Solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo
Rex
El año litúrgico finaliza con la
solemnidad de Cristo, Rey del Universo, que resalta la imagen de Jesucristo
como clave interpretativa de toda la historia de la salvación. Es, en cierto
sentido, anticipo sacramental de la meta a la que nos conduce el proceso
histórico de la creación. El misterio de la historia se interpretará a la luz
del misterio de Jesucristo, muerto y resucitado. Él es origen, guía y meta del
universo (Romanos 11,36).
Concluye también la proclamación
de los textos evangélicos dominicales del Evangelio de Lucas. Culmina el largo
viaje de Jesús hacia Jerusalén con su muerte en cruz, signo evidente de la
creciente oposición surgida en el pueblo judío hacia Jesús y del rechazo
trágico hacia su misión. Los enemigos de Jesús demuestran su resistencia al
Reino de Dios y terminan crucificando al Ungido de Dios.
El Rey crucificado
Decía san Pablo que predicamos a
un Cristo muerto y resucitado (1 Corintios 1,23). El misterio pascual de Cristo
es la referencia fundamental al proyecto de amor establecido por Dios desde el
principio para toda la humanidad. En el momento central y culminante de la
historia, la imagen de Jesús es la de un Crucificado. Aunque el letrero clavado
sobre la cruz anuncia que ahí está «el rey de los judíos», nadie podía
sospechar que en ese condenado se escondía un Rey o Señor. Por eso, los líderes
presentes, los soldados romanos y hasta uno de los malhechores crucificados se
burlan de él y niegan su condición de salvador: si no puede salvarse a sí mismo
de la muerte en cruz es porque no es el Mesías ni rey de los judíos. ¿Cómo
puede salvar a la gente si no se salva a sí mismo? Ironías que desafían y
tientan a Jesús para demostrar espectacularmente que es el Mesías, Sin embargo,
Jesús se mantiene firme en su misión, no baja de la cruz y manifiesta de este
modo el poder y la misericordia de Dios en medio de la burla y la arrogancia,
porque no se salvó a sí mismo.
Es curiosa y significativa la
doble actitud de los malhechores crucificados. Ambos piden ser salvados por
Jesús, pero en ellos se advierten dos reacciones contrarias ante el mismo
espectáculo y la misma persona; dos actitudes diversas fruto del misterio de la
libertad humana: uno blasfema contra Dios y el otro cree; uno se retuerce en su
propia rebelión interna, el otro confía. Ellos no solo son ellos, son también
nosotros. ¿Cuál fue la reacción de Jesús ante ellos?
Silencio ante la provocación de
uno; aceptación de la súplica del otro; misericordia para ambos. Jesús no
responde al desafío airado del mal ladrón que exigía la liberación milagrosa de
los condenados y reta a Jesús como última posibilidad para librarse del
suplicio mortal. Pero es inútil. Jesús no responde ni a sus insultos ni a su
provocación.
El Rey glorificado
Sí responde a la súplica sentida
del buen ladrón. Y sorprende la contundencia de su respuesta: «Hoy mismo
estarás conmigo en el paraíso». Es evidente la inminencia de su muerte. El
«hoy» expresa la inmediatez y la gratuidad de la salvación. Hoy, en tu último
instante, estarás conmigo. Eso es el paraíso: estar con Dios, estar en Dios.
Jesús promete un paraíso a quien pasa por la cruz, a quien asume con fe y
humildad la fragilidad de la vida y la verdad de la propia existencia. Por eso,
la cruz, instrumento de tortura y lugar de sufrimiento, es puerta del paraíso y
promesa de salvación. La respuesta de Jesús al buen ladrón es aliento de vida
en el momento último de la muerte. Es vida prometida al pecador arrepentido.
Esto es lo que había enseñado a sus discípulos durante su vida pública: no he
venido a condenar, sino a salvar lo que estaba perdido.
El Cristo crucificado es también
el Cristo glorificado. Son dos imágenes de una misma realidad. La realeza de
Cristo se comprende solamente desde el madero de la cruz, convertido en el
trono desde el que reconcilia y reúne a todos los seres de la tierra. Porque
para reinar, hay que pasar por el misterio de la cruz.
Efectivamente, Cristo es Rey, el
Crucificado Resucitado convertido en Señor del mundo y de la historia, el
Kyrios exaltado a la derecha de
Dios que vive y reina eternamente. A Él nuestra gloria, honor, alabanza y
acción de gracias hoy y siempre. Amén.
Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino yla Disciplina
de los Sacramentos
Congregación para el Culto Divino y
Evangelio
En aquel tiempo, el pueblo estaba mirando, pero los magistrados hacían muecas, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores
crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo
y a nosotros.» Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni
siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo
estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en
cambio, éste no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando
llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en
el paraíso».
Lucas 23, 35-43