Domingo de la Santísima Trinidad
(ciclo C)
Tri-unidad
Tras la culminación del tiempo pascual con la solemnidad
de Pentecostés, la liturgia de la
Iglesia dedica un domingo a contemplar el misterio de Dios,
Uno y Trino. Después de hacer memoria de Jesucristo Resucitado, durante 50
días, y del Espíritu Santo en la solemnidad de Pentecostés, parece que la
propia dinámica del año litúrgico pide una fiesta que contemple al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo en la comunión de amor de su misterio trinitario. Por
eso, aparece en el segundo milenio esta solemne fiesta dedicada a la Santísima Trinidad.
«Muchas cosas me quedan por deciros»
El texto del Evangelio de Juan que se proclama en este
domingo pertenece a los denominados discursos de despedida. En el contexto de
la última cena, en un ambiente de despedida, Jesús, siendo consciente de que
falta poco tiempo para su Pasión y Muerte, se dirige a sus discípulos,
completamente ajenos a los inminentes acontecimientos. Jesús, como buen
Maestro, conoce muy bien a sus discípulos, sabe lo que les ha enseñado y lo que
aún le falta por enseñar, sabe lo que han aprendido y aquello que les cuesta
entender. Admite que hay muchas cosas más que le hubiera gustado haber dicho a
aquellos amados alumnos; sin embargo, bien sabe Él que no ha sido posible. ¿Por
qué? Porque aquellos discípulos, aunque se consideran fuertes, son débiles; no
están capacitados, ni siquiera aún, para imaginar lo que les espera. No pueden
sospechar el sufrimiento atroz del Mesías ni la humillación a la que será
sometido el Ungido. No están capacitados para soportar la implicación y
consecuencias de su discipulado. Ahora, en este momento previo a la Pasión y Muerte, ante el
desconcierto tremendo que van a vivir sus discípulos, Jesús prefiere callar. Y
en este contexto, promete el envío del Espíritu Santo –el Paráclito– para que
sea él quien continúe la misión instructiva de Jesús entre sus discípulos.
«El Espíritu de la Verdad »
Por tanto, Jesús sabe que no puede compartir muchas cosas
con sus discípulos, pero lo hará el Espíritu Santo, que en este texto es
denominado como «Espíritu de la
Verdad ». El Espíritu guía los pasos de la comunidad
apostólica y les revela la
Verdad , que es el mismo Cristo, como Él mismo se había
definido: «Yo soy la Verdad »
(Jn 3,8-10). Es decir, les ayuda a comprender las palabras anunciadas por
Cristo mismo y a entender su propio misterio. Por eso, la gran misión del
Espíritu es guiarlos hacia la
Verdad , conducirlos por un camino que supone un proceso
gradual con etapas diversas y sucesivas. Más aún: no solo ayudará a comprender
el significado pleno de lo que ha dicho Jesús, sino también todo aquello que
habrá de venir; lo pasado y lo futuro. De este modo se convierte en ayuda y
garantía continua para la
Iglesia.
«Lo que tiene el Padre es mío»
En el texto se menciona al Padre. Es la fuente de toda
revelación y verdad. Todo lo que enseña el Hijo y el Espíritu procede del
Padre. Tanto el Hijo como el Espíritu transmiten a los creyentes lo que han
escuchado del Padre.
Es interesante también esta asociación que hace Jesús
mismo entre el Padre y Él. Todo lo que es del Padre es del Hijo. Establece una
comunión de vida y amor entre ambos. También con el Espíritu. Se habla de
comunión y divinidad. Este es el motivo por el que la liturgia de la Iglesia proclama este
texto evangélico en la solemnidad de la Santísima Trinidad.
Cristo revela su identidad filial, habla del Padre y promete el Espíritu. Este
es el misterio del Dios cristiano: Uno y Trino. Por supuesto que este pasaje
evangélico no quiere ni pretende ser un tratado dogmático sobre el misterio de la Trinidad ni una
explicación ontológica sobre la naturaleza del Dios Uno y Trino. Son cuestiones
académicas reservadas a las aulas de teología. El texto expone simplemente las
palabras de Jesucristo, antes de su Pasión y Muerte, en las que revela el
misterio trinitario y manifiesta la acción de Dios en favor de su pueblo.
Profesamos nuestra fe en el Dios Uno y Trino, reconociendo
nuestra impotencia para abarcar racionalmente los límites del misterio. Siempre
que se celebra esta solemnidad, recuerdo aquella elocuente anécdota del gran
obispo y predicador francés del siglo XVII Jacobo Benigno Bossuet, cuando al
bajar del púlpito, tras acabar un sermón sobre la Trinidad , afirmó en alta
voz ante el pueblo: «Perdona, Señor, son hombres los que hablan».
Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino yla Disciplina
de los Sacramentos
Congregación para el Culto Divino y
Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas
me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga
él, el Espíritu de la Verdad ,
os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que
hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. El me glorificará,
porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío.
Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».
Juan 16, 12-15