Fernando
García: “En la serenidad de nuestras Imágenes
es donde se trasluce la divinidad”
El jesuita conversa con ‘Pasión en
Sevilla’ sobre el concepto de ‘unción sagrada’
Por José Manuel de la Linde
Lleva 16 años al frente del patrimonio
artístico mueble de la
Diócesis. El encargado por tanto de admitir una nueva imagen
de nuestra Semana Santa; de aceptar o no una restauración de un retablo o de
una dolorosa y también de, llegado el caso, echar para atrás una imagen que no
sea digna. Le nombró el cardenal Amigo por recomendación de Francisco Navarro,
quien pensó que al estar en la
Universidad podía atraer a los mejores expertos. Amigo le
dijo que ponía en sus manos el mejor patrimonio de arte sacro que existe en
España. Nos recibe en unos salones sencillos de la casa madre jesuita de la
calle Jesús del Gran Poder. Con rostro y gesto amable nos invita a sentarnos en
unos sillones algo gastados y sobrios. Preside la escena una pintura de San
Ignacio orando ante la custodia. Iconografía única para una conversación con un
singular sacerdote.
– Padre,
¿qué es la unción sagrada de las imágenes?
– Es más difícil explicarlo con palabras que con
los sentimientos. Situemos una imagen del Renacimiento italiano al lado de un
Cristo de los nuestros: se ve claramente que tiene unción sagrada. Los
escultores de aquí fueron capaces de reflejar la interioridad de la divinidad
de Cristo reflejada a través de la humanidad. La grandeza de la escuela
sevillana es que es capaz de lograr a través de los medios materiales la naturaleza
humana y divina de Cristo. Los buenos escultores tienen la grandeza de
conseguir que la divinidad salga por encima de la pasión que expresan sus
obras. Eso es la unción sagrada.
– ¿Cualquier
trabajo es admisible?
– No. Si se trata de una restauración, se debe
aprobar el proyecto hecho ya por la persona que supuestamente va a trabajar.
Debe ser un profesional solvente. No es lo mismo ser restaurador, que imaginero
o escultor. No es bueno que intervenga en este sentido un escultor. Se mira
también si está colegiado. Si es una obra de nueva hechura, lo que no podemos
es imponer nuestro gusto. Sólo tenemos que ver que sea digna para el culto.
Igual, a mí no me gusta, pero pasa el trámite.
– ¿Cómo se
advierte la dignidad en una talla?
– Se ve enseguida. Que no sea grotesca. No
recuerdo ninguna que se haya echado para atrás. Sí dieron algunos problemas
algunas imágenes secundarias de algún misterio sevillano. Si es de Semana Santa
debe mover primero a la devoción y posteriormente a la compasión. Luego las habrá
de mejor o peor gusto.
– ¿Existen imágenes de reciente creación de las
que se dude de su calidad artística?
– No he tenido ningún caso. Al menos en Sevilla capital. Cualquier proyecto de algo
nuevo se eleva al vicario general y me lo pasa a mí. Las cosas que se tratan en
IAPH también pasan por nosotros aunque a ellos se les ponen pocos reparos
porque están los mejores.
– Hay una
corriente actual que presenta a las imágenes de Cristo excesivamente
musculadas…
– Los que he visto en general no dan problema en
esto. Pero no puedo imponer mi gusto. Los que vengan como si salieran del
gimnasio sí irían para atrás. Nuestras imágenes de pasión son de un dolor mucho
más sereno que en otras regiones de España. La manifestación del dolor es
divina. No conozco una Semana Santa tan perfecta como la nuestra. No se me han
presentado cosas raras en este tiempo.
– ¿Usted
también aborda las sustituciones de imágenes?
– Sí, claro. Ejemplo reciente la dolorosa del
Polígono. El proceso de cambio se envía al vicario; lo estudio con mi comisión
y el último que pone la firma es el vicario tras nuestro visto bueno.
– ¿Hay
imágenes de nuestra Semana Santa que haya que retirar?
– No veo ninguna indigna; y con ello no quiero
decir que me gusten todas. En Sevilla, esto se cuida pero hay algunas mejores
que otras. Aunque sea sólo por imitar a los escultores clásicos se sigue una
línea muy buena…
– ¿Para que
un escultor sea bueno tiene que ser una persona religiosa?
– Defiendo que no. Porque al igual que en
arquitectura sin ser católico saben transmitir a la hora de crear una iglesia,
un escultor puede estudiar y prepararse para eso. Igual que uno que quiere
hacer una imagen budista tiene que estudiar antes aquello, aunque no crea en
ello.
– ¿De los
nuevos imagineros qué ejemplo pondría?
– Valoro mucho el trabajo de José Antonio Navarro
Arteaga. Un imaginero que estimo y es muy creativo. Lo felicité cuando rehízo
el misterio de las Cigarreras. Antes había una serie de plumeros que eran lo
único que llamaban la atención…
– ¿Si
situáramos a un japonés delante del Gran Poder sería capaz de descubrir lo
sagrado?
– Sí, porque tienen un sentimiento interior
enorme. Lo que no podrían es descubrir los valores del Barroco. La expresión de
sentimiento la entenderían pero este estilo artístico les asusta o les
sorprende en exceso. Son mucho más minimalistas…
De tierra de vinos a Tokyo
Fernando García Gutiérrez es jerezano aunque
por proximidad y estancia se siente también sevillano. Jesuita licenciado en
Filosofía y Letras por la
Universidad de Barcelona, se traslada a Japón en 1955 y
ejerce como profesor de Arte Español y Arte Oriental en la Universidad Sophia
de Tokyo. Tras convertirse en un apasionado del arte oriental, regresa e
imparte como profesor clases de Arte Oriental en la Universidad de
Sevilla. Como imagen de cabecera, y como buen jesuita, tiene al Cristo de la Buena Muerte de los
Estudiantes: “es tan perfecto que da la impresión de que no se puede llegar a
más”.
Entre las dolorosas sitúa a la Esperanza Macarena :
“…con sus gestos tan particulares; y la Virgen de la Victoria de las Cigarerras que para mí es una de
las más hermosas”, concluye. Está muy orgulloso de tener en su equipo al
profesor Emilio Gómez Piñol; a Juan Luis Rabé, al arquitecto Rafael Aguilar y
como jurista al secretario del Consejo de Hermandades, Carlos López Bravo. Si
alguien le pregunta por un restaurador lo tiene muy claro y ofrece el nombre
del quinto miembro de su equipo, el restaurador Enrique Gutiérrez Carrasquilla,
“sin duda el más relevante de la época”.