Apóstol
de la Eucaristía
al servicio de los pobres
Cuando Manuel González fue nombrado
obispo de Málaga lo celebró con una comida junto a los niños pobres, a quienes
autoridades, sacerdotes y seminaristas sirvieron en una mesa, «verdadera
prolongación de la mesa eucarística». Así lo recoge el mensaje que la Comisión Permanente
de la
Conferencia Episcopal (CEE) ha publicado con motivo de la
canonización del obispo de los sagrarios abandonados que tendrá lugar en Roma
el domingo 16 de octubre.
«Él nunca separó la Eucaristía del servicio
a los excluidos, ya que siempre la orientó hacia el descubrimiento del rostro
de Cristo pobre y abandonado en las múltiples marginaciones de cada día»,
prosiguen los obispos españoles, para quienes su antecesor es «un modelo para la Iglesia y para nuestro
tiempo, tan necesitados de espíritu contemplativo, de entregada actividad
caritativa y de volver a la mesa eucarística donde Cristo se hace presencia
cercana y Pan vivo que alimenta y fortalece».
El más abandonado de todos
El próximo santo, nacido en Sevilla en
1877, invitó a sus coetáneos a llevar una vida eucarística. En concreto, «animó
siempre a los fieles a participar en la Santa Misa y a vivir lo que ella significa en el
servicio a los pobres y excluidos», recuerda la Permanente , que también
resalta la invitación a todos del nuevo santo «a relacionarse frecuentemente
con el Señor, realmente presente en el sagrario». Una presencia de amor, según la CEE , «no siempre
correspondida» y a la que se debe acudir «para abrazar» y de la que se debía
salir «para servir».
Fue en la localidad sevillana de
Palomares del Río donde Manuel desarrolló su primera labor pastoral, todavía
recordada por los lugareños, y donde «robusteció y forjó su espiritualidad
eucarística y su amor por los pobres». Al entrar al pueblo se dirigió a la
iglesia, la cual encontró sucia y abandonada. Pensó entonces en todos los
sagrarios abandonados que habría a lo largo del mundo. «Allí de rodillas […] mi
fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, tan bueno, que me miraba, […] que
me decía mucho y me pedía más». Esta experiencia interior sobrenatural marcaría
toda su vida y mensaje, y desde entonces se convertiría en apóstol de la Eucaristía.
Casi diez años después de aquella
primera experiencia eucarística, tal y como rememoran los obispos españoles en
su mensaje, manifestó ante un grupo de colaboradoras el gran anhelo de su
corazón: «Permitidme que yo, que invoco muchas veces la solicitud de vuestra
caridad en favor de los niños pobres y de todos los abandonados, invoque hoy
vuestra atención y cooperación en favor del más abandonado de todos los pobres:
el Santísimo Sacramento. Os pido una limosna de cariño para Jesucristo sacramentado…».
De este anhelo nació la Obra para los
Sagrarios-Calvarios «para dar una respuesta de amor reparador al amor de Cristo
resucitado, real y verdaderamente presente en la Eucaristía », explican
los obispos. Después, el obispo González fundaría la Unión Eucarística
Reparadora o la congregación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret.
A los pies del sagrario
Manuel murió en 1940 y fue enterrado,
cumpliendo su voluntad, en la capilla del sagrario de la catedral de Palencia:
«Pido ser enterrado junto a un sagrario, para que mis huesos, después de
muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que
pasen: “¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!”».
Los obispos concluyen su mensaje con el
deseo de que «anime a los fieles a una verdadera y frecuente adoración al
Señor, así como a una mayor vivencia del Domingo y a cuidar con esmero la
reserva del Santísimo». Esto ayudará, según la Comisión , «a avanzar en
el camino de la santidad y de la misericordia, y a generar una verdadera
cultura del encuentro».