Queridos compañeros de Junta de Gobierno y hermanos y hermanas de ésta nuestra Hermandad:
Aprovechando la ocasión de este Cabildo General, permitidme –en atención a las facultades que me competen como Hermano Mayor- haceros extensible algunas informaciones y correspondencias que considero de interés general. Aunque ya la comunicaremos oficialmente a la mayor brevedad posible por los conductos oficiales de información de la Hermandad, quiero solicitaros vuestra licencia para –abriendo un paréntesis en la naturaleza de este Cabildo- adelantaros un mensaje personal a modo de invitación y de agradecimiento.
Enseguida, no preocuparos, –en apenas unos minutos- entraremos ya en la materia propia de la estación de penitencia.
Así como al Hermano Mayor le está concedida la facultad de dirigirse al cuerpo de hermanos cuando así lo estime oportuno, quiero hacer constar lo siguiente:
Mi agradecimiento público y sincero a todos cuantos actualmente están colaborando estrechamente con las labores y las tareas propias del quehacer de la Hermandad. Reconozco que son tiempos difíciles, muy difíciles, para sacar horas extras al margen de nuestros trabajos y nuestras familias. Que cada vez son mayores las implicaciones personales que la situación laboral nos exige a muchos. Que (aparentemente, sólo aparentemente) no son buenos tiempos para la implicación en nuestro compromiso eclesial (ya sabemos cómo incluso la sociedad que nos rodea impone una corriente laicista y una tiranía de la fe vergonzante demasiado perjudicial para nuestra fe cristiana).
Pero aún así: observamos cómo las Hermandades siguen adelante, con paso firme y decidido, procurando actuar en el seno de una sociedad que, a Dios gracias, todavía sigue confiando en estas instituciones nazarenas. Por ello mi agradecimiento es patente y sincero.
Porque sé de sobras cuántas horas de trabajo –y de pretensión por hacer las cosas lo mejor posible- dedica los miembros de mi Junta de Gobierno al devenir de nuestra querida Hermandad. Sé el celo que ponen. Como también asumo la de aquellos hermanos –de colaboración siempre leal, siempre con el sí por delante- que están ahí para todo cuanto necesitemos de ellos.
En los últimos meses –y en la medida de nuestras posibilidades- hemos estrechado aún más si cabe el contacto con el cuerpo de hermanos. Las posibilidades que, a tal fin, otorgan tanto las nuevas tecnologías, así como una aproximación directa hacia aquellos cofrades que sabemos necesitan de algún apoyo, han propiciado que conozcamos más de cerca la realidad de muchos de nuestros hermanos. Ni que decir tiene la buena culpa –bendita culpa- que de ello tiene (está teniendo) las visitas semanales, a los domicilios particulares, en el acto de entrega de nuestra Capillita del Voto (visitas que derivan en la vivencia compartida de unos momentos auténticamente entrañables y que nos conmueven porque dan autenticidad a la verdadera razón de ser de nuestra condición de cofrades cristianos).
Como ya comentamos en su momento: no es estrictamente necesario que el hermano acuda a la Casa de Hermandad para que se produzca el acto de fraternidad (a veces las circunstancias que impiden esta asistencia pueden estar más que justificadas). Por tanto, en este caso, es la Hermandad la que debe acercarse a la casa del hermano, a su necesidad, a su petición a menudo no confesada por pudor o por modestia.
En estos meses estamos descubriendo causas que honestamente precisan –han precisado- de nuestra intervención, de nuestra compañía, de nuestra sonrisa.
Así, pues, mi agradecimiento sigue siendo intenso. Estoy orgulloso –así debo decirlo- de la dirección que, internamente, estamos adoptando. Buena muestra de ello pudimos comprobarlo en la excelente jornada de reparto de papeletas de sitio que todos disfrutamos el pasado sábado. Y no me refiero exclusivamente al número de turnos de atenciones que se entregaron sino por el clima de bienestar, de ilusión, de amenidad, de transparencia que vivimos durante las intensas seis horas de convivencia en la expedición, en el despacho, de estas papeletas en la mencionada jornada del pasado fin de semana. Ojalá que el próximo sábado el porcentaje de hermanos que se aproximen por esta sala capitular al menos se repita en cariño y alegría al de la pasada semana.
Aprovecho, naturalmente, para invitar, para impulsar a los hermanos a que –plenos de sus facultades físicas- vistan la túnica nazarena. Es nuestro deber sumarnos al testimonio evangélico de la Madrugada Santa en el cortejo nazareno. Nuestro hermano fundador y recordado Hermano Mayor Manuel Martínez Arce bien lo dejó escrito en una misiva que siempre nos sirve de referencia y de relectura. Un fragmento de esta misiva encabeza la última carta general que os hemos enviado al cuerpo de hermanos.
Es mi deseo explícito agradecer también a los hermanos que semanalmente mantienen, con su asistencia, los rezos de los viernes. Unos rezos que felizmente hemos recuperado en este curso cofrade y que nos reúne cada siete días a las plantas de Nuestros Sagrados Titulares. Era un reto que nos planteamos durante el pasado verano y que, a Dios gracias, hemos logrado sin necesidad de mayores reparos. Asimismo a los hermanos que acuden, cada segundo viernes de mes, a la Misa de Hermandad en la Capilla del Voto. Una misa que recomendamos fervientemente a todos vosotros. La misa de Hermandad mensual merece incluso una más nutrida asistencia de hermanos. Aunque no es escasa la habitual en estas Eucaristías, pero yo personalmente os aconsejo que probéis esta íntima experiencia de encuentro con Dios. Nos estamos planteando –como así anunciamos a principio de curso- celebrar unas breves CHARLAS DE FORMACIÓN CRISTIANA Y COFRADE en la misma Capilla del Voto y tras el término de esta Misa de Hermandad. Unas charlas de apenas media hora que complementen adecuadamente esta vivencia de Cristo.
De todo ello os iremos informando puntualmente.