún camino dibujado hacia la
Vida eterna sin pasar por la cruz. Meditando ante el Señor de
la Vía Crucis,
a veces pienso. En muchos momentos de nuestro día a día nos preocupamos por
tonterías. Damos importancia a lo que no la tiene y lo peor, por nuestra
cobardía hemos soltado nuestra cruz y nos hemos dejado guiar por el diablo. Es
ahora un buen momento para pedir perdón, y volver a abrazar la cruz. Como lo
hizo Cristo. En esa cruz está nuestra Salvación. Por eso la cruz no puede
desaparecer de nuestra vida. Por eso la cruz es tan importante y por eso la
cruz nos marca y nos lleva a Cristo. Soportar nuestras cruces diarias, es
caminar a nuestra propia Salvación en comunión con Dios. Por eso, le tengo te
tengo tanta devoción Señor de la
Vía Crucis, porque cuando te miro, me vuelvo a dar
cuenta, que no
abrazo lo suficiente mis cruces, y eres un nuevo aliento para volver a
agarrarla y seguirte.
En tu cara nazareno,
Se reflejan
nuestras vidas,
La Palabra prometida,
Tu camino como
anhelo,
Vía Crucis de
partida,
Con la cruz que
lleva al cielo.
A ti te veo en
las caídas,
Y eres luz de los
enfermos,
Eres llama que
ilumina,
A mayores y
pequeños,
Es tu cruz la que
nos guía,
Soporta nuestro
madero,
Y nos hace que
abracemos,
Los pesares que
lastiman.
En tu Cruz está
la vida,
Forma parte de mi
credo,
Y con ella está
la mía,
Pa’ que juntos
caminemos.
Y Si Dios sufrió
en vida,
Hecho hombre el
infierno,
La traición y la
desidia,
El abandono de su
pueblo,
Para morir
crucificado,
Entre ladrones
como un reo,
Qué esperamos
nosotros,
En un camino sin
dueño,
Si Dios no
tenemos al lado,
Y no abrazamos el
leño,
Que al final nos
trae la vida,
Como en Cristo al
Tercer día,
Tras vencer a los
infiernos.
Es en nuestro día
a día,
El cargar con el
madero,
Perdonar a quien
te falla,
Y acompañar a los
abuelos,
El Honrar a
nuestros padres,
dar de comer al
hambriento,
Lealtad entre los
hermanos,
Y acercar a Dios
al sediento,
Portar una fe sin
fisuras,
Sin que quiebre
nuestro templo,
Contagiar
sonrisas sinceras,
Aunque haya
contratiempos,
Y ser portavoz de
esperanza,
Donde beban los
enfermos.
En tu cruz
identifico,
Mi Señor, mi luz
y mi credo,
Y en las Llagas
de tu vida,
Los temores los
reflejo.
Danos luz de tu
dicha,
Para dejar de ser
ciegos,
Y poner sentido a
la vida,
En el Vía Crucis
de partida,
Donde el Amor es
lo primero.
AMEN