Por miles –e incluso decenas de miles, al decir de hermanos veteranos que prácticamente permanecieron durante toda la jornada en la Capilla del Voto- puede contabilizarse la ingente afluencia de público que este pasado Miércoles de Ceniza se postraron a las plantas de Nuestro Padre Jesús de la Vía-Crucis. La arraigada y por veces creciente devoción que sostiene Nuestro Amantísimo Titular, denominado gozosamente por nuestros excelsos hermanos fundadores –y así consta en los primeros documentos y actas de la época de la reorganización de la corporación cofradiera- como Divino Nazareno Franciscano, sigue concitando la atención y la atracción devocional de cuantos incontables jerezanos y jerezanas –in saecula saeculorum, de generación en generación- encuentran en su rostro in perpetuum toda la dimensión de la doctrina de Cristo. La iglesia de San Francisco no cesó de arropar una multitudinaria visita permanente de fieles cuyas motivaciones internas también forman parte del fértil patrimonio inmaterial que terminológicamente jamás podremos alcanzar a definir ni aún utilizando toda la fecundidad de nuestro rico alfabeto castellano. En estos áridos tiempos de crisis de valores no podemos por menos que enaltecer –cual mensaje cuajado de significantes evangélicos- la patente grandeza movida y promovida en torno a Quien Todo lo Puede. La Cuaresma de esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera no puede contar con mejor prefacio.