Fuente: ALFA Y OMEGA
II Domingo de Cuaresma (ciclo C)
Vieron su gloria
A pesar de los buenos propósitos, quien emprende la senda
cuaresmal pronto experimenta la fuerza de la tentación y la fragilidad de la
propia existencia. Precisamente, ante las primeras dificultades corre el riesgo
de desanimarse y abandonar el camino propuesto; como los discípulos de Jesús.
El Evangelio nos dice que Jesús y sus discípulos subían hacia Jerusalén y en el
camino, Jesús les confía el secreto más profundo de su corazón: en Jerusalén,
será rechazado, padecer á sufrimiento y muerte…, pero resucitará. Esta
información escandaliza y desanima a los discípulos, porque pone en crisis su
seguimiento. ¿Qué sentido tiene entonces que hayan dejado todo, que sigan a ese
Maestro, si conduce al fracaso? Es un momento de verdadera crisis en todos los
que acompañaban a Jesús, especialmente en el grupo de los Doce, hasta el punto
de que muchos de ellos lo dejaron y se fueron. Jesús, presintiendo el desánimo,
desconcierto y tristeza de los suyos, escoge a los «tres íntimos»: Pedro,
Santiago y Juan, y sube con ellos al monte Tabor.
El monte es siempre sinónimo de distanciamiento de la
realidad, soledad y silencio para escuchar a Dios en oración. Y es precisamente
en este clima orante donde sucede un hecho nuevamente desconcertante para
aquellos torpes discípulos: mientras oraba, cambió el rostro de Jesús y sus
vestidos brillaban de resplandor; es decir, cambió su figura habitual, se
«transfiguró». Esta imagen brillante habla de la presencia de lo divino,
refleja la shekináh de Dios, la gloria del Mesías; como dice el texto: «vieron
su gloria». Jesús aparece ante sus desconcertados discípulos como el Mesías de
Dios en gloria, transfigurado.
No es casual que junto a Él aparezcan también dos figuras
muy conocidas por todos los judíos: Moisés y Elías. Moisés es el representante
de la Ley ; Elías,
el representante de los profetas; y en ambos se significan todas las
Escrituras. Dice el texto que ambos conversaban sobre Jesús y de su «éxodo»,
que iba a consumar en Jerusalén. El recurso a ambos personajes indica
claramente que todas las Escrituras hablaban de Jesús y que en Él se cumplen
las antiguas profecías. Los discípulos comprenden, después de recibir la
ingrata noticia de su muerte y resurrección en Jerusalén, que tiene que ser
así, que este es el camino del Mesías, ya anunciado en las Sagradas Escrituras:
«El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado. [...] ser ejecutado
y resucitar al tercer día». Una vez más, los discípulos entienden que Jesús es
el Mesías prometido por Dios y esperado por el pueblo de Israel.
Más aún, el texto evangélico habla de una nube que cubre
la admirable escena de luz tabórica y desde la nube se oye una voz: «Éste es mi
Hijo, el Elegido, escuchadlo». Es la voz del mismo Dios que confirma la
filiación y mesianidad de Jesús. Jesús es Hijo y Mesías de Dios. Parafraseando
un texto del profeta Isaías, se cambia el término «siervo» por «hijo». Dios se
manifiesta como Padre de su Hijo Jesús, el Amado y Elegido de Dios, el Mesías
enviado al pueblo de Israel. Y Dios mismo hace una llamada y petición a los
atemorizados discípulos: «Escuchadlo». De este modo, la experiencia tabórica de
los discípulos se convierte en un estímulo y aliento para superar la tristeza y
continuar en el seguimiento, porque han confirmado claramente que Jesús es el
Mesías. Saben que Jesús pasará por el sufrimiento y por la muerte, pero llegará
también a la resurrección y a la gloria que han experimentado anticipadamente.
Éste es el mensaje que la
Iglesia quiere transmitir en este domingo con la proclamación
de este hermoso texto evangélico. A pesar de las primeras dificultades de la
senda cuaresmal, Jesús nos invita a proseguir en el camino, a continuar
escuchando la Palabra
de Dios, a mantener nuestra perseverancia en medio de las dificultades para
poder llegar un día, al final de la
Cuaresma , a participar de la alegría y de la gloria de su
resurrección. ¡Qué bien lo expresa la liturgia de este domingo: «Quien después
de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el
esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas,
que la pasión es el camino de la resurrección»! Todo cristiano tiene que
comprender bien teórica y prácticamente el misterio pascual de Jesucristo, que
es el misterio de la propia existencia humana: «por la pasión a la
resurrección».
Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino yla
Disciplina de los Sacramentos
Congregación para el Culto Divino y
Evangelio
En aquél tiempo, tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió
a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro
cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres
conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban
de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se
caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que
estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro,
¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto,
cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al
entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido,
escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron
silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Lucas 9, 28b-36